El Príncipe y el Mercader, se
reunieron en la tienda temporal levantada, al arribar cerca de los
secuestradores de las chicas. No quedaba mucho tiempo, era cerca de la media
noche. El cansancio acumulado del viaje los tenía extenuados, pero ambos sabían
que las oportunidades, únicamente se presentarían al alba, una sola vez, y eso
sería, para la vida o para la muerte, de algunos, incluidos ellos. Todo el
grupo estaba comprometido con el Príncipe y el Mercader. Si había que dar la
vida por la causa, dejarían todo en manos de Alá y del Creador...
Alhaayt estaba muy cerca del
oasis. El flamante corcel aminoró su marcha, y unas pocas millas adelante, se
detuvo cautelosamente, como si supiera que estaban entrando en territorio
hostil. Alhaayt no sabía qué hacer, intento hacer que el caballo continuase,
pero este se rehusó, volteo su cabeza, intentando decirle a su amo, “hemos
llegado, es hora de bajar…”
Logró avistar a lo lejos un
hombre, montado en unas rocas, estaba como fumando o inhalando algo. Lo
distinguía por la leve luz que arrojaba el cerillo sobre su cara. Pero también
pude percatarse de su arma, era un vigía. Sigilosamente bordeo su ubicación,
para descubrir luego las tiendas abajo, muy cerca de las palmeras, hacia el
centro del oasis. Después vio otro vigía a lo lejos, cerca del costado este del
área. Pero solo estaba observando las estrellas. No sabía qué hacer, sin
embargo decidió esperar y de esta manera, intentar meditar, ¿Por qué el caballo
logró traerlo hasta este remoto lugar?...
Alanna-Zuhi a pesar de su
cansancio, decidió abrazar y dormitar a su pobre hermana. La consolaba,
acariciando su larga cabellera y orando, esperando que al amanecer, hubiera
algún cambio acerca de la situación de ellas. Sus ropas ya emanaban olor a
cansancio, a miedo, a días bajo el ardiente sol de las arenas, a extenuación. Tenía
la fe y esperanza que algo sucedería. Un presentimiento extraño, pero algo le
decía que pasaría. Extrañamente tuvo un pálpito, un sobresalto, miró a través
de la tenue entrada a la tienda, como si alguien estuviese cerca, esperando por
ella, esperando una oportunidad para su rescate. Y no precisamente pensaba en
su padre. Era otra señal. Era alguien muy cercano, pero sin saber realmente
quien pudiera ser...
El Corcel estaba inquieto, pisaba
fuerte con sus patas delanteras, como tratando de decirle algo a Alhaayt. Este
trataba de calmarlo y apaciguarlo, pero presentía que la hora menguada, estaba
por llegar. Muy dentro de su alma, algo le decía estaba en el lugar correcto,
aunque sin saber el por qué y la razón de todo esto...
Seis de los hombres más leales al
Príncipe, partían a neutralizar a los vigías apostados en cada uno de sus
lugares. Iban con mucha cautela, armados con los sables y cuchillos, para
evitar hacer ruido en la tensa noche. La luz de las estrellas iluminaba, no
había ruido alguno, apenas el suave murmullo del viento sobre las arenas, el
sonido de las palmeras y el desplegar de las telas en las tiendas, interrumpían
esa calma nocturnal aparente. El plan había iniciado, y debían tomar por
sorpresa antes del alba a los secuestradores, para poder abordar a todo el
grupo de beduinos, y salvar a las chicas, de cualquier sorpresa de último
momento...
Alhaayt desde su apostado lugar,
comenzó a detectar actividad en los alrededores. Se alarmó y el corcel, como
por arte de magia, posó su cabeza en su hombro, sorprendiéndolo al mismo
tiempo. Entendió que aún no le correspondía intervenir, sin embargo se percató
al instante, de un movimiento extraño en una de las tiendas. Alguien estaba
ingresando de manera sospechosa a una de ellas. Realmente no sabía quién estaba
dentro, pero un enorme sobre salto llegó a su corazón. Vio al Corcel y este lo
impulsó a bajar hasta las tiendas. Solo alcanzó a tomar una daga
extraordinaria, que estaba a un lado de la silla del Corcel. Con una empuñadura
dorada, y una escritura antigua, que decía “Quien vive al viento, nunca muere al
intento”...
A la tienda de las chicas, ingresó
de manera repentina uno de los compañeros más letales del grupo. El segundo al
mando, y quien desde el inicio del viaje, veía a Alanna-Zuhi de manera
perversa. Sacó un enorme cuchillo, se acercó sigilosamente, viendo a las
hermanas con ojos de maldad y desenfreno. Un hombre de mal aspecto, cruel y
dispuesto a todo, aún cuando sabía, que si su amo, detectaba en él, algún
intento de desobediencia, tenía muy claro, eso le costaría la vida. Pero sus
ansias de poseer a Alanna-Zuhi, estaban cruzando la línea entre su lealtad, a
sus propias ansias...
El Príncipe y el Mercader
esperaban por el aviso de sus emisarios, para bajar directamente a las tiendas
de manera intempestiva, al punto de poder dar la sorpresa en el acto, y así
evitar una reacción de los beduinos, en el intento de contrarrestar sus
acciones. El grupo de ellos era más numeroso que el de los secuestradores, y
eso era una ventaja al momento del abordaje sobre el área. El primer vigía
apostado en las rocas, fue neutralizado de inmediato, los emisarios lograron su
cometido. El vigía que se encontraba más alejado, estaba un poco más complicado
abordarlo por sorpresa. No había donde poder esconderse. Entonces los hombres
decidieron urdir un plan, que posiblemente los ayudaría a neutralizar al
hombre. Uno de ellos se enterraría en las arenas, el otro intentaría
distraerlo, para buscar lo persiguiese, tal como lo hace un cazador a su presa.
El plan era llevarlo hasta el otro, para poder tomarlo de sorpresa...
Alhaayt estaba detrás de las
tiendas. Podía escuchar los ronquidos de algunas personas dormitadas, pero a la
tienda donde había entrado el sospechoso, apenas podía ver una luz muy tenue.
Era la luz del farol a la entrada de las tiendas, y escasamente lograba ver la
silueta de alguien, quien portaba algo en la mano. Un hombre corpulento
presumía Alhaayt. Pero nada le impediría indagar sigilosamente, rasgando con su
puñal, la tela de la tienda. De pronto escucho el Corcel entrar a tropel al
área, enérgico, obligando a los otros animales a inquietarse y tratar que soltasen
sus amarras. Despertó a todos en las tiendas, Alhaayt se quedó inmóvil, esperando
cautelosamente. Nadie lo podía ver aún. Salió el Jefe del grupo, gritando y
alertando a todos. Su primera orden fue tomar las armas y desplegarse alrededor
del área. De pronto ve salir de la tienda de las chicas a su segundo al mando.
Lo confrontó directamente. En su propia lengua le decía a su jefe, “fue una
maldición haber traído a estas infieles con nosotros”. Continuaban discutiendo,
algunos animales lograron soltarse, y salieron cabalgando por las dunas, en esa
noche ahora intensa y desbordante...
Ya estaban dos de los vigías
neutralizados. El tercero bajo intempestivamente hasta las tiendas, dado el bullicio,
y dejando abierto ese acceso. Justamente por ese lugar, entraba el resto del
grupo. El Príncipe, el Mercader y los demás, cabalgaron a galope, mientras que
dos grupos más de forma simultánea, ingresaban por los otros flancos. El jefe
de los beduinos estaba en una pelea con su segundo al mando, le clavo
mortalmente la daga por un costado, cayendo en sus pies, para luego asestar la
puñalada final. Las chicas intentaron salir, pero el temor las coartó. De
repente voltearon y vieron alguien rasgar la tienda por detrás. Un joven no
perteneciente al grupo. Se miraron a los ojos, Alhaayt y Alanna-Zuhi, ambos
sintieron algo extraño muy dentro de ellos, pero no tenían tiempo de hablar.
Así que las insto a ambas, a seguirlo, saliendo rápidamente, mientras afuera
había una pelea desaforada, por atacar y defender, sin saber que estaba
sucediendo realmente de manera sorpresiva...
El Corcel Negro, brioso, elegante
y realmente enfurecido, obligaba a los otros animales a salir corriendo y huir
del lugar. Era el liderazgo de un animal, quien se presentaba como el amo del
territorio, obligando a su manada a obedecer. Era algo asombrosamente
increíble, por un lado un animal hermoso ayudando a un rescate, quizás no
previsto para él, o tal vez urdido por el supremo. Y por otro lado, un plan de
rescate, con una variante conspirada, a través de los misteriosos planes del
universo. Y entonces todo era confuso al mismo tiempo. El Mercader buscaba por
todos lados a sus hijas. El Príncipe luchaba una batalla con la valentía de un
guerrero, nacido de una estirpe ancestral. Igualmente buscaba entre la
oscuridad, rastro de las chicas, sin saber a quien buscaba, pero sabía también,
ellas eran las únicas mujeres en ese grupo de delincuentes...
El jefe del grupo de beduinos,
logro apenas salir a través de las rocas, ensangrentado por la lucha con uno de
los suyos, y por la pelea con otros guerreros del grupo sorpresivo. Logró
alcanzar a ver a un joven huyendo con las dos chicas. Aceleró el paso para
intentar cortarles el paso, antes de llegar arriba a dunas abiertas,
presumiendo allá los esperaban caballos. Alhaayt tenía tomada de la mano a
Alanna-Zuhi y ambos sentían una conexión extraña en la huida, y la hermana corría
delante de ellos, asegurándose de no quedase rezagada en la huída...
El Príncipe fue avizorado por uno
de los suyos, de lo que estaba sucediendo arriba, cerca de la cima de las
rocas. Tomo su caballo y salió galopando hasta la parte superior. El Mercader
logró ver en su lucha, a sus hijas a lo lejos. Hizo lo mismo con la ayuda de los
suyos. El jefe de los beduinos logró interceptar a Alhaayt arriba, con la daga
en una mano, y un gran cuchillo en la otra. Alhaayt se colocó al frente, para
evitar las chicas fuesen agredidas. La hermana menor comenzó a gritar de manera
eufórica. El hombre intentó amedrentar con fuerza y coraje a Alhaayt, pero este
no se inmutó. Sentía una valentía extraordinaria, y a pesar de la situación,
mantenía la calma, con su daga que brillaba al alba en mano, ante la mirada efervescente de un
enemigo desconocido. El Príncipe llegó al momento, y bajo intempestivamente de
su caballo con sumo brío, desafiando al hombre con su largo sable, quien sentía
impotencia al estar solo, frente a dos hombres con voluntad para eliminarlo...
La lucha seguía intensa en el
campamento, el ruido de sables y cuchillos, inundaba la noche. El Corcel
relinchaba bravío, ahuyentando a quién osaba acercarse para intentar apaciguar
su furia. De pronto salió en carrera hasta el área de las rocas, para llegar
hasta su amo Alhaayt. El Príncipe confrontó directamente al enfurecido hombre,
pero prontamente llegaron dos contendientes más. Dos de los más aguerridos
hombres del jefe del clan de los beduinos. Se estaba equilibrando la lid entre
los hombres. El Mercader estaba arribando en su caballo, para intentar sacar a
sus hijas de la lucha, pero era imposible llegar hasta ellas...
Alhaayt en la arena, combatía
férreamente contra uno de los beduinos. El Príncipe luchaba a muerte contra el
jefe. El Mercader hacia lo suyo con el otro. Las chicas muy atemorizadas, pero
detrás de Alhaayt. El Corcel embistió contra todos, logrando aislar
temporalmente a Alhaayt, la hermana menor asustada, logró soltarse de
Alanna-Zuhi y salió en carrera, risco abajo nuevamente. Su hermana fue tras
ella. Alhaayt momentáneamente se descuidó y recibió una herida en uno de los
brazos. El Corcel al ver a su amo herido, embistió con las patas delanteras
sobre el beduino, aplastándolo sobre las arenas. El Príncipe luchaba arduamente
contra un hombre casi invencible, pero tampoco cedía terreno. El Mercader se
encontraba a punto de ceder en la pelea, entonces entró en su apoyo Alhaayt,
cuando vio lamentablemente al Príncipe ser asestado por un zarpazo del sable
del jefe. Este intentó asestar el golpe final al Príncipe, pero el Corcel lo
evitó, saliendo herido mortalmente el valiente animal...
En el área cercana a las tiendas,
aún quedaban vestigios de la ardua lucha. Algunos pocos estaban siendo sometidos
por el grupo del Príncipe, para su definitiva rendición, dado el número
superior de ellos. Sin embargo el Jefe del grupo aprovechó la ocasión arriba, y
bajo tras las chicas en extraordinaria carrera, justamente por detrás de las
tiendas. Logró alcanzar a Alanna-Zuhi y la apresó, colocándole el cuchillo
sobre el cuello. Todos al percatarse de la situación, rodearon al hombre. Bajaron
el Príncipe y el Mercader inmediatamente para calmar la tensión del momento.
Alhaayt mal herido, logro discretamente bajar por detrás del hombre, para
intentar tomarlo por sorpresa. Aún se encontraba muy afectado por la muerte de
su hermoso corcel, pero era algo que no pudo controlar, a pesar de su ímpetu
por entender toda la situación...
De pronto una inmensa luz irradió
en la parte superior, detrás de las rocas, justo donde previamente hubo la
lucha entre ellos. Una luz misteriosa, opacando la oscuridad de la noche, sin
destello, solamente como si algo fuese a aparecer de la nada, pero realmente nada
apareció, solo la emisión de dicha luz y luego se dispersó a la brevedad. La
chica ante la situación, que dejó a todos perplejos, logró zafarse del hombre,
y se abalanzó inmediatamente sobre el beduino, Alhaayt. Forcejeando cuerpo a
cuerpo, con todas sus fuerzas, y evitando el cuchillo lo cortase...
El Príncipe malherido, pero aún
con mucho brío, intentó ayudar a Alhaayt, pero estaba muy cerrada la lucha
entre estos personajes. Alanna-Zuhi estaba muy cerca, tratando de tomar la daga
del Beduino, pero sabía que había mucho riesgo, sin embargo estaba más cerca
que el resto del grupo. De repente entre la lucha y el forcejeo, el Beduino
logro impulsarse con las rodillas, sobre el abdomen de Alhaayt, quedando este al
descubierto y casi asfixiado. Hábilmente el Beduino tomó la daga de la arena, para
intentar asestar el golpe mortal sobre el chico, pero Alanna-Zuhi al ver la
reacción del asesino, se abalanzó sobre el cuerpo de Alhaayt, para protegerlo.
Fue el fin, mortalmente alcanzó ser cruzada por el filo de la daga del Beduino,
a través de su hermoso y tenso cuerpo. Eso fue todo para la hermosa doncella...
El Mercader y su hermana gritaron horrorizados, y
este intentó abalanzarce sobre el Beduino, pero ya el Príncipe había hecho lo suyo,
justamente al mismo tiempo que él Beduino intentaba quitarle la vida al chico,
el Príncipe no se percató de la reacción de Alanna-Zuhi, y lo estaba cruzando
por detrás con su sable, para acabar con la vida de él también. No pudo evitar
lo sucedido. Alhaayt solo lograba ver la escena en cámara lenta, como si todo
estuviese escrito en esta historia, en una trama, nunca antes contada, pero
vivida en un momento inevitable...
Todo quedó en un tiempo
suspendido, una escena paralizada, sin ruido, sin jadeos, sin gritos, sin
viento, sin calor, sin frío, solamente en una noche estática, Alhaayt sin saber
cómo reaccionar. Llorando muy adentro, con su alma en pena, sin comprensión
alguna, sin entendimiento. De pronto llegaron recuerdos, todos al mismo tiempo,
mil y una imágenes de forma reiteradas, rápidas escenas, sus amigos de infancia,
sus aventuras, las colinas, las grosellas y las frutas en el bolso, su amigo al
filo del risco, el salto, la caída, su hermosa y adorada madre, su bello
rostro, sus palabras, su pueblo, sus inicios, y su cambio de rumbo a otra vida,
a esa a la que no logrará recordar jamás...
La presencia del Creador, quien a
lo lejos le hablaba, y Alhaayt solo escuchaba en susurro a su oído, palabras de
amor, de comprensión, de piedad, de armonía, de paz, ante semejante caos y
situación. Anonadado, perplejo, con los ojos desorbitados, su Maestro y
protector evitó entrase en pánico, confusión y alteración. No lo alcanzaba a
distinguir, no se podía mover, no podía ni siquiera emitir un grito de dolor,
pero su maestro le susurraba al oído, transmitiéndole tranquilidad y pasividad.
Alhaayt sentía sus manos en su cuerpo frágil y adolorido, pero le impresionaba,
que no estaba cerca de él. Ni siquiera podía distinguirlo. De hecho no tenía la
impresión de quien se trataba. Su Maestro se limitó a darle sus últimas
palabras, besarlo en la frente, y desearle lo mejor de su vida, en esta nueva
oportunidad, para expandir a unos nuevos horizontes, todas aquellas experiencias,
que nunca pudo tener, justamente por una razón superior, inevitable y
necesaria...
Eso fue todo. Había terminado el
periplo, bajo un escenario inimaginable para todos. El Mercader llevó a su
bella hija hasta su lugar de origen, con su esposa, con su familia, triste,
acongojado y aún desorientado, sin lograr comprender que sucedió. El Príncipe
lo acompañó en todo el trayecto de regreso, y permaneció hasta la sepultura de
Alanna-Zuhi, muy cerca de sus predios. Su madre y sus hermanas, no cesaban de
llorar, y de intentar consolarse entre ellas, hablando con Dios, acerca de lo
sucedido. Alhaayt estaba presente, sin emitir una palabra. Triste, confundido,
con su alma en pena...
Recordó algo del suceso, allá logró
ser atendido por todos en el campamento de los delincuentes, le curaron sus
heridas, le devolvieron la daga magnifica y le preguntaron quien era él. Pero
solo lamentaba no haber hecho algo más, por salvar la vida de la chica. El
Mercader agradeció sus esfuerzos y el Príncipe le manifestó su deseo de ser su
invitado a su caravana, para ir a palacio, por sus intentos en unirse a ellos,
y ayudar en la lucha al rescate de las chicas. Aún se mantiene en desvelo, sin
poder saber cómo logró de igual manera llegar, hasta ese paraje tan apartado de
las rutas comunes de las dunas...
Esa mañana, allá en el oasis, al
término de la lamentable escena de lucha y confrontación, el Príncipe levantó a
Alhaayt del suelo, desmayado y extenuado por esa lucha férrea con el beduino. Lo
llevó hasta una de las tiendas, lo asistieron, lo curaron, mientras el Mercader
preparaba a su hija fallecida, con tristeza, para regresarla a casa. Su pequeña
hermana desconsolada, no se apartaba de su pobre hermana mayor. El resto de los
fallecidos del clan de los beduinos, fueron enterrados en una fosa común, cerca
del oasis, para que las arenas en el tiempo, olvidaran su ubicación. Los que
sobrevivieron y se rindieron, atados, serían llevados hasta la justicia, por el
mismo Príncipe, para ser castigados a través de las leyes impuestas en su
sociedad, no la de las arenas...
Lo más insólito y extraño, es que
al subir hasta las rocas, no había rastro alguno del hermoso Corcel Negro. Era
como si este hubiese desaparecido al alba, como si nunca hubiera estado ahí, en
las luchas, en la muerte digna, de un animal que dio su vida, para así evitar,
la muerte en manos de ese criminal...
El Príncipe partió al poco
tiempo, despidiéndose con humildad y devoción de su amigo el Mercader, como
también de Alhaayt, reiterándole a este su deseo de ser parte de su familia. Rumbo
ahora a sus predios junto a su grupo, camino al palacio de su familia, de su padre,
y ahora para sí tener una extraordinaria historia y digna para contar. En la que
fue participe, dejando un recuerdo que será narrado en las dunas, durante mucho
tiempo. Y aún sin alcanzar el éxito total, le dejo una gran enseñanza de compañerismo,
lealtad, sufrimiento y nostalgia, en esa vida hasta ahora llevada. De los
suyos, solo perdieron la vida dos de ellos, que los dejaron sepultados en las tierras
del Mercader, como un homenaje a este, por haberles permitido ser compañeros,
en una aventura lamentable, pero jamás prevista hasta las lunas de esos días...
Alhaayt logró quedarse con el
Mercader un corto tiempo, aprendiendo de esta familia, parte de sus
tradiciones, de su cultura y de su religión, extraña para él, pero muy
placentera y enriquecedora. Solo apenas recordaba algunos de los sucesos en ese
campamento, y unas extrañas imágenes, recuerdos muy nublados, acerca de alguien
que estuvo muy cerca de él, luego de la lucha desenfrenada con el Beduino. Pero
el Mercader, le insistía y le aseguraba, no hubo más nadie ahí con él,
solamente ellos...
Poco tiempo después, con
nostalgia y entereza, Alhaayt decidió partir, a un rumbo desconocido, a una
aventura tal vez interminable, quizás buscando algo, intentando descifrar su
pasado, tratando de averiguar quién fue, quien es hoy, y quien será ese mañana.
El Mercader logró enseñarle todo lo necesario, para entender un poco más de la
vida, de los caminos extraños por donde ha de pasar, y las vicisitudes, a las
que deberá confrontar, para tratar de alcanzar sus anhelos, aliviar sus penas y
encontrar su propia felicidad, ir en busca de su propio destino...
Alhaayt quien nació en el pequeño
pueblo de Tebas, de la antigua Grecia, en los tiempos del joven Platón, y quienes
tiempo después, estos se convirtieron, en parte de la rica historia de la
cultura griega. Después de los sucesos de su adolescencia, pasaría a tener una
nueva aventura. Se convertiría en un ángel prometedor del Supremo Creador,
convirtiéndose este, en su Protector y Maestro, para viajar a través de ese
mundo espiritual, de ese universo infinito, aprender más allá de sus ansias,
más allá de su curiosidad y temperamento. Aprendiendo y ayudando a los
mortales, a salir adelante, en un mundo
terrenal complejo y contradictorio, pero logrando cumplir ante su Maestro,
todas sus tareas, durante un tiempo incuantificable e infinito, para luego ser
sometido, al paso de varios siglos, a una última prueba...
Esa que le permitió retornar como
un humilde mortal. Esa que le permitiría quizás vivir esas experiencias, tal
vez no como quiso hacerlo en su primera vida de adolecente, en su tierra natal,
o aquella, en su etapa espiritual de infinito tiempo, pero intentando entender,
comprender y continuar, que ahora en esta nueva oportunidad, que Dios le ha
regalado, más vale lo desconocido, siempre hacia una nueva aventura, a esas
sensaciones, a los sentimientos nobles, a los valores, principios y la fe
puesta, por encima de todas las cosas. Y entendiendo que en la vida,
simplemente trataría siempre, de saber apreciar todo lo que ha ella llegará,
sin prejuicios, sin condiciones, sin egoísmos, sin menosprecios, y continuar
adelante, a pesar de todos los obstáculos, que sobre este largo y hermoso
camino, ha de conseguir la ruta hacia su propio destino...
La aventura de Alhaayt ha de
continuar, pero quizás, ese es otro cuento...