Al amanecer y muy temprano, justo
al alba de un radiante sol apenas saliendo al horizonte, un ave revoloteaba en
círculos en lo alto del cielo. Lo hace alrededor del grupo y lo suficientemente
retirado, emitiendo sonidos fuertes como avisando la ubicación de una presa. El
líder del grupo levantó la cabeza y señaló al cielo. Todos miraron pretendiendo
buscar la manera de cazar al ave desde tierra, pero estaba muy lejos. Las
chicas salieron de la tienda y observaron el alboroto por el ave. Alanna-Zuhi
se encontraba tranquila pero tensa, sabiendo de antemano que los destinos de
ella y su apreciada hermana, estaban sujetos a las no tan buenas intenciones de
sus captores. Pensaba mucho en su amado padre, las conversaciones que tuvieron el
día anterior, y sabía que él no se quedaría de brazos cruzados. Presentía que
más tarde que temprano, sabría de él y de las verdaderas intenciones de los
beduinos. Alhaayt mientras le preocupaba y se angustiaba en cómo ayudar a
superar esta situación. En cómo hacer que las chicas pudieran escapar de sus
captores, pero también sabía que no estaba fácil eso. Menos en la inmensidad de
las dunas, sin agua ni provisiones, a pie y en el medio de la nada. Su aura se
encontraba en este momento muy disminuida, casi apagada. Luchaba por mantener
su espíritu en armonía y estabilidad. Algo muy dentro de él, lo inducia a tomar
medidas más drásticas, pero estaba consciente que El Creador lo había advertido
de sus responsabilidades, sus limitaciones y sus acciones dentro del campo de
los mortales. Lo que no intuía Alhaayt es que su amado protector y conductor de
su vida espiritual, estaba siguiendo paso a paso, todas sus angustias y sus
pensamientos, esperando el momento preciso de ayudarlo a dar el paso siguiente...
El Príncipe al otro lado de las
arenas, oraba dentro de la tienda, como costumbre y un rito que forma parte de
su educación y formación. Imploraba a Alá, pidiendo lo condujese a ayudar y
asistir en el rescate de alguien a quien no conoce, pero más allá de eso, intuye
es lo correcto. Y sin saber aún las razones que lo trajeron a estos lados del
desierto. Había algo que no podía sacar de su mente, de su corazón y de su
espíritu. Había algo que le decía que tenía que hacerlo, pero al mismo tiempo
sentía que estaba tentando a su propio destino, sin embargo la decisión estaba
tomada. Recordaba las palabras sabias de su amigo, “Nunca sabrás que
encontrarás en el camino, pero debes dejar que fluyan las energías en tu alma,
para que eso te ayude a tomar las decisiones, sean acertadas o inequívocas,
porque así aprenderás y Alá jamás te abandonará”. Esas palabras lo alientan
hacia lo inesperado y hacia las sorpresas que la vida le dé, sin importar bajo
qué condiciones, solo dejando que su corazón y su conciencia lo guíen, tal vez
llevándolo hacia la mayor aventura que siempre ha ansiado tener. Esa que
desconoce en estos momentos y que lo intuyen a continuar esa búsqueda
permanente de algo que aun no sabe que es...
Mientras algo lejos, en el
Universo Infinito y Espiritual, el Creador muy calmado como siempre y desde un
lugar privilegiado, observa la situación de algunos mortales y sus penas. Seguía
muy de cerca a algunos de sus ángeles protectores, a quienes les encomendó
misiones muy particulares, y sabía de antemano como algunas de esas
eventualidades culminarían. Es el único que puede predecir y conocer el futuro de
los mortales. También entiende que la única manera de que estas experiencias sufridas
y vividas por los mortales sirvan de algo, es de no intervenir, salvó fuese muy
necesaria esa intervención divina a la que se conoce popularmente. Porque no
todo estaba prescindido de ello, solo para algunas almas, para algunos mortales
y para algunas situaciones muy particulares y especiales. Una ley divina que
solo tiene esas excepciones en el universo infinito y por mandato celestial del
Supremo Creador...
La caravana partió al poco tiempo
luego de la algarabía sobre el ave, que continuaba muy cerca revoloteando sobre
la marcha del grupo, lo que Alanna-Zuhi presagiaba como una divinidad de Dios,
en vista de sus angustias y sus peticiones al Supremo Creador. Su hermana
hablaba poco, nerviosa, sumisa y aferrada a Alanna-Zuhi, rogaba que no les
fueran a hacer daño alguno. En su mente solo imaginaba que su padre se presentase
pronto a rescatarlas, junto a los amigos de la comunidad y de otras aldeas
cercanas, para así regresar a su vida cotidiana. Pero temporalmente las cosas
no iban a ser de esa manera. Uno de los integrantes del grupo veía con mucho malicia
a la mayor, había cierta percepción por parte de ella que no lo intuía para
bien. Por el contrario si no fuese por el líder del grupo, a estas alturas
hubiese pasado lo inevitable. Alhaayt se mantenía muy cerca, y a través de su
aura mantenía a Alanna-Zuhi tranquila, pero siempre alerta. Él sabía que iban
las chicas rumbo a una eventualidad nada agradable. Las venderían en la
frontera a los traficantes de blancas, para ser expuestas como esclavas. Un
negocio lucrativo y poco vigilado por las autoridades en la región. La
extensión en las dunas y los negocios turbios formaban parte de grupos
organizados que operaban en todo el desierto, sin embargo en algunas
oportunidades las mismas comunidades se encargaban de ajusticiar por su propia
mano. La ley de las dunas como es llamada por algunos, y luego se desaparecen
bajo las arenas mismas del desierto...
El Mercader, padre de las chicas
junto a sus compañeros y la caravana del Príncipe partieron rumbo al Oeste,
tras la pista de los desalmados raptores de sus hijas. Llevaban suficiente
provisiones para soportar la cabalgata en eso inmenso desierto árido y
ardiente. Sabían de antemano que no iba a ser fácil tal aventura, pero también
estaba confiado en Dios Todopoderoso para que lo acompañase en sus angustias,
iluminando su camino y llenándolo de fuerzas, fe y perseverancia, para librar a
sus hijas de lo impensable…
El Principie durante el trayecto
seguía viendo el ave a lo lejos. Un
detalle visual que solo y únicamente él podía ver. Interpretaba esa señal como el
camino a seguir para dar con los beduinos. Notaba la preocupación y angustia
que el mercader llevaba durante la cabalgata. Hablaba muy poco y solo estaba
concentrado en acelerar el paso, para acortar la distancia con el grupo de
forajidos. Sin embargo el Príncipe le daba ánimos y le indicaba que su grupo
era bastante numeroso, lo que les daría cierta ventaja a la hora de
confrontarlos. Que confiara en Alá, que confiara en su Dios (el mercader era
cristiano), que confiara en lo que sus instintos le indicaran, porque a pesar
de que muchas veces la vida en las arenas del desierto es injusta, no por ello van
a darse por vencidos. A la vuelta de numerosas situaciones que a lo largo
suceden, tenemos tal vez la oportunidad de corregir o enmendar los errores. O
simplemente alguien o algo más allá de nuestra comprensión, nos está dando una
nueva oportunidad. Eso le daba al Mercader ánimos para ir con mayor fuerza al
rescate de sus bien amadas hijas. Con una ayuda enviada por Dios decía él
internamente. Jamás llegó a pensar que todo sucediera de esa manera y mucho
menos que alguien desconocido por completo, llegase en el momento preciso a
ayudarle en una tarea arriesgada...
Al caer la segunda noche luego
del rapto de las hijas del Mercader, ya se notaba el agotamiento de las mujeres.
Decidieron parar para descansar, comer y dormir un rato. Antes del amanecer continuarían.
El líder destacó tres en vigilia, para prevenir cualquier situación contra
ellos. Las chicas volvieron a ingresar a una tienda preparada para ellas
solamente. El líder ingreso y les habló directo. Les indico que vivirían a
pesar de todo, solo que sus vidas pasarían a ser otras, pero tal vez y
dependiendo de ellas mismas, podrían ser mejor o peor de lo que imaginaban.
Solo dependían de ellas. Les dejo comida, agua y salió de la tienda, indicándoles
durmieran bien porque la marcha de mañana seria más dura y más larga. La
hermana menor sollozaba al hombro de Alanna-Zuhi. La consolaba y le decía que
se tranquilizara. Sus vidas estaban en este momento en manos de Dios Creador Todopoderoso. Y era así, Alhaayt estaba a su lado, con deseos de abrazarla y
decirle que no permitiría le sucediese algo, sin importar que estuviera consciente
que no tenía la menor idea de su existencia. Hablaba su alma, lloraba su corazón
y estaba cerca de tomar una decisión que trascendería su espíritu y las
palabras de su amado protector...
La caravana del Príncipe y el
Mercader decidieron continuar la marcha bajo el cielo nocturno de las dunas.
Continuamente el Príncipe observaba las estrellas, que irradiaban una luz como
ninguna otra noche anteriormente. Esa era su percepción. Lo interpretaba como
esas señales que están acostumbrados a tener en el desierto. Veía continuamente
al Mercader, mientras oraban al andar sobre los caballos. Oraban ambos pidiendo
luz, orientación, confianza y protección a lo que enfrentarían tarde o
temprano. No había otra salida, y debían estar preparados a esa situación que sabían
que no sería fácil...
Pasada la medianoche las chicas
lograron caer rendidas en un profundo y letargo sueño. Alhaayt a su lado,
vigilando el dormitar de ambas y mirando con tiernos y amorosos ojos al único
ser del cual nunca tuvo que haber sentido nada. Pero sucedió y aún no logra
entender que sucedió, y como pasó eso. Sintió la presencia de alguien fuera de
la tienda y decidió ausentarse para mirar quien estaba. No veía nada fuera de
lo normal. Los vigías en sus puestos pendientes del grupo, una noche calmada y
con estrellas fulgurando en el universo, pero sentía la presencia de alguien.
De pronto al bajar la cabeza hacia las dunas, su amado protector hacia acto de
presencia. Jamás antes había sucedido y eso lo sorprendía mucho. Se alegró y
fue directo a sus brazos para abrazarlo. El Creador lo recibía con amor y con un
cariño especial, con los brazos extendidos. Lo llevó a sus predios instantáneamente y Alhaayt comenzó a
hablar sin parar. Salían palabras con mucho sentimiento, decía miles de cosas
sin parar. Hablaba de sus ansiedades, de su preocupación por esos seres que le
encomendó cuidar y de la situación a la cual están expuestas. No sabía cómo
manifestarle su deseo de hacer algo que está fuera de su alcance. El Creador permitió
que se desahogase totalmente, hasta que le colocó su mano sobre su aura, luego
su cabeza y posteriormente sobre su corazón espiritual. Y le indico lo siguiente, “has
de elegir en este momento que dicta tu espíritu a realizar”. “Una vez elegido
has de asumir las consecuencias de ello, sin mirar atrás”. “Tal vez no podamos
vernos más, o tal vez si, pero eso solo lo decidirás tú desde muy dentro de tu espíritu”.
“Tu llegada a mi siempre fue bendecida”. “Tu partida nuevamente será bendecida,
más allá de tu elección”. “Por amor, con fe profunda, con la decisión que dicte
tu espíritu y con la sensación sobre lo correcto o no, solo tú eliges que hacer
sin mirar atrás, sin saber que pasará después”. “Si crees estar preparado para
ello, solo pídemelo y así te lo concederé”...
Esa fue la última vez que Alhaayt
vería con esos ojos siempre curiosos, siempre atentos y siempre dispuestos a
ver más allá de su comprensión. Y ese sería la última vez que sentiría la
presencia bendita de su amado Protector y Creador. Él mismo de todo lo que creado
y existente en lo material, espiritual y universal. Esa sería su elección, sin
saber que pasaría al amanecer, que sucedería con su espíritu, que le pasaría a
Alanna-Zuhi por la que dispuesto está a dar todo lo que es, lo que tiene y lo
que dejara, solo por salvarla de lo inevitable. Solo Dios sabe porque siempre
han de ocurrir las vicisitudes en nuestro mundo terrenal y espiritual...
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