Y en las dunas deje mi alma sedienta, y ansiando otro
encuentro…
Eran de esos días atenuantes y de
un calor insoportable. Las temperaturas más altas hasta ahora, habían alcanzado
los 47º C, y se presumía que incrementaría aun más. Debía realizar la última
jornada de búsqueda programada. Estaba en la agenda, y no había como cambiar
circunstancialmente la fecha o dicha búsqueda. Pero había algo que me alegraba,
en dos días finalizarían estas jornadas, retornaría a la ciudad para tomar los días
libres que correspondían a mi itinerario, y descansaría así un poco. Era la
creación de un paréntesis perfecto, y así aliviar en algo la tensión, y esta
cantidad de trabajo acumulado. Lo tomaría para salir a beber con algunos amigos
y amigas, y tal vez volvería al ruedo, a buscar a mi alma gemela, en total relajación y desconexión total del
trabajo, jajajaja...
Mientras allá a lo lejos,
adentrándose en las explanadas y suaves ondeantes arenas del desierto, los días
transcurren como siempre. Llenos de un intenso brillo a través de la luz del
sol, de un calor irreverente, vientos y sonidos cual melodía armónica, como
quien llama a las angustiantes almas, a los deseos penetrantes de manantiales con
vehemencia al calor subliminal, de espejismos a lo lejos, de rastros con ansias
que al alba se diluyen en el horizonte, como siluetas encantadas y embrujadas
de cuerpos sedientos de...
Antes de partir a la jornada, debía
verificar los equipos, mis provisiones y las herramientas que necesitaría, por
si algo le sucede nuevamente al 4x4. La última vez estuvo algo difícil salir
del aprieto en que estuve casi enterrado. Por lo menos dispongo de suficientes
equipos alternativos para afrontar cualquier inconveniente. Todos dicen que mi
problema es que siempre voy solo a estas jornadas. Y así hasta ahora lo he decidido.
Yo prefiero estar solo, que acompañado de alguien quien me dé más problemas de
los que ya tengo. Mi equipo de ubicación satelital, me facilitará la tarea de
ubicar los lugares que debo explorar. Según el mapa de localización, hay un
oasis algo relativamente cerca del sitio, y así podre abastecer agua del pozo y
un disfrutar al resguardo, en el medio de la nada...
Y de la nada salen esas almas,
quienes cabalgan sobre las arenas, a veces al caer la tarde, al ocaso de un
extenuante y ardiente sol de verano, en aquellas noches oscuras, quienes surcan
como bandadas de aves extrañas, que vuelan a ras del horizonte ocre, con hambre
sigilosa, con gritos silentes avisando desde lejos, vamos a la caza, vamos
inhalando suspiros efervescentes, de misteriosos aromas, con sabor a dulce
sangre, a pasión desbordante, a extraños placeres de romances, sobre las dunas
inmensas, llenas de pasión y locura atorrante...
Revisado todo, solamente quedaba
completar el combustible del vehículo, y cargar el tanque adicional, para así
garantizar no faltase combustible, por si fuese a extraviarme en alguna de esas
laderas de arena. Nadie sabe jamás que pudiera pasar en esa inmensidad. Tal vez
durante el día es insoportable perderse, pero en la noche puede ser aún peor.
Solo podemos guiarnos por las estrellas. Tal como siempre lo han hecho los
beduinos a lo largo de miles de años de historias en la extensión del desierto.
Algo he podido aprender de ellos. Es su paciencia y perseverancia ante las
dificultades que ofrecen las arenas de estas dunas. Se dice desde tiempos remotos,
que las arenas nos hablan, nos escuchan, nos dan señales, nos indican la ruta si
nos perdemos, que hay almas que no te abandonan, y cuidan de ti, te embrujan, pero
también se dice que si no eres agradecido con su majestad, también ese mar de
arena sedienta de llantos y siluetas, te pueden devorar, y nadie logrará jamás
encontrar restos de ti, ni señales de nada. Son los misterios de las arenas,
son las historias, fábulas, cuentos y relatos de fantasías, que pasan de
generación en generación, para así preservar la rica cultura, de una sociedad
mágica, sedienta, siempre de extraños ritos, costumbres y hechizos...
Y desde no tan lejos, sin saber
dónde, cómo y porqué, alguien observaba a un chico solitario, a punto de tomar
ruta hacia un destino no previsto. Miraba su silueta genuina y despierta,
observaban a un hombre, de esos que a veces pasa desapercibido ante otros, de
esos seres humanos que tal vez oculta sabiduría, temple y audacia. Alguien
suspicazmente había inhalado esos aromas a deseos, aromas a secretos inherentes
al romance oculto y salvaje, aromas al dulce néctar con apetito sexual
desinhibido. Y las dunas serian el escenario perfecto para una aparición al
ocaso, un secreto guardado solo para aquellos quienes tienen el don suprimido y
oculto, acerca de las llamadas de las almas, acerca de los secretos de
fantasías sutiles, de esos amores eternos, de amores aun no escritos, sobre las
amplias dunas, de un desierto lleno de secretos y encantos...
Al estar casi listo para partir
rumbo hacia la ruta establecida, y cumplir de esta manera mis obligaciones, sentí
cierta sensación extraña. De esas que te erizan la piel. Como si alguien me
estuviese observando, o quizás esperando por alguna señal universal. Miré hacia
diversos lugares, buscando signos de ello, intentando descifrar a través de las
miradas, de esos ojos extraños, quienes nos ven como seres de otro mundo. Sin
embargo no había ningún semblante ajeno sobre las personas a mí alrededor.
Siempre era lo mismo, salvo esa cierta sensación extraña y particular. De
repente a lo lejos pude percatarme de algo diferente, pero ligeramente pasó muy
rápido. Era la silueta de alguien quizás joven, pero no logré enfocar bien sus
rasgos. Todo pasó muy rápido. Tal vez la paranoia acerca de sucesos o
encuentros deseados, de esas fábulas y relatos contados por amigos muy cercanos
a estas tierras, quienes me han anunciado presagios acerca de mis aventuras en esas
noches solitarias, a través de las misteriosas y densas dunas, bajo el augurio
de las estrellas, quienes conspiran con el universo, en noches únicas y
embriagantes. Pero eso, eso son cuentos y leyendas, que aún entiendo forman
parte del argot popular, y de costumbres arraigadas por estas regiones, de
almas vivientes, de seres diversos, y de gente de estos pueblos…
Y realmente no tenía la menor
idea, de lo que esperaba a lo lejos, más allá de su imaginación, de sus
creencias, y de los misterios ocultos bajo las arenas, y que surgen solo a
aquellos elegidos, al ocaso del sol en los veranos de tierras de encanto, en
noches oscuras, bajo la mirada secreta de las estrellas, y de almas sedientas,
de sangre, de amores y romances, destinados a ser parte de las leyendas
escritas, sobre las densas dunas, del desierto y sus sortilegios delirantes...
Y al partir él rumbo a su
destino, desde la distancia discretamente ella lo vio alejarse. Sonrío con
picardía y de forma misteriosa, y comenzó a tararear una singular melodía, que
susurraban también algunos pobladores en las calles, cuando el 4x4 pasaba por los
caminos de salida, por esos canales empedrados, llenos de arenas, de mucha gente,
de misteriosas miradas, de sonetos y de encantos, pocos conocidos por un hombre
con sus propias creencias, quien no comprendía las letras, quien asumía eran
sus ritos, pero sin saber, eran cantos para él. Un hombre con el alma abierta,
y aun sin realmente descubrir, acerca de unos secretos, acerca de esos
misterios, que se revelarían allá, al adentrase en ese desierto exuberante y
definitivamente excitante...
Durante la marcha en el 4x4,
meditaba, pensaba e imaginaba, acerca de esos pensamientos fugaces, de mucho
tiempo atrás, y de sus intentos por encontrar un alma gemela, una fémina
sedienta, con los mismos sentimientos y gustos por las aventuras, en esas rutas
extrañas y de encuentros vehementes, de salvajes interludios, a la luz de las
estrellas, sobre sabanas de seda, colocadas sobre arenas al descubierto, apenas
una luz visible, para brindar con vino, por un romance a los vientos, y como testigo
un majestuoso universo, con interminables besos, ternuras, caricias y
seductoras noches interminables, hasta la luz del alba, sin saber si acaba, sin
saber si continua, sin saber que ha de suceder después, pero con los deseos de jamás
terminar realmente...
Lo excitaba las tentaciones
vertiginosas, solo imaginar esas escenas en su mente, acerca de noches intensas,
su adrenalina subía a mil por ciento, su pecho irradiaba saltos sin control, su
ser interior se alteraba de tal manera, que era inevitable apenas tocarse, y solo
comenzaba a ver siluetas extrañas a lo lejos, espejismos sobre las arenas, el
desierto marcaba la ruta a su destino incierto, sin saber lo que acontecería al
final de la tarde, con esos espasmos de erotismo, y sediento de romances
perversos, bajo las estrellas de Venus y la imaginaria compañía de esa mujer de
sombras y deseos ardientes, al calor del verano y bajo las historias que se esconden
bajo ese manto arenoso...
Al llegar a su primera parada, su
localizador marcaba el punto de perforación escasamente a tres metros de su
llegada. Apago la marcha del vehículo, bajo los equipos, armó una tienda de
campaña temporal, para así dar sombra sobre el área de trabajo, y comenzar a
realizar sus labores. El calor lo sofocaba, sin embargo es su trabajo. Se
hidrataba constantemente, para evitar debilitarse y continuar lo programado.
Aún tenía dos paradas adicionales y luego al final de la tarde, tenía previsto
alcanzar el oasis que marcaba el GPS, para proveerse de agua y refrescarse un
poco, a la sombra de las palmeras del desierto...
Y al levantar la mirada hacia el
horizonte, continuaba viendo destellos y espejismos, formas atenuantes y
desbordantes, de mujeres en el espectro, como quienes llaman a su alma,
buscando desde muy dentro, seducir con encantos, las burbujas de un amor
efervescente, que nace desde muy adentro. Ya estaba acostumbrado a ver a lo
lejos, esos espejismos extraños, muchas veces asociados a pensamientos del
momento. La mente engaña, pero aun más los deseos de creer una realidad
intangible, en el incandescente calor del desierto. Pero ella realmente lo
estaba siguiendo, era el elegido...
Pudo culminar las tres paradas
previstas en su agenda, realizó los trabajos en cuestión. Recabo la información
y las muestras tomadas a diferentes profundidades. Eso le permitió pasar por los
equipos, la información vía satélite, para confirmar a la oficina central, la
ejecución del plan de acuerdo con su asignación. Ahora debía continuar la
marcha al oasis, el ocaso del sol radiante ya se iniciaba, y antes de caer la
noche debía alcanzar el sitio establecido de descanso y reposo...
Durante la marcha al oasis,
continuaba observando las mismas siluetas extrañas y seductoras, a lo lejos del
firmamento, como si le estuviesen enviando señales de avistamiento. Como si
interpretara que lo estaban vigilando o cuidando. Y sus ansias nuevamente
afloraron repentinamente, comenzó a vibrar de emoción y volvió otra vez esos
deseos ardientes. Se excito de solo pensar que al llegar al oasis, se desnudaría
y se metería en el manantial de agua, a saciar ganas, aunque estuviese solo en
el medio de la nada. Pero no estaría solo, y menos en el medio de la nada.
Justamente, de la nada saldría ese encuentro salvaje y envolvente, sin darle
tregua a pensar en más nada...
Al llegar al oasis, apagó el vehículo,
se quedó un momento tras el volante, solo pensando en el medio del estupor
incesante, que le estaba pasando a su semblante. Está bien quien imagina
escenas, o sueña despierto, acerca de anhelos por romances de cuentos, de
historias, o de leyendas en el medio del desierto. Pero por otra parte, siendo
lo bastante racional, simplemente la soledad y las ganas, lo llevan a intentar creer
parte de esas historias. Bajó del vehículo y decidió armar la tienda de
campaña, lo más cerca posible del 4x4 y del manantial. Pudo percibir que se
encontraba solo. No había señales, ni de beduinos a lo lejos. Iba a ser una
noche mágica y tranquila. Pero estaba lejos de eso...
Descargó una pequeña planta
generadora de energía, la conectó al vehículo y disponía de luz necesaria para
realizar las tareas de una noche en sana paz y tranquilidad. La noche pintaba
estrellas de diversos tamaños e incandescencias. Se quitó toda la ropa y salto
al pozo de agua limpia, tal como lo imaginó. Al sentir el agua en su cuerpo, parecía
como si nuevamente volvía a una vida en paz, bajo un letargo sin espaviento,
después de un largo tiempo y en un escenario envidiable para muchos. Tomo el
baño con calma, se relajo, se dio algunos masajes superficiales en el cuerpo, y
volvió a sentir deseos de estar junto a alguien. Hablaba en voz alta con las
estrellas, susurraba con cantos que ni siquiera él podía entender. Simplemente
todo salía de su alma. Y ella simplemente lo veía desde lejos, seductora y con
ansias de abordarlo pronto, pero aún no era el momento...
Extrañas luces desde el cielo,
cruzaban con armonía, cual melodía interpretada por el majestuoso universo,
anunciando tiempos de encuentros, momentos de fantasías. Escuchaba a lo lejos
una dulce sintonía de magia y candor especial. Imaginaba que todo estaba en su
cabeza, en su espíritu, en su escondida alma. Eran los llamados secretos y
abiertos al don de su ansiedad y necesidad de encontrase, con ese ser jamás
imaginado antes. De pronto ella apareció de la nada, con una manta de seda
blanca sobre su esbelta figura, de larga cabellera suelta, un manojo de
pulseras doradas en ambas muñecas, apenas un cordón de seda ocre cruzaba, su delicada
vestimenta. Sus protuberantes senos perfectos, la silueta de una dama de cuerpo
sugerente, labios pronunciados y de rojos carmesí, como la misma sangre viva.
Descalza y de suaves pies y manos, ingreso como sedienta, con ansias de ser poseída,
sin mediar palabra, sin pedir nada, únicamente colocando su mano sobre los
labios, para que él no dijese nada...
Comenzó el ritual soñado, se
inicio una intensa batalla de seducción y sentimientos, entre dos seres de
almas al descubierto. Manos llenas de pasión y deseo, tocándose al unísono cada
parte, cada lugar, cada sitio de pieles erizadas por emociones de un romance
perfecto. Besos angustiantes, apasionados, seductores, ahogados en el dulce néctar
de bocas sedientas, descubriendo y exigiéndose más allá de sus candores en
silencio. Sinuosos movimientos de fusión y erotismo a la luz de las estrellas.
Él veía al cielo, la veía a ella, penetraba a través de sus ojos, en el alma
ajena, de una hermosa y extraordinaria Princesa, quien salió de la nada, quien
la imaginó en sus sueños de aquellas noches en vela, en medio del desierto, y
ahora no podía creer que estaba sucediendo...
Ella se aferraba a su endurecido ser,
como roble brotando de un manantial a flor de piel hasta más no poder. El
acariciaba tiernamente sus protuberantes senos, los lamia, los besaba, los acariciaba
hasta alcanzar los gemidos angustiantes, de esos pedimentos exacerbados de más,
y más pasión, locura y deseo. Ella lo acariciaba sin dejar un lugar al
descubierto, lo besaba intensamente por todas sus partes, sin cansancio, sin
dejarlo respirar, hasta ahogarlo en su brillantez y ansiada felicidad. Sus
movimientos frenéticos jadeaban al son de las melodías en un silente parpadeo,
de luces en el cielo...
Desnudos y sin inhibiciones en
una noche solitaria, el tiempo no contaba, sin límites en sus afectos, en sus
intensas pasiones, en sus manos sedientas de atorrante locura y salvajes
acciones de amor irreverente, el clímax de ambos se intensificaba, se repetía sin
descanso, como si hubieran nacido, para dejar el alma al descubierto, en las
densas arenas, de un cuento más, de esas historias de amor extrañas, en las
noches frente al desierto. Ella lo miraba sin pronunciar una sola palabra. Él
deseaba tanto tenerla para siempre, anhelaba saciar todo su fuego, toda su alma
en ella, incesantemente la extasiaba con su amor salvaje y delirante. Cambiaban
posiciones, buscaban sus mejores dotes, ella y su feminidad hermosa y
atrayente, el logro saciar su masculinidad de manera irreversible, sus jadeos y
gemidos, con gritos en silencio, con angustias y tormentos, siendo vistos por
todo el universo, bajo la conspiración de las estrellas, solo dejaban fluir
manantiales de amor entre sus venas. La sangre de ambos corría libremente a
velocidad extraordinaria, a través de sus cuerpos, se sentían ambos como seres
imaginarios sin desdén, sin miramientos, sin posibilidades de ceder un poco en
sus angustiantes momentos. No había un mañana, solamente estaba la noche
entera, estaba el sueño hecho realidad, estaban ambos satisfaciendo un deseo
elegido en la universalidad de una vida en las arenas...
Ambos dejaron todo de cada uno de
ellos, muy dentro de cuerpos agotados, sin sufrimiento, sedientos de esos
romances de cuentos y leyendas, bajo el cielo abierto, y testigos fueron sus almíbares,
que intercambiaron y fusionaron su sedosa miel alabada con la magia de las
arenas. Dentro de las aguas mágicas de un manantial, en el medio de la nada,
donde nadie más escapa, a los designios de sueños inimaginables, donde solo los
elegidos, tienen la oportunidad, de brindar, saciar, compartir y entregar toda
su alma, y dejarla como una marca indeleble, sobre las tierras arenosas, de una
cultura ancestral, de un amor incuestionable, eterno y memorable, quien quedó
marcado, por una noche de locura, pasión, fusión y deseo, al alba de un sol
radiante, quien ha de anunciar, un capítulo nuevo, una historia más de un
romance perdido en el tiempo, y retornado a su ciclo vital, en esa noche
elegida no por azar, sino por las vertientes de un destino, escrito desde el
más allá, desde el universo mágico, sellado con esa señal...
Y al despertar, salió a buscarla rápidamente,
salió desesperadamente gritando, por su Princesa de las Dunas, por su amor
eterno del manantial, por su alma viva, a quien dio todo por amor, a quien
desea verla nuevamente con pasión, y por quien daría la vida sin cuestión. Pero
simplemente quedo el cordón, esa cuerda ocre, suave, con fragancia a su piel,
con sabor a una mujer, quien le entrego su alma, y a quien tal vez, nunca más ha
de volver a ver...
Y en la siguiente historia, continuarán más tentaciones...