sábado, 18 de julio de 2015

Una Oda, una Prosa, tal vez unos fragmentos, de las alegrías y de las tristezas…



Las alegrías de los ángeles llenan de esperanza y sonrisas a esos inocentes niños, a esas inocentes niñas, que integran la barriada, esa del alma, esa del último lugar, esa que quisimos, esa que llevó a cuestas voluntades, sacrificios, sueños y anhelos, en la que el tiempo solo y únicamente será testigo del hecho, quedando como legado en su intento...

Las tristezas de los ancianos y a pesar de sus esfuerzos, a lo largo de todos esos años de vida, llenas de aciertos y desaciertos, de batallas ganadas y de recordadas derrotas, dejan un sabor dulce, un sabor amargo, un no sé que de eso que quisiéramos, de aquello que dejamos, sin arrepentirnos del deseo, del esfuerzo y de su propio destino...

Las alegrías en la llegada a la barriada de esos recién bendecidos niños, de esas recién agraciadas niñas, que prontamente saldrán del cascaron, caminando, corriendo, sonriendo, buscando protección, buscando calor y buscando esperanza, para continuar la tradición, la conducción y la renovación a un nuevo tiempo, a un nuevo amanecer...

Las tristezas de aquellos que antes de tiempo se fueron a otra vida, a otro lugar, en otras circunstancias, sin haber compartido los mismos sueños, las mismas esperanzas, el deseo aquel, tal vez inocente, tal vez ingenuo o tal vez lleno del dulce almíbar de una vida que pudo ser y quedó interrumpida en un tiempo efímero, fugaz e inevitable...

Las alegrías de esos logros, de esas aventuras, de esas iniciativas y de esas pequeñas cosas que la vida nos otorga, encontradas en el camino, llenas de emociones diversas y deseando en ese lapso tan corto, permanezca para siempre, permanezca en el tiempo, permanezca como testigo único, que llegó, se vivió y quedó para el recuerdo...

Las tristezas del fracaso, del retiro, de esos intentos frustrados, de esas derrotas a veces inevitables, inimaginables y hasta amargas, cuando menos lo esperamos, cuando están a la vuelta de la esquina o una milla adelante, sin saber porque, sin saber cómo, sin saber que nos llevó a eso, pero entendiendo mucho tiempo después, que tuvo que ser así...

Las alegrías al escuchar historias, de intentos alcanzados, de ilusiones cristalizadas, de sacrificios en el tiempo, que permitieron cambiar el rumbo, encontrar el camino, construir un mejor mañana, continuar la labor iniciada por esos visionarios empecinados en demostrar con fe, amor y compromiso, que podían vencer para tener un mejor mañana...

Las tristezas al recordar, al rememorar, al mirar atrás, que tal vez se pudo hacer algo mejor, que tal vez no hubo el esfuerzo necesario, que tal vez falto perseverancia, firmeza, convicción y determinación, muy a pesar del brío, muy a pesar de las lecciones, muy a pesar de las vivencias dejadas, muy a pesar de esas buenas intenciones...

Las alegrías y las tristezas, de aquellos y de aquellas, las mías, las tuyas, las de ellos, las de nosotros, las de todos y las de todas, las de ayer, las de hoy, las de mañana, las de siempre, esas que llegan a veces sin avisar, esas que se desvanecen sin tan siquiera entender, de esas que se quedan en la piel, de esas que nos marcan en el corazón, de todas aquellas que siempre han de dejar una imagen, un olor, un sabor, una sensación, un recuerdo, que se mezcla con el viento, que se une al universo, que tal vez regresa mucho tiempo después, que tal vez vuelve a nacer, a repetirse, a encarnar en los momentos inesperados, en los momentos más intensos, y tal vez en los momentos más cruciales de una vida, de tu vida, de nuestras vidas, de aquellas que anhelamos vuelva a suceder y de aquellas que deseamos ni siquiera volver a recordar...

Las alegrías y las tristezas de mi espíritu, de tu espíritu, de nuestros espíritus, de todos aquellos espíritus que luchan día a día, que no se dejan vencer, que no se amilanan, que a pesar de las circunstancias, son guerreros, son luchadores, son vencedores aun perdiendo en las batallas, aún sacrificando con alma y corazón la vida, para demostrar que no hay obstáculo, que no hay limitaciones, que siempre hay riesgos, que siempre habrá fortaleza y que siempre existirá la fuerza, la determinación y la esperanza, para celebrar ese triunfo, o tal vez para aceptar que nuevamente volveremos a confrontarlo, para lograr con mayor tesón, con mayor vigor, cambiar el rumbo, encontrar el camino, alcanzar la victoria, en esta vida o la siguiente, y si no fuese así, en ese mañana que existirá, que está cercano o que está alejado, pero que más tarde que temprano llegara, para continuar y para una vez más demostrar que con persistencia, fe ya amor, esas tristezas se convertirán en las alegrías mías, las tuyas, las de ellos y las de todos, en el tiempo de hoy, en el tiempo de mañana, en el recuerdo, en todas esas historias que volveremos a contar y que se volverán a escuchar tiempo después...

Las alegrías y las tristezas de Dios, al vernos luchar, al escucharnos pedir, al sentir nuestras penas, nuestras angustias, nuestras algarabías, nuestras celebraciones, nuestros llantos, nuestro dolor, sin inmiscuirse, sin intervención alguna, solo iluminando el camino, solo dejando señales, solo hurgando muy dentro de nosotros, para que podamos entender  solo que es de nosotros únicamente, la determinación, la intención y el esfuerzo, para encontrar todo aquello que nos pueda dar alegrías o que nos pueda traer tristezas, aceptando todo, aceptando los aciertos, aceptando nuestros errores, aceptando nuestra vulnerabilidad, aceptando que tal vez podemos, que tal vez erramos, que tal vez nos tardamos, pero que tal vez podemos aprender de esos aciertos y de esos fracasos, a entender la vida, a entender al de al lado, al que encontramos, al que conocemos y a los que no conocemos, a los que están cerca, a los que están lejos, al que puede ver, al que no puede ver, al enfermo, al impedido, al minusválido, al pobre, al rico, al del medio, al que no está en ninguna parte, al que catalogas y no catalogas, al imparcial e incluso a todos aquellos que viven equivocándose, a pesar de las anécdotas, a pesar de las experiencias y a pesar de todo, seguimos juntos, tal vez no revueltos, seguimos e intuimos la ruta, escabrosa, dura, con curvas, con altibajos, con sorpresas y con todos los menesteres que Dios nos deja, como prueba de fuego solamente, para ver hasta donde podamos ser capaces de levantarnos cada vez y continuar, continuar y continuar...

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