lunes, 27 de junio de 2016

De Tentaciones al atardecer y Pasiones al anochecer - (Cap. VIII) - (4ta parte)




Capítulo VIII – Sortilegios y encuentros de un pasado, en un presente (IV parte) ...
 

Los atuendos de las jóvenes estaban siendo delicadamente ajustados en el taller, de acuerdo a lo establecido en el Palacio Imperial. Las joyas estaban en manos del discípulo del maestro, con la finalidad de afinar los últimos detalles, en cuanto ha pulido y correcciones, sobre esas imperfecciones apenas visibles en cada una de los accesorios. Todo debía estar perfecto. Esa era la tradición. La presentación formal ante los aspirantes para pedir la mano de las jóvenes, debía ser una ceremonia perfecta, bajo las costumbres de afianzar las alianzas familiares, y la perpetuidad de la monarquía del Imperio, eso era esencial y vital. Y los designios del amor y el romance, solo quedaban en un segundo plano, si fuese el caso. Las mujeres debían acatar las decisiones de sus hombres, y cumplir con las tradiciones culturales. Servir y atender sus hogares, criar a los hijos y descendientes, quienes serian los futuros monarcas, para así continuar el legado de sus antepasados y valores ancestrales. Sin embargo la Princesa no compartía esa parte de las tradiciones. Y menos luego de haber tenido ese encuentro mágico con ese joven, por quien plasmaba ya en sus pensamientos y alma, la idealización de un amor idílico, mágico y sublime, jamás concebido por nadie hasta ese momento...

El joven orfebre apenas lograba cerrar sus ojos para dormir. En su mente, su alma y corazón, desdibujaba lentamente los impactantes ojos de esa bella Princesa. No podía pensar en otra cosa. Al punto que en ocasiones, salía en altas horas de la noche, a caminar callado muy cerca del Palacio Imperial, evitando ser visto por los guardias, o por personas cercanas al Emperador. Siempre con la esperanza de ver a su amada, aunque fuese desde lejos, a través de alguna de las ventanas del Palacio. Su alma y corazón, le enviaba mensajes constantes, como el flujo de sangre circundante por su cuerpo. Su mente únicamente tenía dibujado el rostro de esa hermosa chica, su silueta, su figura, su mirada extrañamente adictiva, por quien hasta la vida él estaba dispuesto a dar, a cambio de esa felicidad que ella le proporcionaba con solo mirarlo. Era magia, era un volcán en erupción a punto de explotar, era la sensación de algo inexplicable, era el motivo jamás antes pensado o imaginado, era la tentación sobre lo prohibido, y era el momento de intentar absolutamente todo, por llevarla a un destino escrito e incierto, pero que estaba forjando en ese momento. Era simplemente ese amor puro, sincero y noble, surgido por un encuentro no forzado, no previsto, y no buscado. Quizás la conspiración del universo, los llevó a ambos a ese encuentro. Un encuentro que estaba encausado a convertirse en la historia jamás contada, de dos seres de condiciones diferentes, por quien en el transcurso de los años, de décadas, y de las sociedades futuras, sería la leyenda de un gran amor, que pasaría más allá de los siglos, y surgiría nuevamente en un tiempo perfecto, para su posible redención y culminación...

Habían transcurrido apenas tres días, desde esa última vez cuando ambos lograron de manera discreta, mirarse directo a los ojos. Era extraño, pero ambos sentían al mismo tiempo, las sensaciones de ausencia y de ansiedad al unísono. El maestro en el taller comenzó a notar que su discípulo y protegido, se aislaba a otro espacio, aun cuando físicamente estaba presente en el taller. A veces intentaba hablarle para distraerlo y regresarlo al presente, pero era como si el chico se transportase a otro lugar. Y solo tenía dedicación casi absoluta a los flamantes anillos de las serpientes. Una pieza única hasta ahora, solo hecha por un ser humilde, para un bello ser genuino. Jamás ambos llegarían  a imaginar la trascendencia de ese furtivo encuentro, sus consecuencias, y  los designios que les tenía preparado el universo...

Por otro lado la Princesa no era una chica extrovertida. Contrariamente, siempre fue muy reservada, obediente y cuidadosa, de una inteligencia algo sobresaliente, solo mostrada a su confidente amiga. Habían dos personas con las cuales a menudo confiaba ciertas cosas de su intimidad. Su prima y hermana, quizás por ser criadas juntas, contemporáneas, y por tener las mismas inquietudes, pero solo hasta ciertos aspectos. Y la otra era su devota y gran amiga y confidente, quien la ha cuidado desde muy pequeña, como su inseparable institutriz. Una mujer quien enviudo muy temprano, motivado a las guerras permanentes entre su pueblo. Su esposo, era un fiel guerrero, leal al actual Emperador, cuando en esos años, solo eran compañeros de batallas y de andanzas. Este fue muerto durante una emboscada, en esas incursiones por territorios, al intentar salvar la vida de su mejor amigo, el actual Emperador para ese momento. Luego de eso fatídico día, su gran amigo asumió cuidar de su única familia, la esposa que enviudó en ese momento. No dejaron hijos. Pero cuando la niña llegó al Palacio Imperial al asumir poder el Emperador, ella dedicó su vida integra al cuidado de esa pequeña Princesa. Entonces el Emperador accedió, así como su devota madre también, quién así lo hizo. Es parte de esa breve historia de una pequeña niña, quien por los misteriosos designios del universo, estuvo mágicamente protegida por un poder divino, más allá de la interpretación de los dioses y de las constelaciones, quienes rigieron las vicisitudes de esa civilización...

La Princesa y la Institutriz desarrollaron una relación muy intrínseca. A tal punto que cualquier aspecto vinculado con sus sentimientos, sueños y deseos, eran ampliamente conocidos por ella. Supo desde el principio, cuando pudo ver esas miradas cruzadas entre estos jóvenes, en ese encuentro fortuito en el Palacio Imperial, que estaba algo escrito en el destino de ambos. Eran esos misterios del universo. Una fiel devota a las creencias de un poder sobrenatural, de esos amores de ilusión, por quien ella amó y continua devota profundamente a su esposo, a pesar de su muerte. Ella cree que se encontrará nuevamente con él, en algún tiempo más allá de su comprensión. Esa era su confidente, su madre complementaria, y su gran amiga. La persona más cercana en su corta vida, quien compartía el significado del amor y del romance, fuera de las costumbres y tradiciones culturales de su civilización. Todo estaba conjugado, lentamente concatenado en el tiempo. La Princesa llegó a esta vida, para transformar su propia historia, la de su familia, la de su pueblo, y dejar como testigo omnipresente, algo que va más allá de cualquier otra interpretación. El amor se encargaría de su destino y de su propia historia...

Una noche de esas al escabullirse discretamente el joven desde su habitación, intentando ver a su doncella en la ventana del Palacio, y bajo una luna llena intensa en un cielo estrellado, escuchaba sutilmente el susurro del viento gélido. Él estaba agazapado y con frío en la penumbra, con su mirada perdida hacia la inmensidad del nocturnal, oraba y hablaba con los dioses, intentando aplacar su ansiedad y sentir a su alma gritar, por la necesidad de aunque fuese solo mirar a su noble Princesa, y saciar un poco esa sed, por estar a su lado y huir juntos lejos de este territorio...

La Princesa se encontraba algo inquieta, no lograba conciliar sueño. Todos dormitaban en Palacio, solo los guardias custodiaban las entradas y flancos del mismo. Sin embargo ella conocía perfectamente los lugares donde nadie podía sospechar de sus andanzas, salvo la institutriz, quien conocía muy bien sus travesuras desde muy niña. Pero ella se encontraba dormida en la habitación contigua. Entonces decidió hacer una de las suyas, y salió descalza de su habitación, sin ocasionar ruido alguno. Todo estaba en penumbra, solo por los pasillos principales, las antorchas iluminaban las áreas de transición mínimas. El piso todo construido con lajas de piedra y un mortero rojizo a base de arcilla, se encontraba bastante frío, dada las circunstancias del clima en esa época del año, muy a pesar de la cercanía del solsticio de verano, donde las noches se hacían más frías que de costumbre. Sin embargo se fue a su pequeña aventura por una corazonada del destino, sin saber lo que le estaba aguardando esa decisión, pero algo ella presentía, era su destino...

Mientras deambulaba muy sigilosa por los pasillos del Palacio, pudo ver desde uno de los patios al interior, una luna resplandeciente y una estrella fugaz pasar. Se detuvo momentáneamente, le miró desaparecer en la oscuridad de la noche, quedándose pensativa por unos segundos. De pronto sintió un susurro extraño a su espalda, volteo intempestivamente... Nadie estaba, su corazón latía a mil pulsos, sus pupilas se dilataron, y su ansiedad la estaba asfixiando, hasta que volvió a la calma. Miró a todos lados, percatándose que nadie la había estado acechando, tal vez ella pensó que eran sus mismos nervios, pero realmente no era así...

Y… de regreso al bosque, el cansancio por el transitar por toda el área cercana al lago y a través de la espesura de los árboles, esto lo agotó al punto que decidió juntar unas cuantas ramas de abetos, creando una especie de colchón natural. Las colocó sobre un área muy cerca del lago. Todo se mantenía en calma y un silencio muy natural, pensaba que podía ser cerca de la medianoche, y era necesario descansar. No había comido nada en más de cuarenta y ocho horas, salvo las grosellas encontradas en los matorrales, y el agua del mismo lago, para saciar un poco la sed. Mañana regresaría al kayak para retornar al otro lado del bosque, y regresar nuevamente a la ciudad. Había conseguido algo importante, una pieza tal vez invaluable, muy a pesar de los sortilegios y encuentros extraños con esa luz, quien lo ha traído hasta estos parajes. Miraba la joya detalladamente, y meditaba acerca de esa misteriosa mujer, quien deambulaba por el bosque, sin saber la razón, sin entender porque su repentina aparición, y si esto tenía que ver con la joya encontrada en el lago...

Pero la misteriosa mujer desde un lugar poco visible, lo acechaba sigilosamente, solo esperando por su dormitar, sabía que estaba cansado y que necesitaría caer en ese profundo sueño nuevamente, para acercarse tanto a él como lo ha hecho en los últimos años, y ahora más de lo que antes no pudo ser, intentando así ver de cerca su rostro. Aun fuese durmiendo y evitando cualquier ruido que le permitiese aun despertar. Todavía no era el momento. Era necesario todo lo que hacía, por fin el tiempo perfecto estaba por llegar a ella. Habían sido muchos, muchos los años a la espera por salir de su laberinto. Un cautiverio que ha sido a lo largo de muchos años, una dulce tortura, y una esperanza eterna para nuevamente volver a estar a su lado una vez más, y quizás en esta oportunidad, seria para siempre...

Cumpliendo así el presagio de la sabía profetiza, quien a lo largo de tantos años, la ha mantenido a ella, entre el mundo real y actual, y un mundo paralelo, espiritual y universal. No muerta, no viva, solo en espera de su ansiedad divina, en espera de su destino previsto, escrito en la piedra del montículo de sacrificios, en el templo religioso y extinto hoy día a la luz visible de los hombres, pero oculto aún entre la espesa y profunda selva montañosa. Fue en aquella noche del solsticio de verano, mucho antes de volverse todo nublado y confuso, a causa de esa cruel e inútil batalla improvisada por alterar el equilibrio reinante. Se propicio el caos y la ferviente lucha de poder entre su tío el Emperador, con el grupo más allegado a su entorno. Todo por ansias de poder, todo por apoderarse en ese momento del trono y del control del Imperio. Todo estaba escrito había dicho la profetiza a su Emperador, pero este se negó a creer en sus palabras...

Sin embargo la profetiza también previamente se había visto antes con las dos Princesas. Era parte de los rituales, era una costumbre religiosa el profetizar y ver los caminos de las futuras esposas, para así alertar de los peligros y de los demonios presentes, quienes de manera permanente, tentaban a los inocentes fieles a cruzar la línea entre el bien y el mal. Se reunió en privado con cada una de ellas. Las vio a los ojos y les dijo a cada una en secreto, algo que definiría sus vidas a partir de ese momento. Fue así como las jóvenes decidieron posteriormente para la presentación familiar, cambiar de atuendos, de joyas y de arreglos, con la excepción que la sobrina del monarca, mantendría la joya realizada para ella, “el anillo de las serpientes”, y sería esa única y especial pieza quien los mantendría unidos por siempre, a partir de ese instante...

Muy cerca estaba desvelar el misterio, y era el momento de preparar justamente  ese encuentro...

domingo, 5 de junio de 2016

De Tentaciones al atardecer y Pasiones al anochecer - Cap. VII - (3era parte)



Capítulo VII – Sortilegios y encuentros de un pasado, en un presente (III parte)…

En un tiempo muy lejano, pero muy lejano, una hermosa mujer, muy cercana a una familia vinculada un imperio, estaba por explorar acerca de esas sensaciones e ilusiones, concernientes a una vida conyugal, a sus responsabilidades dentro de un núcleo familiar, y acerca de los sueños por ser elegida por el hombre ideal, para construir su propia familia, su propio legado, sus hijos, y el amor idealizado en su alma, entre tantos hombres que la pretenderían en lo sucesivo. Sin embargo eran tiempos muy difíciles, pugnas por territorios y por poder, eran los tópicos álgidos de su tío, quién era el Emperador de turno en el Imperio Inca. Y este debía asegurar la continuidad de su monarquía, de su legado, de su patrimonio, tomando las decisiones más convenientes, mas por intereses familiares, que por los designios de un corazón enamorado...

Ella era un tipo de mujer un tanto diferente al estereotipo de su comunidad. Sus rasgos eran hermosos y muy finos. Alta de estatura, de cabellera color castaño claro y muy larga, el matiz de su piel de color canela casi perfecto, y de ojos extrañamente claros, grandes, muy similar al color de la miel. En definitiva, ella era muy diferente a las demás mujeres de su pueblo originario. No se sabía nada acerca de su padre, fue criada por su tío y adoptada como una más de la familia. Su madre quedó embarazada desde muy joven, y no se conoce muy bien la historia de su desaparición en la adolescencia, cual duró cerca de cinco años. Cuando la madre retornó al pueblo de origen, luego de ese tiempo desaparecida, fue reconocida por su hermano mayor en una caminata del aún no monarca por la plaza. Este quién ya estaba muy cerca de asumir las riendas del imperio. Por razones obvias y posteriormente a ese encuentro fortuito, luego de hablar de los pormenores acerca de la niña quien acompañaba a su hermana, les permitiría vivir junto a su familia. Y es así como esta pequeña Princesa, se convertiría en alguien por quien años después, se hablaría de ella, como la Princesa de “La leyenda del reflejo de las Serpientes”...

El oro en esa época, era utilizado por los monarcas del Imperio, para adornar y marcar el estatus social y jerárquico de las familias ligadas al poder, tanto en lo militar como en lo religioso, así mismo también a las personas con un alto conocimiento en la comunidad, es decir, a los consejeros y sabios de la élite monárquica. Por tanto la Princesa, quien fue como posteriormente se le llamó, debido a esas  circunstancias fortuitas, más no por su relevancia por la ascendencia familiar, tuvo mucho que ver con la historia misma, y del cuento que pasó a ser parte de una leyenda, que dio comienzo con su aparición al inicio de su etapa como mujer, pero que no culminaría en esa época justamente...

La niña creció junto a la primogénita del tío. Ambas fueron educadas como hermanas, como un miembro igualitario de la familia, más allá de ciertos aspectos poco característicos de las mismas. No habían rasgos parecidos entre las niñas, y menos entre ellos, salvo ciertos detalles con su madre. Pero sus ojos transmitían algo más allá de lo inexplicable. Había cierto misterio y encanto, había delicadeza, sutileza y sensación de regocijo, muy dentro de esa niña. Esa fue la razón que prevaleció en el Emperador, en hacer respetar su decisión. Él la consideraría alguien muy especial, muy a pesar de no tener características parecidas a ellos, ni a su propia gente...

Un orfebre nativo de la comunidad, un servidor de la realeza monárquica desde muy niño, un simple hombre del pueblo, reservado, hijo único, inteligente y muy trabajador, un día de esos inexplicables, pero de esos que solo el universo, tal vez tiene que ver con las conspiraciones divinas, se presentó ante la realeza a solicitud del Emperador. No era él precisamente quien debía presentarse, pero su maestro le encomendó la tarea inmediata, dada las limitaciones físicas que tenía para ese momento el maestro en sí. El maestro estaba sufriendo de ciertas convalecencias. Al llegar el joven ante su majestad, este dio el saludo y las reverencias correspondientes. El Emperador fue informado acerca de los pormenores de la salud del maestro, e inmediatamente dio instrucciones para que fuese atendido por el curandero o medico de la familia real, ya que el maestro orfebre real, era su amigo personal desde la infancia...

El Emperador solicitó a este discípulo, la tarea de informarle al maestro la necesidad de hacer unas piezas de orfebrería especiales, tanto para su hija primogénita, como para su sobrina, ya que por razones desconocidas, ambas cumplirían los dieciocho años el mismo día. El mismo día de la celebración del solsticio de invierno, el 24 de Junio. Se tenía previsto la realización de una ceremonia pública, actos como parte de las tradiciones culturales de esta emblemática civilización. Y otro de corte familiar en los aposentos reales, algo apartado del pueblo y en la noche, junto a las familias vinculadas a ellos, a fin de hacer la presentación oficial de las jóvenes, ante los aspirantes a la dote. Por tanto era necesario que los atuendos y la presentación de ambas jóvenes, estuviesen a la altura de la realeza monárquica, tal como lo establecían sus costumbres...

El joven era muy creativo y metódico en el proceso de fabricación de piezas de orfebrería. Era un discípulo ejemplar, muy callado y observador, atento y disciplinado. Solamente solicitó la posibilidad de ver a las privilegiadas, para poder evaluar sus características e informarle al maestro, acerca de sus ideas y lo que debían considerar para el diseño de esas piezas. Ambas jóvenes debían lucir unos atuendos muy especiales, posiblemente para esa ocasión. El Emperador solicitó se hiciesen algunos bocetos o muestras previas, para tomar él la decisión directamente. Esto estaba fuera de lo normal, ya que esas tareas solo y únicamente eran competencia de las mujeres, es decir, era su esposa la responsable de encargarse de esos detalles, ya que el Emperador estaba más vinculado a los problemas políticos, militares y religiosos, no de aspectos caseros. Pero así lo decidió entonces el monarca, era él y más nadie, el responsable de los atuendos de sus hijas, así las veía siempre desde que eran niñas...

El joven fue conducido a una sala especial por uno de los sirvientes del Emperador. Mientras el monarca salía de su instancia, para atender otros asuntos relevantes, acerca de las políticas del Imperio y las alianzas con sus más fieles súbditos. El sirviente le pidió al joven esperase hasta que las jóvenes fuesen traídas hasta ese otro ambiente. Quedó solo y se limitó a observar cada mueble, figuras, detalles, tapices, materiales, y colores dispuestos en ese bonito salón. Estaba en el Palacio Imperial, y eso no le era permitido a cualquiera...

La primera en llegar fue la primogénita. No le era permitido hablarle, salvo ella le preguntase algo. La joven era de una estatura promedio, no muy alta, cara redonda, tez morena, rasgos faciales bonitos, mas no atractivos, contextura media, y tímida. Ella mostro sus manos, sus pies, con cierta delicadeza, luego ella levantó su rostro y solamente le indico ciertos detalles que a su criterio, ella pretendía le hiciera para la ceremonia. Posterior ella le preguntó su nombre, y él se lo dio. Por último le manifestó que lo veía muy joven para semejante responsabilidad. Él simplemente asintió y no le replicó. Esa era la costumbre, estaba frente a la realeza, y a ellos no se les responde, a menos pregunten. Ella lo estaba tanteando y la acompañante de la hija del Emperador se dio cuenta. Esta sonrió disimuladamente. Ese encuentro duró algo cerca de una media hora, y estuvo bajo  la presencia de una institutriz real, quien no habló en lo absoluto. Luego ellas se marcharon a sus aposentos privados...

Quedo nuevamente solo, tal vez por unos diez minutos o un poco más. No le era permitido salir del recinto, salvo con un guardia o un sirviente. Sentía mucha curiosidad, sin embargo permaneció cauto y tranquilo, muy cerca de una de las puertas, observando un tapiz sobre una de las paredes. Era como si estuviese absorto en las figuras y las señales mismas del tapiz. Sentía un subliminal mensaje en su subconsciente. De pronto sintió una voz a su espalda, como un susurro, una delicada melodía universal, nunca antes escuchada. Volteo lentamente y se encontró directamente con los ojos de la otra joven. Fue una chispa inmediata, un encuentro luminoso y mágico. Ambos quedaron absortos en pensamientos simultáneos, era un lenguaje solo descifrado por la intensa mirada de ojos que no parpadeaban, y que se adentraban esas miradas directo a sus almas. Sus pupilas estaban dilatadas del asombro. La institutriz quien acompañaba a la joven Princesa, llamó su atención, al verlos perplejos sin hacer mas nada que mirarse. Se había dado cuenta del efecto entre ambos, y sabía que eso no estaba permitido. Fue el comienzo de esta historia en ese momento...

Luego de ese momento inusual, él no sabía cómo mirarla o como poder describir a esa admirable joven mujer, por quien había quedado totalmente deslumbrado. Ella en igualdad de condición, tomo la iniciativa y le mostro sus manos, con dedos estilizados y largos, una piel aterciopelada casi perfecta, y esos ojos que no podía dejar de observar, unos labios provocativos y con ese matiz a durazno. Ella era diferente, y nunca antes había podido ver a una mujer con esas características. Por supuesto él era de su misma estatura, buen porte, de ojos negros y color de piel canela, también algo inusual en algunos de ellos, pero su padre era lo suficientemente alto, con características muy similares, que se mantienen en los genes de su raza. Su padre era oriundo del norte, muy cerca de la zona costera, pero desde muy joven se asentó en estos predios y su vinculación con el Emperador, data desde esa época de la niñez, cuando ambos compartían aventuras de niños, y responsabilidades otorgadas igualmente por sus padres...

Él intentó mantenerse concentrado en su trabajo, detallarla bien y poder visualizar algo especial para las jóvenes, pero quizás para ella, para esa Princesa, debía diseñar algo totalmente diferente, hasta lo ahora realizado en el taller a través de los años. Debía ser una pieza especial, una joya que debía lucir en la misma proporción de su belleza, de su encanto, de su mirada especial. Ella por su parte sentía un hormigueo extraño, su corazón latía con mayor rapidez, no emitía palabra alguna, porque sus palabras llegaban a él, a través de las miradas. Estaban destinados por alguna conspiración universal, a estar juntos, aun cuando entendían los obstáculos, limitaciones y condiciones de ambos, ante la envergadura e importancia de su familia, y de las condiciones de él mismo al respecto. Pero en ese momento ambos determinaron sin mediar palabra alguna, encontrarían la manera de alcanzar su unión, para el resto de la eternidad...

El tiempo que permaneció junto a ella, fue como eterno. La institutriz entendió la situación, aun sin haber emitido palabras por ninguno de los dos, que pudiera delatar ese sentimiento surgido a través de un encuentro fortuito o casual. Sin embargo la despedida fue como una dulce melodía de no acabar, de esas que en silencio, aun se escuchan gritos a lo lejos. De nostalgias a través de sublimes miradas, del sentir de dos corazones, sin contacto alguno, imposible de lograr en ese momento, prohibidos de intentar, porque la muerte pudiera ser inevitable al contacto con la realeza. Sin embargo, ya era imposible separar esas dos almas destinadas a una lucha permanente por esa felicidad noble, lejos de las decisiones políticas, existenciales, tradicionales, e injustamente en esos casos, injustificadas por considerar que el amor en esos tiempos, jamás pudiera ser una condicionante, ante las luchas por el poder, por la supremacía, por la hegemonía de una estructura social predominante en la historia misma de esa civilización...

El joven al día siguiente, le informó acerca de la solicitud del Emperador a su maestro. Este se encontraba en mejor estado de salud, había sido atendido, tal como lo exigió el monarca. El maestro preguntó a su discípulo acerca de las jóvenes, también sobre sus apreciaciones particulares, así como las exigencias del Emperador. Este le explico absolutamente todo. Entonces solicitó a su maestro, le permitiese atender de manera personal, el diseño de las joyas para la sobrina del monarca, con la finalidad de dedicar gran parte del tiempo en hacerla, en mostrar su mejor propuesta, acorde a la belleza de la joven. El maestro le pareció una buena idea al principio, pero luego le preguntó - ¿Porque tanto interés en esa joven? - Entonces el solamente emitió una expresión - “la belleza de un alma, jamás será sustituida por cualquier joya del mundo, pero una joya finamente adecuada, solamente ha de ser para un bella alma”...

Fue entonces cuando su maestro entendió que esa joven había causado un impacto muy profundo sobre su discípulo. El maestro solamente le manifestó - “Tú debes ser muy cauteloso y discreto” - El Emperador es mi amigo personal, pero no permitirá que cualquiera intente acercarse a sus más apreciadas hijas, incluyendo a su sobrina - Sé que ella es muy hermosa, la conocí cuando era adolescente, y le manifesté al Emperador, que su belleza trascendería en nuestro pueblo y su imperio. Fue cuando él me indico que había un plan para ella, cuando llegase su momento, y que nada, ni nadie, podrían impedir el plan que tenía concebido desde su niñez. Cuando se trata de estrategias y planes concebidos para mantener la hegemonía de su legado, él es capaz de cualquier cosa, incluida la muerte de quien se oponga o interfiera en sus planes. Ten cuidado…

Semanas después, las piezas y los atuendos fueron mostrados al Emperador, tal como se estaba previsto. Convocaron al maestro y su discípulo a una breve reunión en el palacio imperial. El emperador quedó muy complacido con los trajes primero que todo, los brazaletes, y las demás joyas elaboradas para los atuendos. El atuendo de la hija era de lana de alpaca, muy fina, de color blancuzco con rojo, destacando el color de su tez del rostro. El atuendo de la sobrina era de color beige con verde, destacando su larga cabellera clara y el color de sus ojos acaramelados. Cuando el discípulo sacó las piezas especiales de manos, hechas en el más delicado y puro oro para cada una de las jóvenes, el Emperador quedó asombrado de los anillos. El de su primogénita era una pieza única, con una piedra roja muy emblemática y sobresaliente, que guardaba concordancia con los zarcillos, la gargantilla, los brazaletes y la túnica de la joven. Sin embargo sus ojos brillaron cuando pudo apreciar los anillos de su sobrina. Un par de serpientes enlazadas y muy bien contorneadas, adaptadas a esos dedos largos de la joven dama. Con detalles muy elaborados sobre el cuerpo de las serpientes, su cabeza estaba formada por la unión de los dos anillos, terminando en dos pequeñas piedras preciosas extrañas, de color verde, poco vistas en la región, quienes hacían de sus ojos. Al separarlos con delicadeza, podía ver la inscripción del nombre de la joven Princesa, al igual que los otros anillos. Pero en este caso, el anillo destacaría sobre las delicadas manos de su adorable sobrina. Felicitó personalmente al maestro, y este simplemente asintió su cabeza sin emitir ninguna palabra. Así lo había solicitado su discípulo...

Cuando las chicas se presentaron en el gran salón, llegaron con la institutriz quien acompañó a la sobrina inicialmente al recinto, la vez anterior. Esta miró de reojo al joven y con su mirada, dejo todo en claro para el joven. El Emperador les solicitó probasen los atuendos en su presencia. Les pidió a los demás presentes se ausentaran temporalmente del salón. Quedaron en el recinto el monarca, la institutriz y el maestro. La institutriz ayudó a colocar cada atuendo, accesorio y piezas, por instrucciones del maestro. Al terminar de vestirlas, ambas jóvenes mostraron su mejor sonrisa a su querido padre. Este quedó sumamente complacido, aun cuando su sobrina destacaba en belleza y porte con su primogénita. Sin embargo emitió un veredicto de sorpresa y asombro de belleza por igual en ambas jóvenes. Ellas quedaron agradecidas y contentas con su manifiesto...

Luego de eso, solamente quedaban por hacer algunos pequeños ajustes en los trajes de ambas. Las joyas quedarían aún en manos del maestro. Necesitaba pulirlas un poco más y dejarlas en custodia hasta llegase el día del evento. Entró nuevamente el discípulo al recinto, a solicitud del maestro y permiso del monarca, para guardarlas en los compartimientos donde originalmente venían. Al entrar al salón nuevamente, las jóvenes estaban por salir a través de otra puerta, pero ambos jóvenes pudieron verse discretamente, y en sus miradas hubo alegría, fuego, seducción y placer, por volverse a ver una vez más. Nadie notó esas miradas, excepto la institutriz...

Restaban veintiún días para el acontecimiento, para el evento familiar y la presentación de las jóvenes para la dote. Únicamente esos futuros amantes, posibles destinos de vida cruzadas, dispondrían de esos veintiún días, para determinar o intentar cualquier deseo de escapar, juntarse, o tal vez mirarse por última vez. Sin embargo sus propios destinos y el universo mismo, les tenía preparado una jugada, que jamás pudieron ni remotamente imaginarla llegar...