jueves, 29 de septiembre de 2016

El Comienzo - Cuento de un Ángel para una niña llamada…



Un día maravilloso, de esos de un cielo azul, con un brillo de sol danzante, Dios se acercó a un grupo de ángeles, quienes jugaban al son de unas dulces melodías, en un universo deslumbrante. Cantó con todos ellos, bailó con todos ellos, y los tomó a todos de sus manos, deseándoles la mayor bendición en ese día memorable...

Casi al terminar la algarabía de la celebración, de una fiesta que dio más luz al radiante sol, un pequeño ángel del grupo se acercó tímidamente al Señor, para preguntarle acerca de la vida terrenal, de los niños y de las niñas, de las madres, y de todos aquellos señores mayores, que miran fervientemente a ti Señor, y piden por ti, y piden por ellos, y piden por los suyos, y cantan, y lloran, y a veces mueren, sin dejar de creer en ti Señor...

Dios agraciadamente le dijo lo siguiente: “En ese mundo terrenal, allá todos son mis hijos, todos son mi rebaño, todos son quienes reciben y dan amor, todos son seres admirables, todos son seres únicos, porque todos nacen, crecen y mueren, siempre recibiendo la bendición del amor”...

Y el ángel curiosamente le vuelve a preguntar: “Y nosotros, tus ángeles que cantamos, bailamos, celebramos y siempre estamos aquí contigo, también ¿somos tus hijos, tu rebaño, y recibimos siempre tu amor y bendición?...

Dios cálidamente le dijo lo siguiente: “En el universo, en todos los cielos, en este bello paraíso, todos ustedes son mis hijos, son mi rebaño, son mis fervientes ángeles, que cuidan y protegen, a esos niños y niñas, a esas madres, y a esos señores, quienes necesitan igualmente de mi amor, por tanto siempre han de recibir mi amor y mi bendición”...

Entonces el ángel nuevamente le dice al Señor: “Entonces nosotros podemos ir con ellos, unirnos a su celebración, cantar, bailar y bendecir con oraciones de amor”. “Si es así, ¿Por qué nosotros estamos aquí, y ellos están allá abajo?...

Dios entonces le contestó: “Querido ángel, todos en este universo mágico y asombroso, tenemos una labor de honor”. “Ustedes son la pureza divina, son la esencia de mi amor angelical, ustedes cuidan y protegen desde aquí, y a veces desde allá mismo, a esos seres indefensos, a esos seres nobles, a esos niños y niñas, que llegan a ese mundo, para cumplir con una labor”. Así como la tuya, la de tus hermanos y hermanas, las de ellos, y la mía propia...

Y el ángel entonces le hizo una petición: “Querido Maestro, mi Señor, yo deseo compartir mi celebración al lado de alguien quien allá abajo, necesite de muchas bendiciones y de mucho amor. ¿Tú puedes concederme esa labor? ¿Tú me das el permiso de ir hasta allá, como tu representante del amor? ¿Tú me das la bendición?...

Dios, creador de todo lo que está en el cielo, en la tierra, en el universo y más allá de nuestra percepción, quien todo lo puede, quien todo lo da, quien con mucho amor, siempre concede cualquier petición, le dijo lo siguiente: “Amado ángel, te concedo esa loable labor, te doy mi humilde bendición, te pido entonces por favor, cuida, protege, ama y orienta a una bella niña, quien llegó a ese mundo imperfecto, pero lleno de mucho candor y color, con ganas de llegar a ser alguien mucho mejor. Una niña quien nació en el mes de Diciembre, en el año del Señor, gracias al amor de su bella madre, al amor concedido de su amado padre, por el mismo amor de su floreciente condición, y le dieron por nombre Sophia, una Princesa de un reino humilde pero de una gran tradición”...

Y el ángel agradecido por su designación, beso la mano del Maestro, pidió una vez más su bendición, Dios lo besó en su mejilla, y entonces el ángel partió rumbo a ese viaje, hasta el mundo terrenal, para dar amor, cuidar y proteger, llevar de su mano, y evitar que en ese mundo imperfecto, puedan atentar contra la tierna y bella vida, de esa Princesa llamada Sophia, por quien entonces ella tendrá su total protección...

Y de esta manera comenzó la tierna historia, de apenas unos meses de iluminación, entre un ángel del cielo llamado “Lucero” y una Princesa de las tierras andinas llamada Sophia. En la siguiente historia, contaremos más acerca de sus aventuras y de sus enseñanzas, en este mundo imperfecto, pero lleno de mil y una emoción...

martes, 27 de septiembre de 2016

Unas son de letras, entre cuentos y anécdotas, otras son de colores, de pinceles con lienzos, y algunas, algunas son dulces melodías, que solas van al viento…



Son miles de historias, escritas por miles de vidas, en miles de diferentes tiempos, tal vez miles de momentos, sin dejar oculto esos sentimientos, ocultos, abiertos, despiertos y hasta perversos, que denotan muchas veces, alegrías, tristezas y suspensos, entre miles de días, entre miles de noches, en miles de encuentros, a través de este mundo muchas veces cruel e imperfecto, otras veces amable y sediento, y algunas veces, muy complaciente y displicente, con esos miles de sueños, de peticiones y de esfuerzos, que muchos de ellos intentan consagrar, alcanzar y atinar a través de miles de aciertos, con miles de fallas y miles de defectos, que tenemos todos en este paso de vida, a través de ese valioso tiempo, maravilloso y sediento...

Se escriben con tinta, con vino, con grafitos, con sangre y a veces hasta con despecho. Se escriben de mil formas, en poesías, en versos, en cuentos, en historias y hasta con sufrimientos. Se escriben en papel, sobre las huellas de nuestro ser, en las arenas del tiempo, sobre las olas del mar, en los arboles y en los bancos, de esos parques donde hubieron mil encuentros. Se escriben sobre la tersa piel, sobre la tuya, la mía, la de ellos, la de todos, las de quienes están, sobre las pieles de quienes se fueron, sobre la piel de los que pasaron. Se escribe todo, sin ocultar la esencia de un pasado, la de nuestro presente, aunque estén aun en blanco, las hojas de un tentador futuro. Se escribe siempre, desde nuestro arribo, desde esa llegada a este hemiciclo, desde ese pequeño grito, cuando decimos presente, aquí estoy, llegue vivo, ahora es cuando, ahora soy alguien quien escribirá pronto su propio libro...

Son miles de historias, de verdades y mentiras, de fantasías y mitologías, de crueldades y de ironías, de novelas y de suspensos, de pasiones y deseos, de risas y lamentos, y del noble amor en esos miles de encuentros. Son miles de autores, miles de escritores, miles de mujeres y de hombres, de la guerra y de la paz, de las pruebas y de los éxitos, de las fallas y de los entuertos, del amor y de la muerte, en blanco y negro y hasta en colores. Todos escriben algo, quizás poco, tal vez mucho, pero todos escriben, dejan su legado, dejan sus preceptos, dejan sus reliquias, en este mundo imperfecto...

Se pintan sobre lienzos, de tela, de pergamino, sobre papeles y en miles de cuerpos. Con pinceles, algunos finos y otros gruesos, con líneas suaves, gruesas, toscas, rudas, gentiles, sedosas, amorfas, en miles de colores, como obras de arte, como un cuadro original, en claro oscuro, de forma y de fondo, intrínsecos, cruzados, limpios, ninguno puro, porque todos tienen algún secreto. Son reales, son fantasías, es surrealismo, es antagónico y es meramente hasta difuso, pero son historias, de miles de artistas, quienes crean sus propias obras, en su tiempo de vida, como recuerdo perenne, de su paso, de sus intentos, de sus errores, de sus éxitos, y también de sus mortales encuentros, porque todos tienen, aunque sea un secreto. Todos son buenos y todos son malos, bondad y maldad divinamente cruzados, porque todos son abiertos y todos tienen su cuarto oscuro, que pintan armoniosamente, con los colores del cielo, y así ocultan muchas veces, lo que muchos no deben conocer, lo que muchos no pueden descubrir, son mil historias, pintadas en mil colores, y son mil lienzos, algunos al recuerdo, otros al olvido, y algunos trascienden a mil tiempos...

Son miles de lienzos, en colores y blanco y negro, con estrellas en el cielo, con soles y cuartos oscuros de miedo, como obras de cine y de teatro, con mil rostros, de mil llantos, de mil sonrisas, a cielo abierto y también nublados, a media luz y como una hoguera, donde danzan demonios, estando arriba los ángeles viendo, son miles de hombres y mujeres, de todas las razas, de todos los credos, de todas las lenguas y de todo el mundo, son cantábricos, son góticos, del renacimiento, y también modernos. Todos pintan algo, quizás unas pinceladas, tal vez majestuosas bulerías, o simplemente algunas pasadas que dejan su presencia, en esta inmensa galería, dejan su legado, dejan sus preceptos, dejan sus reliquias, en este mundo imperfecto...

Son miles de partituras, de música del alma, algunas dulces y suaves melodías, y otras sonidos aterradores y estridentes, que dejaron a gritos, que dejaron por su paso, quizás por hacer daño, o tal vez buscando algo, e inventando miles de sonidos, intentando su música, anhelando sus sueños, deseando mil pasiones, de ese un único amor, quien fue correspondido, quien fue traicionado, quien fue usado, quien fue atendido, quien fue alcanzado, por un mismo destino, y por un entreverado camino, que lo llevo al filo, de un pozo profundo, de una sabana al frente, de un valle encantado, o de una playa caliente, pero siempre con melodías ardientes, de corazones destrozados, de corazones enamorados, de corazones asediados, de romance y de amores locos y hasta olvidados...

Son mil canciones, son mil melodías, son mil cantautores, esos interpretes, ensayistas y coristas, quienes intentaron, quienes intentan, quienes intentarán, dejar salir lo mejor, lo peor, lo audible, lo inaceptable, lo bello, lo oscuro, lo dulce y lo amargo, la gloria y el despecho, es la melodía de una vida, de mil vidas, es en esencia, la música que su alma lleva, guardada y oculta, y que dejaran salir, para que sea el viento, quien la lleve hasta donde deba ir, para ser escuchada, para ser olvidada, para ser recordada, en los tiempos del presente, y quizás, algún día de ese futuro omnipresente, quien juzgara su letra, quien juzgara su soltura, sus colores y su locura...

Todos escriben, todos pintan, todos componen, tocan y cantan, algunos aunque sea solo un poco, otros algo de esto y de aquello, y quizás muchos increíblemente, dejan su esencia, pero definitivamente, todos dejan, sí, dejan su legado, dejan sus preceptos, dejan sus reliquias, en este mundo imperfecto...

sábado, 24 de septiembre de 2016

Al calor de esos arrebatos, bailando muero yo al otro día, y así mueren mis encantos…



Si, es al calor de mi Bachata, el de mi Bossa-Nova, el de mi Sensual Bolero y el de mi Monumental Tango, he de morir bailando, aferrado a tu cuerpo, pegado a tus encantos, desde el ocaso al amanecer, y al otro día se ha de acabar, nuestro baile vida mía, nuestro último suspiro de todos mis encantos...

Si he de morir en esa pista, ha de ser corriendo sangre, sudando hasta extasiarme, de la cabeza a los pies, sin dejar de mover, un ápice de nuestro cuerpo, quien despierta arrebatos, de esos a mil montones, de mil colores, con mil torsiones, a granel y de mil cojones, al son de una bachata, al ritmo de un bolero, de un bossa nova y seduciéndote a la media noche, con los tangos rabaleros, de Gardel, Simón Díaz, Otoniel y los de Sebastián el del Corcel...

Dulce melodía quien entra con susurros, a nuestro oído desgarrado, por esa música que a mi lado, mueve mil orbitas, sube la marea, y sedienta nuestras almas, más allá que un eterno desgraciao, y sudamos la piel, la mía, la tuya, la de otros mojigatos, movemos nuestras piernas, aferramos nuestros pechos, con mil ganas locas, de bailar en estos aposentos, erguidos con mil argumentos, como amor a la deriva, por quien vivo mil vidas, sin importar cuantas veces, nos mojemos nuestros vientres, de tanto placer, en un sensual bolero o al Bossa-nova de un Brasil en Corcovado...

Es nuestra noche, es la última pista en la carpa del vergolio, muy solos o acompañados, sin mirar a los mirones, sin escuchar a los chismosos, esos putos charlatanes y hasta los bebedores, que entre rones, aguardientes y licores, con mucho hielo, quizás miel y un montón de limones, no hacemos cata, no hacen mella, porque sudamos como báquiros, sin pensar en los cabrones, y son nuestros cuerpos, quienes piden a gritos, más melodía, más música, de esa que hace sudar gotas a montones, es tu cintura, es tu hermoso cuerpo, es mi caída con pierna adentro, es tu vientre quien grita y dice, dame más movida, que me excito a mil vidas, y  no quiero dejarte vivo, hasta saciar tú última salida...

Y es al ocaso, es cuando comenzó la rumba, con la parranda de los mil pasos, y es esa música quien vive, muy dentro de nuestros arrebatos, son tus ojos, es tu pelo suelto, es tu escote vivo, son tus bellos senos, que desbordan sexo con derrier y mucho encanto, es ese taconeo, es ese baile sensual que es para rato, son nuestros cuerpos, que se mueven a paso trancado, y todos nos ven, como si fuéramos los reyes, en la fiesta de Alicanto, el anfitrión de esta noche, quien nos invito a bailar, sin importar nuestros arrebatos...

Suena la Bachata, suena la melodía, esa de Romeo Santos, y entramos al calor, sudando con pasión y susurrándote con aroma a licor, besando tus dulces labios, mordiendo cada parte de tus encantos, y nos dan mil ganas, nos abrazamos sin espanto, nos movemos juntos, como si fuéramos un solo garabato, curvas van y curvas vienen, movidas sensuales, dan ganas de mucho sexo y nos ven como si estuviéramos en el mostrario, porque somos protagonistas de esta historia, de algunas horas y de estas de mil encantos…

Y cae la noche viva, con estrellas al cielo que parecen estar vivas, son testigos de nuestro encuentro, de esos que quedan para la historia, nos abren una rueda, nos gritan muevan mas esas caderas, muevan más con placer y su glosario, es la brincadita, es esa bachata de Leslie Grace, esa que te encanta, por la voz de esa niña, es por la música que vive, entre nuestros sueños día a día, sabiendo que morirán, al amanecer del otro día, pero eso no importa tanto, apenas la noche comienza, apenas estamos aun sudando, no hay cansancio, hay mucho aguardiente, quizás caro o barato, pero eso pasa bien, porque nos vibra la piel, nos mueve nuestro ser, nos excita nuestros cuerpos, sin importar cuantos palos bebamos a cada rato...

Y así llega la medianoche, llega la hora del bolero apretao, llega el momento de bajar el tono, pero de esa movida intensa, muy cerrada y trancada, entre hormigueos y sudores con mas encanto, es cuando nuestros besos se deslizan en nuestros cuerpos, es cuando nuestra piel ardiente vive a cada rato, son tus senos que seducen en mi piel, es tu vientre que se aferra a mi piel, es la sensualidad como bailamos con placer, escuchando los boleros de cabaret, de Edith Márquez, del Chino Miranda y de Luis Miguel, y nos recuerda cuantas veces nos vimos en la calle, en el bar de Andrés, en la guarida de Don Manuel, bebiendo ron, riendo al son, de la música y de los chistes por quien morimos de amor, por estar juntos sin importar tanto...

Bolero tras bolero, seguimos bailando apasionadamente, al calor de la media noche, algunos son de Bustamante, otros de Soledad Bravo y unos de la sevillana Tamara, quien despierta fuego entre letras, entre champagne, con algunas copas de vino tinto y mucho hielo, ligado con soda dulce, cual vermut de verano español, y aun llevamos aguardiente encima, mas los rones con mil limones, con agua miel y yerbabuena, pero lo que nos queda, es lo que nuestros cuerpos a gritos piden, más leña pareja, más música viva, mas danza sensual, esa que quema, esa que arde entre el fuego de nuestras almas y nuestras penas, al son de la balada, del bolero y la bachata, que no paren nuestros cuerpos y que aun nos quedan muchas ganas...

Aun nos queda un cuarto de la noche, comienza el baile intenso, el sensual de movimiento, el arrabalero tango monumental, de movidas hermosas, al calor de una faena, cual torero capotea, y danza a su mujer a complacencia, más allá de su exigencia, es su cintura, son sus piernas, es la camisa bien abierta, es sensualidad que nos atormenta, son tus pechos que se deslizan, entre caídas con vertientes y ese poco de mujeres ajenas, que envidian tus encantos, por moverte siempre al paso, de este hombre quien se muere, poco a poco sin importar tanto, aunque nadie sabe lo que sucede, es su último baile, es la última noche de mil encantos, es Gardel quien lo revive, hasta el alba o salga el Sol, suena de Simón Díaz, los tangos especiales quien canto en su relicario, es el sol quien saldrá, más allá de las arenas que están al otro lado, es en esa playa, donde quise amarte, donde quise adorarte, donde pretendí desnudarte, donde quise pedirte, te quedaras por siempre a mi lado, sin importar el pasado, sin importar el presente, sin importar lo que hubiera pasado, y son nuestros cuerpos, que se siguen moviendo con encanto, no hay cansancio, aun queda vida, hasta que llegue el mismísimo diablo, a llevarse esta alma, que se apodero de una maravillosa noche con mil encantos...

Ya se está asomando el alba, y seguimos bailando mil tangos, nos siguen mirando, nos siguen deleitando, nos siguen envidiando, pero nadie habla nada, nadie comenta pero ni paja, todos siguen con la boca abierta, parecen pendejos como si jamás hubiesen visto algo, pero eso no importó, eso no nos inmutó, para hacer lo que vinimos a hacer, bailar hasta más no poder, al son de la música y la danza, al son de nuestros cuerpos endulzados, al son de un fuego intenso que quema en nuestras almas, con pasión y deseo de sentir ganas de sexo, pero sin ni siquiera cruzar la raya, es el baile, es mi vida, es por quien muero, en este último baile, por quien aposte lo que me quedaba de vida, y bailar con esa loca pasión, al son de la bachata, del bolero, del bossa nova y de mi tango monumental, ya salió el sol, el de la capa oscura ya llegó, el último beso que te doy, te espero en el infierno o en el cielo eterno, y quizás seguimos allá la fiesta, la rumba y la parranda, al son de mi calvario, se acabo esta noche, se esfumo el sabor, se fundieron mis pilas, se jodio este corazón, y me bebo el último sorbo de ron, me voy con mucho amor, mas prendio que el tabaco de Anastasio, quien me dio mucho ron, aguardiente y licor barato, pero todo esto fue lo que quise y es lo que me gustó...

viernes, 23 de septiembre de 2016

Entre boleros, fiestas de quincena y rumbón, con borracheras y cualquier perdición…



Cual compinchero bonachón, parrandero y jugador, la vida tomó algunos caminos intensos, de subidas y de bajadas, de paseos languidecentes, hasta de esos de mucho calor, para dejar en su corazón inmenso, mil lecciones aprendidas, de mucho humor, del primer amor y también de redención. Son anécdotas y son cuentos, de esos momentos de alegría y de parranda, cuando en su juventud tocó, de fiestas en fiestas, de botellas y botellas, de mil y una borracheras, este sainete dio de que hablar, dio de que ventilar, entre murmullos, chismes y correrías de pasillos por cualquier corredor. Aprendió a bailar como el mejor de su calle, el de su barrio y el de su tiempo, fue aquella chica, aquella hermosa adolecente, quien lo motivó a intentar, aprender el arte de la danza de la calle, de la salsa, del bolero de medianoche, del merengue y del roce permanente, entre hebillas y cinturones de cuero ardiente, para luego caer en besos apasionados y calientes, en las madrugadas de esos fines de semana candentes, eran las fiestas de quincena, eran la coronación del mejor...

Ha sido entre muchas letras, entre muchos libros de todo tipo, con un apetito locuaz por aprender, por saber, por conocer, de todo aquello que lo animaba, lo motivaba y lo estimulaba, a entender parte de esa etapa de vida, parte de lo que a su alrededor se avivaba, día tras día, noche tras noche, entre algunos peligros, entre algunos riesgos, entre bonches y fiestas, entre la calle y la escuela, luego en la secundaria y la universitaria vida, fue como inicio su larga caminata, ese andariego que saboreo los platos de aquellos días, algunos de hambre y otros de mucha comida, y nunca dejo de bailar, nunca paro el zarandeo, la rumba y la parranda, porque eso, eso lo mantenía cuerdo, entre una línea muy delgada, entre la locura y la vida misma, esa que todos aparentaban, y él, él hacía que todos pensaran, era igual, era lo mismo, pero se equivocaban, solamente aprendía cada día, de las bufonadas y de las realidades, de las fantasías y de las trivialidades, de aquellos que no soñaban, de los que aparentaban disfrutar de las rumbas y de las banalidades, de la vida ordinaria que vivieron algunos, y la que vivió él, hasta más no poder, hasta a escondidas, con doble y hasta triple vida, pero muy rica y divina, al sabor de la rumba, al candor de las noches, y al paso del perro, que anda de caza, en cada puerta, en cada bocanada, de ladridos y de humor, sonriendo y riendo, al son de un rico tambor...

Fue una de esas rumbas, una de esos viernes de quincena, en el apartamento de un gran pana, una parranda armada durante la semana, donde hubo mucho ron, limón, hielo y un buen zarandón, muchas guapetonas, muchas chicas de fiestas, esas de pantalones apretados, de minifaldas, con escotes y aromas a mujer con ganas, de moverse en esa noche, al calor de las canciones, de la salsa y del bolero de medianoche, y no faltaba nunca, el borracho de la noche, ese que ponía la payasada, se caía de la pea, hablaba y hablaba, hasta que ya no lo aguantaban, y dormido se quedaba, por no controlar su adicción, a la farra, a la alegría y a las bufonadas, de una noche celebre, bien colmada de placer, de sentir y de vivir esa gran vida de adolecente…

Pero esa niña acaramelada, esa de cabello recogido, trenzado, claro oscuro, de pechos exuberantes, de jeans apretados, y una blusa blanca con nudo en la parte baja, de escote llamativo, de mirada muy discreta, pero de faena y estocada, y esa era para el andariego, ni pa´que entrar en discusión, fue el momento de salir a torear, a capotear y maniobrar, como el mejor torero de la noche, con la destreza del mejor mataor...

Y la niña acaramelada opuso resistencia, era de esperar, desde su llegada, desde su entrada, miraba con altura, se hacia la dura, se hacia la guapa, porque ella sabía, cuanto tenía en su embestida y cuanto valoraba su bravura, como gran mujerón. Todos la miraban, todas la deseaban, todos le caían, pero ella ahí, férrea, apostada con su gran presencia, sabía cuando era el momento, sabía cuando manipular la ocasión, y el andariego solo miraba, estudiaba, analizaba y buscaría atacar, en el momento oportuno, porque todo llega, cuando todo tiene que llegar, así era, así es y así siempre será...

Y aunque todos buscaban arrimar el bingo al montón, solo a la perla de ese río vivo, había que llegar muy cerca de ese montón, solo para quedarse con la reina de la noche y bailar todo el rumbón, hasta la hora del bolero, hasta esa medianoche que entre palo y ron con limón, se alebrestaban en ese bello nocturnal, con mucho aliciente y con mucho sabor, y capoteo cual diestro mataor, cual torero del mejor cartel para la ocasión, preparó el terreno, alistó su danzón, arrimó pacientemente al mingo, su perla oculta bajo su pantalón y sacó a bailar a la niña, al calor del tambor, al calor de la rumba, de la salsa y de esas melodías que enervan la sangre, y que irradian aromas de rojo color, eran tal para cual, era la noche para los dos, se desposaron sin condición, bailaron de lo mejor, se conocieron entre pista y pista, y los demás solo veían con desilusión, burdas intenciones, de usurpar al mataor, pues no hubo chance, no hubo como sacar del juego al bailaor, pues realmente era bueno, en lo que había aprendido para esa gran ocasión...

Y entre tragos de ese divino ron, de agua miel con limón, algunas ramas de yerbabuena y bastante hielo al clamor del calor, ellos cruzaron miradas, intercambiaron momentos, charlaron de todo un poco, de lo que se habla en esos eventos, de lo que quieres dejar al galantear una hembra de ese color, entre roces de pecho, entre roces de pantalón, entre susurros al oído y risas jocosas por mantener viva esa noche de amor, llegaría pronto la medianoche y entraría el juego único, para aquellos que jugaron a cuadro cerrado, a aquellos que purgaron la noche y atinaron su bella reina, a la luz de la media noche, porque comenzarían los boleros, las tonadas suaves, los ricos besos y susurros entre los ganadores de esa fiesta, y los demás solo les quedaría, hablar afuera, entre trago y trago, de otras vainas que no tienen que ver con notas de amor...

Fue una perdición, fue una tortura sin condición, fueron boleros y tonadas de un romántico sueño, de una embriagada noche de baja luz y de poco color, al calor de la madrugada, al calor del danzón, al calor de los roces, de pieles candentes, de besos ardientes, de promesas, de elecciones y lecciones, de momentos, de esa experiencia jovial, de los sueños de un joven mataor, y de una niña caramelo, por quien su corazón explotó, enamorados de la noche, enamorados de la ocasión, de miradas fascinadas y de aromas con sabor a melocotón, que entre tragos y tragos, ambos entraron en la penumbra, ambos corrieron instantes, de sublime emoción y de candor, de anhelos y de ilusión, prometiéndose esos amores, esos que no se olvidan, esos que se avivan, en la silueta de una bella noche, como nunca antes volverían a vivir los dos en sumisión...

Y nuestro gran amigo el embriagado de licor, el borracho de la ocasión, tendido largo a largo, en el sofá gigante del salón, muerto de la pea, con un ojo abierto, la camisa por fuera, despeinado hasta la médula, pintado como loca en ese rumbón, por haberse quedado dormido, y por haber cruzado la línea, entre la lucidez y la alegría, contra la locura y la perdición. Los demás solo reían, solo se burlaban, era el bufón de la noche, el charlatán aguantador, que no llegó a la madrugada, no aguantó esa ocasión, y solo quedó para la burla, solo quedó para los cuentos del día siguiente, esos de corredor, en el liceo, en la cuadra del barrio, y en el campo de juego, cuando todos se veían, simplemente porque nos tocaba jugar el partido, el juego donde todos éramos, los sainetes del barrio, los chicos de la juerga, los reyes de la noches, en aquellos bailes de salón, donde coronábamos las reinas de la noche, donde cumplíamos nuestro destino, nuestras lecciones, nuestros caminos de vida, y nuestro paso por esa etapa de una edad con honor, sin rollos, sin ataduras, sin pretensiones de señores, ni de oligarcas de oficio, ni de bohemios tontos habladores de ilusión, éramos los reyes, éramos los héroes de esos cuentos, de esas noches de color, de bailaores de salsa, de boleros y de tambor, soñadores inocentes, aprendices de un montón, que dejaríamos nuestra huella, por ese mundo lleno de color, donde hubo mucho ron, miel y limón, roces de pantalones, besos abrazadores, y promesas al calor de una pasión...

Fue una época divina, fue una era de inocente pasión, fueron reyes y reinas, los héroes de esas noches de ilusión, quienes al calor de la música, al son de la salsa, del bolero y de ese rumbón, aprendieron mil lecciones, comenzaron a vivir de esas noches de amor, salían las palabras, los pico e ‘plata y los soñadores romanticones de corazón, la vestimenta e indumentaria, era valiosa para esa ocasión, y el paso de bailaor era muy importante para cualquier coronación, nadie iba con alguien, quien sin destreza capoteaba la perla en ebullición, cuentos van, cuentos vienen, risas van, y risas vienen, aprendieron de jovencitos, a lidiar sus momentos de amor, tal vez inocentes, quizás de ilusión, pero así se aprende en la vida, cruzando mil palabras, bebiendo algunos tragos de burdo ron, con coca cola, miel o limón, cuba libre, o aguardiente era lo de esa ocasión, fueron esos boleros, fueron esas peas, fueron esas fiestas, fueron esos interludios, fueron mil palabras, que aprendió el sainete bailaor, quien dio inicio a sus cuentos, quien aprendió momentos de emoción, y entendió las fantasías y realidades, de vivir la vida, tal vez en libertad, o quizás alrededor de una sociedad burda y fresca, al calor de su pasión...

Más adelante seguiré con algunas anécdotas, algunas historias, algunos cuentos, por esos caminos, por esas aventuras, de alegrías y tristezas, de sonrisas y de penas, algunas nuestras, y otras ajenas, pero que dejaron una huella, en mil caminos, por donde la vida nos lleva, buscando mil y un destinos, buscando ese algo llamado Amor...