Las alegrías de los ángeles llenan
de esperanza y sonrisas a esos inocentes niños, a esas inocentes niñas, que
integran la barriada, esa del alma, esa del último lugar, esa que quisimos, esa
que llevó a cuestas voluntades, sacrificios, sueños y anhelos, en la que el
tiempo solo y únicamente será testigo del hecho, quedando como legado en su
intento...
Las tristezas de los ancianos y a
pesar de sus esfuerzos, a lo largo de todos esos años de vida, llenas de
aciertos y desaciertos, de batallas ganadas y de recordadas derrotas, dejan un
sabor dulce, un sabor amargo, un no sé que de eso que quisiéramos, de aquello
que dejamos, sin arrepentirnos del deseo, del esfuerzo y de su propio destino...
Las alegrías en la llegada a la
barriada de esos recién bendecidos niños, de esas recién agraciadas niñas, que
prontamente saldrán del cascaron, caminando, corriendo, sonriendo, buscando
protección, buscando calor y buscando esperanza, para continuar la tradición,
la conducción y la renovación a un nuevo tiempo, a un nuevo amanecer...
Las tristezas de aquellos que
antes de tiempo se fueron a otra vida, a otro lugar, en otras circunstancias,
sin haber compartido los mismos sueños, las mismas esperanzas, el deseo aquel,
tal vez inocente, tal vez ingenuo o tal vez lleno del dulce almíbar de una vida
que pudo ser y quedó interrumpida en un tiempo efímero, fugaz e inevitable...
Las alegrías de esos logros, de
esas aventuras, de esas iniciativas y de esas pequeñas cosas que la vida nos
otorga, encontradas en el camino, llenas de emociones diversas y deseando en
ese lapso tan corto, permanezca para siempre, permanezca en el tiempo,
permanezca como testigo único, que llegó, se vivió y quedó para el recuerdo...
Las tristezas del fracaso, del
retiro, de esos intentos frustrados, de esas derrotas a veces inevitables,
inimaginables y hasta amargas, cuando menos lo esperamos, cuando están a la
vuelta de la esquina o una milla adelante, sin saber porque, sin saber cómo,
sin saber que nos llevó a eso, pero entendiendo mucho tiempo después, que tuvo
que ser así...
Las alegrías al escuchar historias,
de intentos alcanzados, de ilusiones cristalizadas, de sacrificios en el
tiempo, que permitieron cambiar el rumbo, encontrar el camino, construir un
mejor mañana, continuar la labor iniciada por esos visionarios empecinados en
demostrar con fe, amor y compromiso, que podían vencer para tener un mejor
mañana...
Las tristezas al recordar, al
rememorar, al mirar atrás, que tal vez se pudo hacer algo mejor, que tal vez no
hubo el esfuerzo necesario, que tal vez falto perseverancia, firmeza,
convicción y determinación, muy a pesar del brío, muy a pesar de las lecciones,
muy a pesar de las vivencias dejadas, muy a pesar de esas buenas intenciones...
Las alegrías y las tristezas, de
aquellos y de aquellas, las mías, las tuyas, las de ellos, las de nosotros, las
de todos y las de todas, las de ayer, las de hoy, las de mañana, las de siempre,
esas que llegan a veces sin avisar, esas que se desvanecen sin tan siquiera entender,
de esas que se quedan en la piel, de esas que nos marcan en el corazón, de
todas aquellas que siempre han de dejar una imagen, un olor, un sabor, una
sensación, un recuerdo, que se mezcla con el viento, que se une al universo,
que tal vez regresa mucho tiempo después, que tal vez vuelve a nacer, a
repetirse, a encarnar en los momentos inesperados, en los momentos más
intensos, y tal vez en los momentos más cruciales de una vida, de tu vida, de
nuestras vidas, de aquellas que anhelamos vuelva a suceder y de aquellas que
deseamos ni siquiera volver a recordar...
Las alegrías y las tristezas de
mi espíritu, de tu espíritu, de nuestros espíritus, de todos aquellos espíritus
que luchan día a día, que no se dejan vencer, que no se amilanan, que a pesar
de las circunstancias, son guerreros, son luchadores, son vencedores aun
perdiendo en las batallas, aún sacrificando con alma y corazón la vida, para
demostrar que no hay obstáculo, que no hay limitaciones, que siempre hay riesgos,
que siempre habrá fortaleza y que siempre existirá la fuerza, la determinación
y la esperanza, para celebrar ese triunfo, o tal vez para aceptar que nuevamente
volveremos a confrontarlo, para lograr con mayor tesón, con mayor vigor,
cambiar el rumbo, encontrar el camino, alcanzar la victoria, en esta vida o la
siguiente, y si no fuese así, en ese mañana que existirá, que está cercano o
que está alejado, pero que más tarde que temprano llegara, para continuar y
para una vez más demostrar que con persistencia, fe ya amor, esas tristezas se
convertirán en las alegrías mías, las tuyas, las de ellos y las de todos, en el
tiempo de hoy, en el tiempo de mañana, en el recuerdo, en todas esas historias
que volveremos a contar y que se volverán a escuchar tiempo después...
Las alegrías y las tristezas de
Dios, al vernos luchar, al escucharnos pedir, al sentir nuestras penas,
nuestras angustias, nuestras algarabías, nuestras celebraciones, nuestros
llantos, nuestro dolor, sin inmiscuirse, sin intervención alguna, solo
iluminando el camino, solo dejando señales, solo hurgando muy dentro de
nosotros, para que podamos entender solo
que es de nosotros únicamente, la determinación, la intención y el esfuerzo,
para encontrar todo aquello que nos pueda dar alegrías o que nos pueda traer
tristezas, aceptando todo, aceptando los aciertos, aceptando nuestros errores,
aceptando nuestra vulnerabilidad, aceptando que tal vez podemos, que tal vez
erramos, que tal vez nos tardamos, pero que tal vez podemos aprender de esos
aciertos y de esos fracasos, a entender la vida, a entender al de al lado, al
que encontramos, al que conocemos y a los que no conocemos, a los que están cerca,
a los que están lejos, al que puede ver, al que no puede ver, al enfermo, al
impedido, al minusválido, al pobre, al rico, al del medio, al que no está en
ninguna parte, al que catalogas y no catalogas, al imparcial e incluso a todos aquellos
que viven equivocándose, a pesar de las anécdotas, a pesar de las experiencias
y a pesar de todo, seguimos juntos, tal vez no revueltos, seguimos e intuimos
la ruta, escabrosa, dura, con curvas, con altibajos, con sorpresas y con todos
los menesteres que Dios nos deja, como prueba de fuego solamente, para ver
hasta donde podamos ser capaces de levantarnos cada vez y continuar, continuar
y continuar...