Capítulo II – Un encuentro fugaz, en medio de la oscuridad…
Era uno de esos días, cansada de
los avatares en la oficina, discusiones estériles con clientes que realmente no
tenían claro su propio negocio. Yo necesitaba un respiro, un desahogo, un
cambio en mi sustento, olvidar la semana y buscar algo que realmente me
entusiasmara el espíritu. Ya eran varios meses a solas también, luego de mi
última relación traumática y enredada. Necesitaba un cambio a esta rutina. Era
hora de encontrar emociones y darle un vuelco a las vicisitudes...
Miré la hora, la tarde había
estado un poco intensa y el tiempo transcurría apresuradamente en la oficina. Decidí
ordenar mi escritorio, archivar documentos, darle las últimas instrucciones a
mi asistente y esperar llegase la hora para cerrar rápidamente acá. Salir a respirar,
para caminar un buen rato por las calles de mi ciudad. Tenía que despejar mis
pensamientos, en una noche quien pintaría tal vez, mejor de lo que presumía. Yo
esperaba estuviese iluminada por estrellas, con una luna algo lejos, era tiempo
de cuarto creciente. Las personas iban y venían, parecían autómatas, unos apurados
por tomar taxi, otros discutiendo por los celulares, más allá de algunos
encuentros románticos. Los vendedores ambulantes buscando su rebusque entre
oportunidades, algo de tráfico ya convencional, viernes por la noche de final
de mes, se avecinaba un fin de semana tal vez intenso...
Logré avistar un establecimiento bastante
adelante, ya tenía caminando algo más de cuarenta minutos. Me encontraba algo
más relajada y suelta, luego de dejar atrás el ruido del trabajo y el estrés.
Algo me llamó poderosamente la atención. Había una pancarta anunciando la
presentación de una banda de jazz, eso me atrajo mucho, música relajante, unos
tragos, tal vez buena compañía, una subida de tono, y posiblemente un encuentro
de esos fortuitos, que te llevan a la cama y algo más...
Decidí entrar, un chico en la
puerta amablemente me abrió la puerta y otra chica adentro me condujo hasta la
barra. Bastante agradable la decoración, una gran barra con luz indirecta bajo
todo su tope, mesas bien disgregadas, se notaba que los dueños posiblemente
pretendían que los visitantes se sientesen relajados, cómodos, sin tanto ruido,
algo medianamente iluminado, pero con un gusto muy minimalista, colores tierra
y ocre prevalecían en el ambiente. Todas las sillas y butacas de cuero marrón y
las mesas en tonos beige. Música de fondo en lounge y smooth jazz,
extraordinario. Realmente me gustaba el lugar. Obviamente llegue sola y me condujeron
hacia la barra, un buen lugar, desde ahí veía perfectamente la tarima del
grupo. El barman, un joven apuesto y
educado, inmediatamente se me acercó y me coloco una copa tipo flauta, con una
rodaja de lima, un tono color rosa en la bebida, muy tropical, y con un aroma
aterciopelado y cítrico a la vez. Gentilmente me indico que aceptara el trago,
que me encantaría. La noche apenas comenzaba y deseaba tener emociones,
comenzando por un buen trago. Y así comenzó el nocturnal para mí. Realmente el
sabor del coctel era indescriptible, me sedujo al instante y comencé a imaginar
los mil y un encuentros, en una noche de relax y de seducción sin condición...
El establecimiento poco a poco
fue ocupándose, llegaban bastantes parejas, algunos grupos quizás de compañeros
de trabajo, otros de chicas como equipo de voleibol, unas más bonitas que las
otras, pero todas alegres y dispuestas a pasar una noche de copas y de
diversión. Mi barman apuesto, siempre atento y pendiente de que no me aburriese
aun estando sola. Una que otra pregunta con mucha discreción, chistes, sonrisas
y picardías, pero sin intentar abusar en pretensiones. Eso me agradó, a pesar
de que estaba dispuesta a ir más allá, pero tal vez no era lo que el chico buscaba,
o no era de su tipo. Los efectos de los tragos me hacían imaginar los mil y
unos destellos de encuentros, de esos que anhelas, que deseas, que quieres, que
te sorprenden. La noche continuaba sin desdén, y el público aumentaba con
placer, la hora de la primera presentación de la banda estaba por llegar prontamente
a suceder...
El anfitrión de la banda, resultó
ser el barman quien me atendía. Muy hábil para entretener al público, bastante
ameno, con ciertos chistes picantes, muy jocosos, y anunció la presentación de
los miembros del grupo. El primer set de los chicos comenzaría con un toque de
temas clásicos en una versión de potpurrí, versionados al estilo Smooth Jazz.
El vocalista un chico un poco corpulento, no tan alto, pero con una voz melodiosa
y muy agradable. Los acompañaba una chica quien hace de la chica ¡hmmmmm!, ya
saben, esas que causan ganas y deseos en las melodías con cierta carga erótica
y placentera...
Ya casi por finalizar el primer
set de jazz, por alguna razón que no logro describir, volteo hacia la entrada
del local, como si realmente estuviese esperando a alguien, y veo entrar a un
chico, no tan alto, pero si bien vestido, aparentemente conocido por algunos de
los presentes, e inclusive por mi barman preferido, quien lo saludó desde su
ingreso al recinto. El chico vestía una chaqueta de cuero negro corta, un pullover
de color negro, y pantalones de color gris con espejuelos claros, con una
montura muy fina, quizás con cristales al aire. De lejos se veía muy atractivo.
Obviamente no podía dejar de mirarlo, tal vez los tragos y mis ideas de una
noche de sorpresas, me tentaban a buscar como dicen algunos, “lo que no se me
ha perdido”, pero eso era parte del juego, entre el cazador y la presa. Sentía
en algunos momentos que había una interacción entre ambos, es decir, imaginé
que el chico no dejaba tampoco de mirar hacia la barra, con la escusa del amigo
común, mi barman de la noche...
Luego de un buen rato disfrutando
de la noche y de que uno que otro chico intentaron acercarse, para flirtear un
poco conmigo, y ver si caía yo en sus redes, me toco ir a retocarme un poco al
espejo, y por supuesto a dejar un poco el licor que hasta el momento había
estado consumiendo sin desdén, pero con sumo placer. El chico de la chaqueta
negro se me quedó viendo hasta que desaparecí detrás de la puerta. Mi corazón
latía muy de prisa, mis pupilas obviamente tuvieron que haberse dilatado, y se
me erizo la piel, solamente de pensar la atracción que se disparó, como la
chispa de una hoguera dentro de mí ser interior. ¡Waoooo! ¡Qué bien me sentía!
Había que tomar las armas de la seducción y debía hacer algo al respecto. Debía
arreglarme bien, asumir una actitud más femenina y dejar que la pasión
nocturnal, los tragos, el ambiente y la música hicieran una parte del trabajo.
La otra debía propiciarla yo, y finalmente el complemento sorpresivo, debía ser
el chico de la chaqueta negra. Así lo llamaría yo a partir de ese momento, sin
nombres, sin preguntas, sin miedos, sin pensar por mañana. Simplemente cambiar
mi nota y dejar que fluyera todo aquello que debía fluir. Bastante simple...
Justamente al salir del área de
los sanitarios, lo primero que encuentro es al chico, esperándome con una rosa
en la mano, una copa con un coctel diferente al que estaba tomando, bordeada de
un ligero toque de azúcar glaseada, y una fresa bastante roja, carnosa, grande
y llamativa insertada en un lado. Solo se me acerco, me beso la mano de manera
gentil, me entrego la rosa y me dio amablemente la copa del coctel. Simplemente
le agradecí el gesto y la caballerosidad. Él me miró de arriba abajo, y me dijo
en palabras que entraron como melodías sublime a mis oídos, “eres más bella de
lo que imagine”. Me pidió con cortesía, le permitiese acompañarme en la barra.
Había lugar y obviamente no me negué a ello. Se iniciaba el cortejo entre presa
y cazador, y en ese momento quería ser la cazadora y el la presa, pero muchas
veces las cosas no suceden como siempre lo planeas. Los designios de la pasión,
un toque de licor, una subida de tono y las ganas de entrar en una pelea
armoniosa entre géneros, anunciaba las crónicas del romance y del placer, en
una noche de copas y de seducción...
Al sentarnos ambos en las butacas
de la barra, mi buen amigo y anfitrión, se nos acerco, coloco un plato de
frutos secos, con maní, avellanas y nueces, nos sonrió con la suficiente
picardía de saber que algo pasaría entre nosotros. De pronto quedamos en
tinieblas, a oscuras, la energía se esfumó como por arte de magia, mi chico de
la chaqueta negra me tomo de la mano, asegurándose de que no temiera a nada. Él
estaba a mi lado, y no pasaría nada, salvo lo inevitable. El chico de la barra,
se acercó y nos manifestó que el apagón es en toda la ciudad, y que
posiblemente era alguna falla de la planta de generación. Había que esperar. No
se veía nada, salvo algunas linternas y las luces de los teléfonos celulares,
que brillaban en la oscuridad del local. Las puertas del lugar las abrieron y
se escuchaban algunos levantándose para salir a las afueras. Nosotros nos
quedamos sentados. Yo me limite a tener en una mano mi coctel y beber
oportunamente para calmar un poco los nervios, y la otra mano estaba aferrada a
mi chico galante de chaqueta negra. No podíamos vernos, pero decidimos no movernos
por los momentos...
Paso un buen rato y no había
señales de que volveríamos a la normalidad. Ya muchos habían decidido irse a
sus hogares quizás. Era más de la media noche. Estábamos solos en la barra, los
demás estaban afuera, en la calle. Mi galante chico me susurraba al oído palabras
de romance y de galantería, solo reía y me sentía como en las nubes. Nuestro anfitrión
nos dejo una jarra de cristal, con una cubeta de hielo, muy cerca de nosotros,
con el coctel preparado, como entendiendo que debíamos quedar a la espera de lo
inevitable. Y así lo imaginaba, así lo deseaba, así ya lo transpiraba a través
de mi piel. Dejaría que todo llegase a donde quisiera ir con placer...
Comenzaron los besos y las
caricias sobre mi cuello, sobre mi rostro, mi boca, quien gemía de deseos y
ansias por sentir su piel. Sus manos tomaron control ahora, y pase de cazadora
a presa, algo que realmente quería sucediera. Me quite la chaqueta y quede con la
blusa de seda blanca y abierta, esa que llevaba puesta y sin sostén. Mis senos
eran casi perfectos, abultados y firmes, mis pezones pronunciados y duros por
la excitación, mis labios ardían de deseos de absorber la dulce miel de su boca.
Él muy caballeroso y con la delicadeza que lo caracterizaba, poco a poco fue desmantelándome
el alma, y penetrando muy dentro de mí ser interior. Como el explorador que va
con cautela, a través de los caminos tentadores de la pasión, buscando los
placeres más ocultos en una noche de seducción y oscuridad. Era la melodía de
un amor quien golpeaba a mi corazón, me sentía la mujer más sexy de esa noche,
feliz y muy complacida por un romance efímero, momentáneo y atrevido, quién era
conducido por las manos hábiles de un galante seductor de chaqueta negra...
Nos convertimos en dos extraños
bajo el encuentro fortuito y oportuno, en una noche sumamente extraña y llena
de sensualidad, de copas, de música relajante previa al momento, y de una oscuridad
sin igual, quienes desnudamos nuestra piel, sin importar el lugar, sin importar
la condición, sin dejar de sentir ni dejar de hacer lo necesario, para entrar
en momentos de pasión a flor de piel. Me quite la blusa y él se sacó su
pullover, quedamos piel a piel, sentía sus labios por todo mi cuerpo, sentía sus
besos por toda mi piel, húmeda, lánguida y excitada, solamente anhelaba más y
más y más, sin freno, sin pena, sin desdén. Sentí sus delicadas manos en mi
vientre y deje que tomara posesión de mí, que penetrara hasta el lugar más recóndito
de mí ser. Lo quise todo, sin dejar lugar sin explorar. Hice lo mismo yo con
él. Lo desnude con encanto, seduje con ansias toda su hombría, todas sus
partes. Me subió sobre sus piernas, sentado sobre la butaca, me acosté sobre la
barra, dejando mi pecho al descubierto, abrí mis piernas y sentí toda su pasión
muy dentro de mí. Quizás fueron minutos, pero parecían horas de tormentos, de
emoción, de intensa y sudorosa pasión...
Era como si el mundo se hubiese
paralizado para ambos. Como si nadie existiera o estuviese tan cerca de
nosotros, como realmente fue. Deseaba no terminase ese interludio, esta sesión
privada a la expensas de la oscuridad, simplemente quería que dejase muy dentro
de mí, una marca, una huella, un destello de romance peligroso, certero e
imborrable, tal vez de amor salvaje, pero muy placentero, como esos encuentros
de tus sueños, cuando no quieres despertar, ni escuchar otro ruido que no sean
sus jadeos y susurros, dentro de tu mundo interior. Sus manos se posesionaron
en todo este cuerpo excitante y sumiso, quien dejo a mi imaginación, cristalizara
los mil y un encuentros de pasión y seducción. Mi excitación estaba llegando al
clímax. Su excitación en igual condición alcanzaba su mejor momento, y estábamos
ambos por alcanzar nuestro grito de placer y de emoción. Desnudos ambos sin
perdón, sin noción del lugar, sin dolor, pero con una gran sensación,
alcanzamos la mayor satisfacción, de llegar a hacer el amor, sobre la barra de
piedra oscura, solos ante la oscuridad de una noche cómplice, definitivamente
bajo la conspiración de un universo mágico, quien nos citó al encuentro
fortuito de esa noche de sexo, pasión y amor salvaje, sin palabras, sin
promesas, sin compromisos, pero sumamente a la satisfacción de un sueño erótico
y placentero...
Luego del momento mágico y
divino, quedamos un rato descansando nuestros cuerpos piel con piel, sintiendo
nuestro sudor mezclarse sin pudor, sintiendo su pecho sobre el mío, su miembro
dentro de mí, sus piernas soportando las mías, sus labios muy cerca de los
míos, mezclando nuestra dulce saliva con sabor a miel. Decidimos después
vestirnos ahí mismo, retornando a la realidad e intentando mirar a través de la
oscuridad, hacia la puerta del local, pero nada, ni nadie se veía cerca. No
sabíamos realmente si nos habrían visto, escuchado o hasta grabado. Ya habíamos
terminado nuestra locura salvaje. De manera cortes y con la delicadeza que lo
caracterizo desde el principio, agradeció todo lo acontecido, me beso en la
mejilla, se despidió, y no lo volví a ver...
Fue la noche más placentera que jamás
podría yo volver a tener. De esas noches extrañas, de esos deseos y ganas de
encontrarme otra vez, con un galante y cortes caballero, que dejó como recuerdo,
una emblemática chaqueta negra, sencillamente para que jamás olvidase, a un
caballero fugaz, quien en una noche mágica, bajo los destellos de la oscuridad,
lleno de placer y emociones, a una dama seductora, quien de cazadora paso a ser
presa sumisa, en una crónica anunciada de un romance efímero ante los ojos del
universo sublime y eterno...
Y continuare más adelante, con otra de esas historias, de esos encuentros llenos de seducción y romance, al final de una tarde y en las noches sedientas de amor y de pasión...