lunes, 10 de mayo de 2021

Capítulo XXIV – De esos relatos de por aquellos lares, donde un nuevo comienzo despertó al alba un 15 de Abril de nuestro tiempo terrenal… y contando…

 

Aun entre una penumbra algo difusa caminaba un hombre sin saber por dónde estaba y mucho menos como había llegado hasta ahí, todavía no se mostraban los rayos del sol pero ya se podían percatar las señales en ese amanecer que estaba por despuntar, apenas unas distantes luces a lo lejos le indicaban que ya estaba por aparecer...

No recordaba nada, lo intentaba, miraba a todos lados y solo lograba ver el camino por donde andaba, apenas el verdor de un gran campo que le rodeaba, algunos árboles a corta distancia, matorrales y arbustos, un silencio muy latente y ni el silbido de una pequeña ave, solo un susurro en el viento parecido al de las campanadas...

Siguió caminando a pase lento, firme y seguro, meditaba e intentaba rememorar algo, pero nada, ya los primeros rayos del alba despuntaban hacia el este y absolutamente comenzaba a ver todo con un poco de mejor claridad, se sentía bien, respiraba con total normalidad, no había dolor, no había tristeza ni alegría, no sabía qué hacer pero algo le decía que debía continuar a través de esa pasiva caminata más allá de lo que lograba ver...

En ocasiones se detenía solamente para admirar ese gran campo, ese paisaje abrumador, entre ese hermoso verdor, el colorido de algunas flores silvestres y ese camino de arenisca color siena con tramos empedrados como si alguien previamente hubiese construido una ruta hacia algún lugar tal vez especial, igualmente no muy lejos divisaba algunas montañas como las que dibujaba artísticamente el maestro Manaure al eterno Ávila imponente, inhalaba al mismo tiempo un aroma intenso mezclado entre esa naturaleza existente, llena de eucaliptus, de frutas y flores silvestres, una sensación de espiritualidad que le otorgaba esa paz y armonía la cual disfrutaba, y difícilmente era imposible para él de obviar...

Podía sentir a través de su espíritu un radiante y hermoso amanecer, como un nuevo comienzo en algún lugar de quien sabe dónde, sin embargo eso no le preocupaba, solo se sentía en paz consigo mismo muy a pesar de no recordar nada mientras continuaba su travesía a quien sabe dónde fuese...

Esa larga caminata continuó por un buen rato, sin embargo comenzaba a extrañar algo, no habían pájaros, no habían mariposas ni abejas, ni ningún otro animal de campo, no se escuchaban silbidos ni ruidos de ningún tipo, el viento era suave y gentil, como la brisa que irrumpe sutilmente sobre el rostro de forma agradable y pasiva, sintiendo un frescor admisible, ni calor ni frío, apenas un susurro en el aire de forma permanente pero que no atinaba lo que era ni de donde venía, el tiempo parecía detenido a pesar de las circunstancias en esa gloriosa mañana, y entonces repetía, y repetía lo siguiente:

"        "Salí desde una penumbra sin saber de dónde venía ni a donde voy, no recuerdo nada pero algo me dice que alguien he de encontrar por este camino"...

Y así continuo su marcha sin temor realmente a nada, relajado, en sana paz y tranquilidad hasta que logró visualizar no tan lejos a un pequeño niño sentado bajo un hermoso Apamate, un floreciente árbol espectacular, con bellas hojas color rosa como si estuviese en el mejor momento de un otoño inexorable, y lo más peculiar es que no habían más árboles a su alrededor, este se encontraba muy cerca del camino, a solo unos pasos como si estuviese representando una extraordinaria obra de art...

El niño no levantó su rostro hasta que él llegó, estaba entretenido contando las hojas caídas al suelo del frondoso Apamate, este le sonrió y entonces el hombre le preguntó:

·         ¿A dónde se llega por este camino? ¿Cómo se llama por aquí? ¿Tú me puedes ayudar?

El niño se levantó lentamente, tomo de su mano y entonces él sintió esa sensación de total paz y una serenidad profunda, la brisa presente dejo de amainar, el susurro en el ambiente se silenció, fue como si el tiempo se detuviese por completo y entonces mirándole le dijo:

·         No te preocupes, pronto llegarás a tú destino final, puedes llamar a este lugar como tú quieras, es simplemente un hermoso lugar, y si, por supuesto que sí, yo te podré ayudar así como tú también me ayudaras…

Él solo miraba al niño, levantaba eventualmente la mirada para ver a un lado, al otro, atrás y hacia adelante, y nuevamente al niño...

Era algo quizás inexplicable pero el niño le daba confianza, quería preguntar tanto que no sabía cómo expresarle, solo veía el rostro de un frágil niño vestido de manera sencilla, una camiseta de tela cruda color beige, una pantaloneta color marrón oscuro y unas sandalias de cuero, quien sobre el camino se cruzó en esta aventurada travesía, y entonces el hombre nuevamente le preguntó:

·         ¿Quién eres tú? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes?

Y el frágil niño oportunamente le contesto:

·         ¿Y quién eres tú? ¿Cómo te llamas? ¿Y a donde tú vas?

Ambos se quedaron un breve rato mirándose mutuamente, sin pestañear, sin soltar de sus manos, sin dudar, simplemente intentando interpretar el momento de la mejor manera posible, de esos instantes casi inolvidables, efímeros y al mismo tiempo eternos, donde todo es, donde todo tal vez siempre será así, donde se dice mucho sin soltar palabras, y de esa manera el niño le manifestó lo siguiente:

·         Yo soy, estoy en todos lados y en ninguna parte y voy donde sea me necesiten...

Esto le produjo pensamientos encontrados, un poco de ansiedad pero sin irradiar intranquilidad o dudas, él miró hacia delante del camino y se percató que aún no lograba visualizar ningún lugar determinado, solo un campo abierto con predominio de lo verde como en las zonas silvestres, aromas a una naturaleza fulgurante, floreciente y en auge, entonces escucho un sonido diferente, como un llamado remoto de alguien o de algo, lo que realmente no podía precisar...

El niño lo condujo nuevamente al camino empedrado sin soltarle la mano, lo miro dulcemente y entonces le dijo:

·         Si tú quieres que te ayude, tú debes ayudarme también…

·       Continua por este único camino, más adelante hay alguien quien espera por ti, no te preocupes, solamente cuando veas lo que inevitablemente encontraras, siéntate a su lado y escucha lo que debe decirte…

·         Disfruta la magnificencia del lugar en todo su esplendor, tus dudas serán recompensadas y dale un beso en la frente de mi parte a quien allá te espera…

El niño antes de soltarle le beso las manos y le susurró algo al oído, luego le indico que continuase su travesía...

Así el hombre nuevamente continúo su marcha a través del camino de forma pausada, los rayos del sol a su espalda le indicaban que su destino se encontraba al Oeste, miraba hacia ambos lados del empedrado observando que cada piedra encontrada parecía tallada finamente como si estuviese leyendo algo referente a una nueva oportunidad, y solo unos minutos más tarde se le ocurrió voltear para ver qué había pasado con el niño, este ya no estaba, se había desaparecido en la nada, y el florido Apamate imponente impactaba con ese color rosa predominante de todas sus hojas, gracias a la incidencia del benigno sol...

Un buen rato se sostuvo caminando, encontraba a través de su travesía una gran variedad de flores realmente coloridas, de un lado y del otro, extrañamente ni una mariposa, ni una abeja o algún ave silvestre, solo ese susurro en el viento llamándole y progresivamente aumentaba ligeramente su tono, lo que le indicaba iba en el camino correcto y estaba cada vez más cerca de ese destino inesperado...

De repente escuchó un sonido diferente, era como agua que corre a través de un manantial, un sonido bastante particular, esto le generó ganas de beber un poco agua, sintió sed oportunamente, se distancio temporalmente del camino y orientó su búsqueda según el sonido recurrente hasta que logró ver detrás de un frondoso matorral el agua, no estaba tan tupida la maleza, pudo ver una pequeña gruta a nivel de piso emanando el agua muy cristalina, esta brotaba en armonía con ese llamado persistente, parecía una especie de composición musical, intentó acercarse al saliente natural pero no estaba cómodo para ello, observo la ruta que seguía el agua y se movió en la misma dirección hasta que encontró un espacio un poco más amplio y fácil para acercarse, una pequeña poza de agua acumulada...

Se agachó ligeramente sin dificultad, tomo un sorbo de agua de su mano y vio a través del reflejo del agua su rostro y parte de su vestimenta la cual no se había percatado, se veía bastante mayor, su cabello era blanco con algunos tonos grises, ojos pardos y pequeños, camisa de manga corta color salmón y un pantalón color gris claro, luego observo sus zapatos, estos de trenzas y de color negro, parcialmente le llegó a su memoria un flash acerca de quién era él, pero aun con imágenes un poco difusas...

Luego de este breve momento temporal, el hombre retoma su camino, miró hacia el frente logrando visualizar una colina no tan lejana, observo a lo largo del camino una hilera de árboles de eucalipto a ambos lados del empedrado, generando una rica sombra y frescura que le permitían ver con mayor claridad hacia donde se dirigía, y el susurro en el viento no cesaba en su llamado, sin embargo aún no atinaba al mensaje en sus oídos...

No hay tiempo medible, no hay prisa ni angustias, no hay circunstancias ni atenuantes, hay simplemente paz, serenidad y un aura espiritual de luz y confiabilidad...

Al arribar muy cerca a pie de la colina, pudo percatarse de un pequeño grupo de niños y niñas jugando bajo la sombra de una ceiba extraordinaria, todos saltaban y coreaban frases de alguna canción infantil, tomados de las manos bailaban al son de la misma, vitoreaban, sonreían, había una alegría contagiante, y una pequeña sobresalía en este grupo peculiar, como si condujera armónicamente una obra musical, a donde se movía ella se movían todos, si ella cantaba los demás la coreaban, si ella giraba los demás también lo hacían, todos vestidos con alegres colores, algunos con pantalonetas y camisetas, otras con vestidos y faldas bien decoradas, todos en sandalias, pero la líder del grupo llevaba una pañoleta cruzada sobre su cabeza de color rojo, vestía un traje de bailadora al estilo flamenco, de color rojo con destellos blancos, flecos brillantes de color plata y unas pulseras de colores muy vivos, definitivamente era la líder del grupo...

Él se quedó muy cerca observando la coreografía, y entonces la pequeña líder del grupo se distancio de los niños y se acercó hasta él, lo tomó de su mano y lo llevó hasta una banca de piedra que se encontraba muy cerca, le pidió se sentase sin dejar de observarlo, luego ella se sentó también y entonces le dijo:

·         ¡Te estaba esperando! ¡Ellos son mis hermanos y hermanas!

Él se quedó temporalmente sin habla, la miraba fijamente como si la conociera de alguna parte, ella le sostenía su mano y lo miraba tiernamente, hasta que él manifestó:

·         ¡Yo creo conocerte de alguna parte, sé que alguna vez estuvimos juntos pero estoy intentando recordar donde!

·         ¡Eres una niña bella y muy vivaz, veo que comandas este pequeño batallón y todos son alegres y entusiastas!

Los niños comenzaron a acercarse alrededor de ellos, continuaban cantando y vitoreando la melodía, continuaban bailando al son sin perturbar una canción alegre que transmitía armonía y tranquilidad, hablaba de un nuevo comienzo, de una nueva etapa, de un despertar, donde los encuentros eran inevitables, donde la vida no era cuantificable, donde el tiempo no era importante, donde todos se cuidaban mutuamente y donde la esperanza es el pináculo que define la espiritualidad que rige por estos lares...

De repente la pequeña niña levanto su mano, todos callaron, y se acercaron al hombre, todos pusieron sus manos sobre él, necesitaban tocarlo para hacerlo sentir parte de ellos, ella tiernamente se levantó sobre la banca de piedra, se acercó a su rostro y le dio un beso en la mejilla, luego le susurró algo al oído y este simplemente se sorprendió, sonrió, y la abrazo con mucho amor, luego él le beso en la frente tal como le había indicado el niño con quien el previamente se cruzó, y todos aplaudieron al unísono, diciendo alegremente:

·         ¡¡¡¡Bienvenido Abuelo Rafael al jardín del Edén!!!!

Ella era Sophía quien tiempo atrás había llegado oportunamente guiada por estos niños quienes la esperaron al igual ella lo hiciera con él. Ambos en un periplo de su pasado terrenal estuvieron una única vez juntos, él la sostuvo en sus brazos tiernamente, quedando ese instante plasmado en la memoria de alguna parte de su subconsciente, quien de forma prevista recordaría tal como lo hizo cuando ella le susurro a su oído:

·         “Yo soy tu nieta, la hija de tu nieta, la nieta de tu hijo, el hijo quien te llevó a tú ultimo paseo al final de tu tiempo por allá de donde vienes y no regresaras, el hijo que muchas veces sostuviste cuando él era un niño, y el niño que una vez hombre te sostuvo y te condujo hasta este destino…”

Plasmado ha de quedarse a través de estas letras esta pequeña narrativa que rinde un tributo y homenaje a un nuevo inicio de una vida espiritual para un padre que hizo todo lo que pudo por dejar huellas por sus caminos, al dejar también al hombre quien escribe, narra y quien hoy en día es, y en honor a ese Padre quien partió a una nueva etapa de vida espiritual en un lugar donde todo puede ser, y donde por aquellos lares ella simplemente lo estaba esperando...

Creo no podía ser de otra manera recrear una parte de esta historia que se mezcla y se entreteje en momentos determinantes, no sé si fue mi participación en esos sueños recurrentes, no sé si fue la misma Sophía quien me susurró durante la noche los sucesos de ese encuentro, no sé si es gran parte de mi imaginación acerca de lo que yo anhelo y presumo sucedería, pero lo que si debe ser justo y correcto es decir que nuestras almas en algún momento de nuestras vidas quizás se juntaran nuevamente para dar inicio a una nueva etapa de vida que en nuestros tiempos no conocemos, pero nos podemos imaginar será algo tan parecido y tal vez hasta mejor que lo que aquí yo simplemente describo...

Bueno Sophía, Papá y mis estimados lectores, como siempre dejo aquí plasmado a través de mis manos, un breve encuentro suscitado justamente ese amanecer del 15 de Abril del año en curso cuando inicio ese viaje mi querido Papá, y entonces a partir de ese momento, es lo que yo llamo un nuevo comienzo, un camino ya previsto desde esas historias que tal vez ocurren por aquellos lares...

Tú siempre y amado escribano quien oportunamente cada día 10 de cada mes en nuestro tiempo, se le ocurrirá alguna historia acerca de ti y de todos aquellos que en algún momento tuvieron que ver contigo por estas tierras donde dejaste gran parte de tu corta vida, de tus peripecias y tus ansiedades… Siempre estaré contigo Princesa, Esdras…