viernes, 29 de enero de 2016

De Tentaciones al atardecer, y de Pasiones al anochecer…



Capítulo II – Un encuentro fugaz, en medio de la oscuridad…

Era uno de esos días, cansada de los avatares en la oficina, discusiones estériles con clientes que realmente no tenían claro su propio negocio. Yo necesitaba un respiro, un desahogo, un cambio en mi sustento, olvidar la semana y buscar algo que realmente me entusiasmara el espíritu. Ya eran varios meses a solas también, luego de mi última relación traumática y enredada. Necesitaba un cambio a esta rutina. Era hora de encontrar emociones y darle un vuelco a las vicisitudes...

Miré la hora, la tarde había estado un poco intensa y el tiempo transcurría apresuradamente en la oficina. Decidí ordenar mi escritorio, archivar documentos, darle las últimas instrucciones a mi asistente y esperar llegase la hora para cerrar rápidamente acá. Salir a respirar, para caminar un buen rato por las calles de mi ciudad. Tenía que despejar mis pensamientos, en una noche quien pintaría tal vez, mejor de lo que presumía. Yo esperaba estuviese iluminada por estrellas, con una luna algo lejos, era tiempo de cuarto creciente. Las personas iban y venían, parecían autómatas, unos apurados por tomar taxi, otros discutiendo por los celulares, más allá de algunos encuentros románticos. Los vendedores ambulantes buscando su rebusque entre oportunidades, algo de tráfico ya convencional, viernes por la noche de final de mes, se avecinaba un fin de semana tal vez intenso...

Logré avistar un establecimiento bastante adelante, ya tenía caminando algo más de cuarenta minutos. Me encontraba algo más relajada y suelta, luego de dejar atrás el ruido del trabajo y el estrés. Algo me llamó poderosamente la atención. Había una pancarta anunciando la presentación de una banda de jazz, eso me atrajo mucho, música relajante, unos tragos, tal vez buena compañía, una subida de tono, y posiblemente un encuentro de esos fortuitos, que te llevan a la cama y algo más...

Decidí entrar, un chico en la puerta amablemente me abrió la puerta y otra chica adentro me condujo hasta la barra. Bastante agradable la decoración, una gran barra con luz indirecta bajo todo su tope, mesas bien disgregadas, se notaba que los dueños posiblemente pretendían que los visitantes se sientesen relajados, cómodos, sin tanto ruido, algo medianamente iluminado, pero con un gusto muy minimalista, colores tierra y ocre prevalecían en el ambiente. Todas las sillas y butacas de cuero marrón y las mesas en tonos beige. Música de fondo en lounge y smooth jazz, extraordinario. Realmente me gustaba el lugar. Obviamente llegue sola y me condujeron hacia la barra, un buen lugar, desde ahí veía perfectamente la tarima del grupo.  El barman, un joven apuesto y educado, inmediatamente se me acercó y me coloco una copa tipo flauta, con una rodaja de lima, un tono color rosa en la bebida, muy tropical, y con un aroma aterciopelado y cítrico a la vez. Gentilmente me indico que aceptara el trago, que me encantaría. La noche apenas comenzaba y deseaba tener emociones, comenzando por un buen trago. Y así comenzó el nocturnal para mí. Realmente el sabor del coctel era indescriptible, me sedujo al instante y comencé a imaginar los mil y un encuentros, en una noche de relax y de seducción sin condición...

El establecimiento poco a poco fue ocupándose, llegaban bastantes parejas, algunos grupos quizás de compañeros de trabajo, otros de chicas como equipo de voleibol, unas más bonitas que las otras, pero todas alegres y dispuestas a pasar una noche de copas y de diversión. Mi barman apuesto, siempre atento y pendiente de que no me aburriese aun estando sola. Una que otra pregunta con mucha discreción, chistes, sonrisas y picardías, pero sin intentar abusar en pretensiones. Eso me agradó, a pesar de que estaba dispuesta a ir más allá, pero tal vez no era lo que el chico buscaba, o no era de su tipo. Los efectos de los tragos me hacían imaginar los mil y unos destellos de encuentros, de esos que anhelas, que deseas, que quieres, que te sorprenden. La noche continuaba sin desdén, y el público aumentaba con placer, la hora de la primera presentación de la banda estaba por llegar prontamente a suceder...

El anfitrión de la banda, resultó ser el barman quien me atendía. Muy hábil para entretener al público, bastante ameno, con ciertos chistes picantes, muy jocosos, y anunció la presentación de los miembros del grupo. El primer set de los chicos comenzaría con un toque de temas clásicos en una versión de potpurrí, versionados al estilo Smooth Jazz. El vocalista un chico un poco corpulento, no tan alto, pero con una voz melodiosa y muy agradable. Los acompañaba una chica quien hace de la chica ¡hmmmmm!, ya saben, esas que causan ganas y deseos en las melodías con cierta carga erótica y placentera...

Ya casi por finalizar el primer set de jazz, por alguna razón que no logro describir, volteo hacia la entrada del local, como si realmente estuviese esperando a alguien, y veo entrar a un chico, no tan alto, pero si bien vestido, aparentemente conocido por algunos de los presentes, e inclusive por mi barman preferido, quien lo saludó desde su ingreso al recinto. El chico vestía una chaqueta de cuero negro corta, un pullover de color negro, y pantalones de color gris con espejuelos claros, con una montura muy fina, quizás con cristales al aire. De lejos se veía muy atractivo. Obviamente no podía dejar de mirarlo, tal vez los tragos y mis ideas de una noche de sorpresas, me tentaban a buscar como dicen algunos, “lo que no se me ha perdido”, pero eso era parte del juego, entre el cazador y la presa. Sentía en algunos momentos que había una interacción entre ambos, es decir, imaginé que el chico no dejaba tampoco de mirar hacia la barra, con la escusa del amigo común, mi barman de la noche...

Luego de un buen rato disfrutando de la noche y de que uno que otro chico intentaron acercarse, para flirtear un poco conmigo, y ver si caía yo en sus redes, me toco ir a retocarme un poco al espejo, y por supuesto a dejar un poco el licor que hasta el momento había estado consumiendo sin desdén, pero con sumo placer. El chico de la chaqueta negro se me quedó viendo hasta que desaparecí detrás de la puerta. Mi corazón latía muy de prisa, mis pupilas obviamente tuvieron que haberse dilatado, y se me erizo la piel, solamente de pensar la atracción que se disparó, como la chispa de una hoguera dentro de mí ser interior. ¡Waoooo! ¡Qué bien me sentía! Había que tomar las armas de la seducción y debía hacer algo al respecto. Debía arreglarme bien, asumir una actitud más femenina y dejar que la pasión nocturnal, los tragos, el ambiente y la música hicieran una parte del trabajo. La otra debía propiciarla yo, y finalmente el complemento sorpresivo, debía ser el chico de la chaqueta negra. Así lo llamaría yo a partir de ese momento, sin nombres, sin preguntas, sin miedos, sin pensar por mañana. Simplemente cambiar mi nota y dejar que fluyera todo aquello que debía fluir. Bastante simple...

Justamente al salir del área de los sanitarios, lo primero que encuentro es al chico, esperándome con una rosa en la mano, una copa con un coctel diferente al que estaba tomando, bordeada de un ligero toque de azúcar glaseada, y una fresa bastante roja, carnosa, grande y llamativa insertada en un lado. Solo se me acerco, me beso la mano de manera gentil, me entrego la rosa y me dio amablemente la copa del coctel. Simplemente le agradecí el gesto y la caballerosidad. Él me miró de arriba abajo, y me dijo en palabras que entraron como melodías sublime a mis oídos, “eres más bella de lo que imagine”. Me pidió con cortesía, le permitiese acompañarme en la barra. Había lugar y obviamente no me negué a ello. Se iniciaba el cortejo entre presa y cazador, y en ese momento quería ser la cazadora y el la presa, pero muchas veces las cosas no suceden como siempre lo planeas. Los designios de la pasión, un toque de licor, una subida de tono y las ganas de entrar en una pelea armoniosa entre géneros, anunciaba las crónicas del romance y del placer, en una noche de copas y de seducción...

Al sentarnos ambos en las butacas de la barra, mi buen amigo y anfitrión, se nos acerco, coloco un plato de frutos secos, con maní, avellanas y nueces, nos sonrió con la suficiente picardía de saber que algo pasaría entre nosotros. De pronto quedamos en tinieblas, a oscuras, la energía se esfumó como por arte de magia, mi chico de la chaqueta negra me tomo de la mano, asegurándose de que no temiera a nada. Él estaba a mi lado, y no pasaría nada, salvo lo inevitable. El chico de la barra, se acercó y nos manifestó que el apagón es en toda la ciudad, y que posiblemente era alguna falla de la planta de generación. Había que esperar. No se veía nada, salvo algunas linternas y las luces de los teléfonos celulares, que brillaban en la oscuridad del local. Las puertas del lugar las abrieron y se escuchaban algunos levantándose para salir a las afueras. Nosotros nos quedamos sentados. Yo me limite a tener en una mano mi coctel y beber oportunamente para calmar un poco los nervios, y la otra mano estaba aferrada a mi chico galante de chaqueta negra. No podíamos vernos, pero decidimos no movernos por los momentos...

Paso un buen rato y no había señales de que volveríamos a la normalidad. Ya muchos habían decidido irse a sus hogares quizás. Era más de la media noche. Estábamos solos en la barra, los demás estaban afuera, en la calle. Mi galante chico me susurraba al oído palabras de romance y de galantería, solo reía y me sentía como en las nubes. Nuestro anfitrión nos dejo una jarra de cristal, con una cubeta de hielo, muy cerca de nosotros, con el coctel preparado, como entendiendo que debíamos quedar a la espera de lo inevitable. Y así lo imaginaba, así lo deseaba, así ya lo transpiraba a través de mi piel. Dejaría que todo llegase a donde quisiera ir con placer...

Comenzaron los besos y las caricias sobre mi cuello, sobre mi rostro, mi boca, quien gemía de deseos y ansias por sentir su piel. Sus manos tomaron control ahora, y pase de cazadora a presa, algo que realmente quería sucediera. Me quite la chaqueta y quede con la blusa de seda blanca y abierta, esa que llevaba puesta y sin sostén. Mis senos eran casi perfectos, abultados y firmes, mis pezones pronunciados y duros por la excitación, mis labios ardían de deseos de absorber la dulce miel de su boca. Él muy caballeroso y con la delicadeza que lo caracterizaba, poco a poco fue desmantelándome el alma, y penetrando muy dentro de mí ser interior. Como el explorador que va con cautela, a través de los caminos tentadores de la pasión, buscando los placeres más ocultos en una noche de seducción y oscuridad. Era la melodía de un amor quien golpeaba a mi corazón, me sentía la mujer más sexy de esa noche, feliz y muy complacida por un romance efímero, momentáneo y atrevido, quién era conducido por las manos hábiles de un galante seductor de chaqueta negra...

Nos convertimos en dos extraños bajo el encuentro fortuito y oportuno, en una noche sumamente extraña y llena de sensualidad, de copas, de música relajante previa al momento, y de una oscuridad sin igual, quienes desnudamos nuestra piel, sin importar el lugar, sin importar la condición, sin dejar de sentir ni dejar de hacer lo necesario, para entrar en momentos de pasión a flor de piel. Me quite la blusa y él se sacó su pullover, quedamos piel a piel, sentía sus labios por todo mi cuerpo, sentía sus besos por toda mi piel, húmeda, lánguida y excitada, solamente anhelaba más y más y más, sin freno, sin pena, sin desdén. Sentí sus delicadas manos en mi vientre y deje que tomara posesión de mí, que penetrara hasta el lugar más recóndito de mí ser. Lo quise todo, sin dejar lugar sin explorar. Hice lo mismo yo con él. Lo desnude con encanto, seduje con ansias toda su hombría, todas sus partes. Me subió sobre sus piernas, sentado sobre la butaca, me acosté sobre la barra, dejando mi pecho al descubierto, abrí mis piernas y sentí toda su pasión muy dentro de mí. Quizás fueron minutos, pero parecían horas de tormentos, de emoción, de intensa y sudorosa pasión...

Era como si el mundo se hubiese paralizado para ambos. Como si nadie existiera o estuviese tan cerca de nosotros, como realmente fue. Deseaba no terminase ese interludio, esta sesión privada a la expensas de la oscuridad, simplemente quería que dejase muy dentro de mí, una marca, una huella, un destello de romance peligroso, certero e imborrable, tal vez de amor salvaje, pero muy placentero, como esos encuentros de tus sueños, cuando no quieres despertar, ni escuchar otro ruido que no sean sus jadeos y susurros, dentro de tu mundo interior. Sus manos se posesionaron en todo este cuerpo excitante y sumiso, quien dejo a mi imaginación, cristalizara los mil y un encuentros de pasión y seducción. Mi excitación estaba llegando al clímax. Su excitación en igual condición alcanzaba su mejor momento, y estábamos ambos por alcanzar nuestro grito de placer y de emoción. Desnudos ambos sin perdón, sin noción del lugar, sin dolor, pero con una gran sensación, alcanzamos la mayor satisfacción, de llegar a hacer el amor, sobre la barra de piedra oscura, solos ante la oscuridad de una noche cómplice, definitivamente bajo la conspiración de un universo mágico, quien nos citó al encuentro fortuito de esa noche de sexo, pasión y amor salvaje, sin palabras, sin promesas, sin compromisos, pero sumamente a la satisfacción de un sueño erótico y placentero...

Luego del momento mágico y divino, quedamos un rato descansando nuestros cuerpos piel con piel, sintiendo nuestro sudor mezclarse sin pudor, sintiendo su pecho sobre el mío, su miembro dentro de mí, sus piernas soportando las mías, sus labios muy cerca de los míos, mezclando nuestra dulce saliva con sabor a miel. Decidimos después vestirnos ahí mismo, retornando a la realidad e intentando mirar a través de la oscuridad, hacia la puerta del local, pero nada, ni nadie se veía cerca. No sabíamos realmente si nos habrían visto, escuchado o hasta grabado. Ya habíamos terminado nuestra locura salvaje. De manera cortes y con la delicadeza que lo caracterizo desde el principio, agradeció todo lo acontecido, me beso en la mejilla, se despidió, y no lo volví a ver...

Fue la noche más placentera que jamás podría yo volver a tener. De esas noches extrañas, de esos deseos y ganas de encontrarme otra vez, con un galante y cortes caballero, que dejó como recuerdo, una emblemática chaqueta negra, sencillamente para que jamás olvidase, a un caballero fugaz, quien en una noche mágica, bajo los destellos de la oscuridad, lleno de placer y emociones, a una dama seductora, quien de cazadora paso a ser presa sumisa, en una crónica anunciada de un romance efímero ante los ojos del universo sublime y eterno...

Y continuare más adelante, con otra de esas historias, de esos encuentros llenos de seducción y romance, al final de una tarde y en las noches sedientas de amor y de pasión...

martes, 19 de enero de 2016

De luces, destellos y encuentros fortuitos, a través de la oscuridad…



Y siempre existirá esa luz, esa esperanza, ese eterno eslabón, quien forma parte de tu espiritualidad y de tu integridad, para encontrar la claridad y pasividad, a lo largo de quizás ese tortuoso andar. Buscando tal vez algo de paz, de armonía, de encuentros, de alegrías, de éxitos y de bondad, de luz y de felicidad, a sabiendas que los tropiezos son inevitables, los encuentros tal vez fortuitos, también son obligantes, aún cuando tengas la suficiente confianza y seguridad, para evitar tropezar o cruzar, por esas vertientes o bifurcaciones de la vida, esas que algunas veces te obligan, a decidir en algunos casos, cambiar la ruta trazada, en la búsqueda ansiada, de un destino aún lejos de tu anhelos alcanzar, quien posiblemente está siendo forjado, a través de tus creencias, de tu fe y de tu perseverancia, para pretender conseguir, la cima de algo, que es más grande, de aquello que una vez imaginaste lograr...

Y siempre creemos fervientemente, que nuestras decisiones, son las que nos permiten alcanzar, el camino correcto para superar, esos escollos, esos obstáculos, esas barreras, que permanentemente ahí están, a lo largo de esa ruta, que tú decidiste transitar. Es parte de la vida, es parte de tu existencia, es parte de la experiencia, es parte del aprendizaje, es parte de un todo universal, y que solamente a la larga, el tiempo humildemente te manifestará, si razón tuviste al elegir, esa senda tomar...

Y siempre de alguna manera en nuestro plano existencial, se cruza lo espiritual con lo mundano, eso que está insertado en tus neuronas, con las corazonadas de tu alma vital, los intereses de lo material, con lo que intuye tu espíritu muchas veces quizás. Dudas saltan, emociones surgen, creencias al momento aparecen, como una salida envolvente, quienes te hacen pensar, es la manera implícita de lograr, un camino fácil para superar...

Y siempre las intuiciones a veces fluyen, como señales intermitentes, y sin embargo también a veces no las atendemos. Y cuando permitimos, que esos pensamientos, en ocasiones perversos, como una gran telaraña, entretejida de vertientes y atajos para sacar, una ruta alterna como arte de magia fugaz, creemos poder superar, aquello que nos encontramos por algún motivo suspicaz, y nos adentramos en esos caminos tortuosos, nublados, y a veces oscuros, sin luz tal siquiera para mirar, por cual senda decidimos ingresar, y es cuando finalmente aprendemos y entendemos, que absolutamente todo en la vida y en el plano terrenal, ha de tener una razón existencial...

Y siempre tendremos que tomar, decisiones por todo aquello que pretendemos lograr. Asumimos las consecuencias, admitimos a pesar de nuestra susceptibilidad muchas veces, que las emociones o impulsos una vez más, tomaron control en momentos de tensión, en situaciones circunstanciales, o eventualidades temporales, de un tiempo universal, para que desde el universo, quien todo lo ve, todo lo percibe, todo lo escucha y posiblemente todo también lo siente, nos regale una vez más, una lección de vida, para así continuar, nuestro periplo en la ruta de ese destino, que ansiamos todos encontrar, buscando señales de esos sueños, que siempre anhelamos alcanzar...

Y en ocasiones solamente un pequeño detalle, puede cambiar la visión en nuestra vida, como un parpadeo, como una delicada chispa de luz, y algo pasa, y algo sucede, y algo surge, y entonces pensamos al inicio, es un evento al azar, porque sucede cuando menos te lo esperas, enviándonos por un rumbo que tal vez, jamás planeaste andar, hacia un futuro que en algún momento, nunca lograste imaginar. No sabes a donde te llevara, pero lo que posiblemente sucederá, es que eso forma parte de nuestro viaje de vida, de nuestra búsqueda de luz, de nuestra ansiedad por encontrar, ese algo intangible, que nos lleva a un camino de paz, de emotividad, de sensibilidad, de armonía, de amor y de felicidad, buscando un encuentro necesario, un encuentro fortuito, con tu otra mitad...

Pero a veces encontrar esa luz y esa esperanza, implica pasar por una intensa oscuridad, y muchas veces, a pesar de las dificultades y obstáculos, logramos alcanzar a ese hilo de esperanza, a ese rayo de luz, al lado de quien en nuestros sueños está presente, sin saber que hay más allá de eso, y cuáles serán las sorpresas, que nos depara ese flagrante y ansiado destino...

lunes, 18 de enero de 2016

De Tentaciones al atardecer, y de Pasiones al anochecer…



Capítulo I – A mar abierto, al cielo eterno…

Dubitativo y pensativo, a media tarde caminando descalzo, sobre las densas y cálidas arenas de una playa, escuchaba el constante y sublime oleaje del mar, sintiendo la brisa marina sobre su rostro y su cuerpo, bajo la intensidad de un sol entrando a su ocaso natural. Solo, ante la inmensidad del mar, únicamente sentía ansiedades y deseos, sensaciones de encontrar, como saciar el llamado de su alma, a expensas de la naturaleza misma, en una costa de una playa tropical...

Bajo un cielo totalmente azulado, veía algunas gaviotas revolotear, pasando a buscar su refugio quizás, y dos pelicanos rozaban la superficie del mar, tal vez buscando su carnada, para simplemente alimentar, como instinto de supervivencia animal. Sin embargo sus pensamientos estaban por entrar, a un mundo de placer y deseo a flor de piel, bajo la intimidad del nocturnal, quien estaba a unas horas de llegar...

La marea tendía a apaciguar prontamente su intensidad. El ocaso del sol tropical, marcaba poco a poco su tono rojizo al horizonte, confundiéndose con el cielo eterno, junto a la bruma del amplio mar tropical. Entonces decide sentarse él, sobre las cálidas arenas de esa playa, meditando, aspirando y exhalando, pero no por cansancio, sino por ganas de suspirar, ante todo el infinito universo, simplemente por ansias de quizás amar, y de sentirse abiertamente amado...

En la más absoluta soledad y ante la presencia del mar, mira hacia un lado, luego voltea y mira al otro, solo ve las arenas, las palmeras bailar, y un cielo abierto, con los vientos que quedan, luego de la faena de un día ardiente, sobre la costa de su playa tropical. Absorto en sus ansiedades, únicamente esperando el ocaso del sol, quién se perdía al horizonte, devorado por la saciedad de un apacible y misterioso mar. Su alma anhela comenzar, quizás a navegar, hacia las profundidades de los deseos intrínsecos, de un imaginario amor, quién lo impulsa a soñar, a la orilla de este inmenso mar…
De repente, a lo lejos, sobre un costado de la playa, logra ver una silueta femenina, una cabellera oscura, quién viene bailando al ritmo del sonido del viento, contoneando sus caderas, al son de melodías que comienzan con el viento, con las olas, las palmeras, y el silbido natural, de una noche quien está a punto de comenzar...

Una hermosa y delicada hembra, simplemente a la orilla del mar. Vestida con una tela de seda negra, danzaba descalza sobre las cálidas arenas, con su hermosa cabellera suelta de color negro azabache. Un collar de perlas brilla entre la bifurcación de sus hermosos pechos, muy bien contorneados y delicadamente sensuales, rematan sobre la seda negra, la perfección de unos pezones endurecidos, como pidiendo ser complacidos, con la delicada miel, de un boca no más...

De ojos y mirada penetrante, de señales alegres y llamativas, de labios rojos fulgurantes y de una sonrisa contagiante, tal cual serpiente quien se desliza suavemente, hasta alcanzar totalmente su atención, logra mantenerlo embelesado, en vela, sin perder un ápice de su sensualidad, con su dulce contoneo de cuerpo perfecto, danzando a la melodía de un amor, quien está solo a un paso de comenzar, el más bello interludio, de un romance a la orilla del mar…
Y simplemente él en sus pensamientos pregunta ¿Universo infinito, a quien enviaste a saciar mi apetito de amar? Ella solo continuaba danzando, con su hermoso cuerpo escultural, delicado y sensual, a su alrededor, insinuando sus partes intimas, como una forma sublime de entrar, en ese juego misterioso, quizás de amar y ser amada, tal vez de deseos y ansias de amor sublime, hasta alcanzar el éxtasis, a la orilla de un playa, en esas noches de misterios y encantos, de un romance tropical...

Insinuaciones van y vienen, besos se dan sin contemplar, suspiros, venenos, sudores, palpitaciones, ansiedades, contoneos, danza y erotismo sin parar, desnudos de placer, adosados a una sola piel, rozando cada parte de ella, cada parte de él, sin inhibiciones, dulce miel entra de un boca, se desliza hacia la otra, sin hablar, quizás sin escuchar, solo sintiendo a través de su piel, dos corazones a punto de explotar. Dos almas y dos espíritus, que no tienen tiempo de mirar atrás, que solo dejan a sus instintos navegar, entre las aguas profundas, de un amor y un deseo carnal...

Él baja a su vientre, dulcemente la besa, lame su ser, una y mil veces más. Agarra sus pechos, roza y pellizca sus pezones, delicadamente con sus dedos hasta lograr, sin dejarla respirar por un rato, sin dejar ella de jadear. Ella solo inclina su torso, una vez, otra vez, sus manos toman la arena, de tanta ansiedad que siente, de tanto placer sin parar. De una mujer que está en su clímax de sensualidad y ardiente contornear, comienza ella ahora, a explorar y descubrir las ansias de su hombre quizás...

Montada ella sobre su cuerpo, baila al ritmo ligero, de una sensualidad exuberante, de fulgurante llama ardiente de amor flotante, sobre su pecho desliza tiernamente sus manos, y delicadamente penetra sus dedos sobre la piel, de un hombre incontrolable, quien pide al cielo eterno, no dejes que me canse, no dejes que me duerma, no me despiertes de este sueño frenético, de un amor quien a punto de explotar, gime de ansias, jadea de deseos, con hambre de sexo, con apetito de anhelos, con momentos incontenibles de sensaciones, como nunca antes lo pudo imaginar...

El penetra dentro de ella. Ella se inserta en su ser. Ambos se integran a la melodía de un amor sublime, desnudos en la playa, a la orilla del mar, con solo un testigo presente, un universo inclemente, quien mira al amor, quien observa un romance, quien deja que sus sueños vuelen, naveguen, surcan las estrellas, quien como un gran cometa, deja la estela pasar, como una marca sobre las arenas, en un territorio sellado con amor, con sexo salvaje quizás, donde las palabras sobran, donde las miradas lo dicen todo, donde los gemidos son los augurios, de un clímax tropical, quien está en su punto, de alcanzar la gloria de amor en ese altar...

Ella con su hermosa cabellera suelta, gime fuerte de placer sobre él, con frenética pasión, mira al cielo y grita por ese amor, contorneando su torso hacia atrás. Sabe que él está cerca de sembrar en ella, el secreto mejor guardado de un amor misterioso y audaz. Él no quiere que termine el interludio, e intenta prolongar lo más ardientemente posible, sus deseos de amar. La mira sin descanso, la desea tanto, que al son del ritmo del oleaje del mar, sus jadeos de ansias de sexo y amor, sedientos de corazones abiertos al mar, alcanza sus pechos perfectos, y con sus manos intenta seducir aun más, todo su cuerpo perfecto de sensualidad y veneno, de un amor sublime quizás...

Más allá de la medianoche y a la luz de las estrellas, ambos logran ver al mismo tiempo, una estrella fugaz pasar. Se miran, se besan, se aman, se tocan, seducen con sus bocas, penetrados y endulzados con la miel del deseo, alcanzan finalmente, saciar su apetito de amar. Logran dejar en cada uno de ellos, su sello de amor imborrable. Su testigo de un hecho natural, su dulce miel blanca, como suave y dulce melaza, que no dejan de sus cuerpos soltar. Se miran tiernamente, se besan finalmente, cumpliendo un ritual de romance frente al mar. Él mira sus pechos perfectos y no desea se vaya jamás. Ella mira su tierno rostro, penetrando a través de sus ojos, hasta el rincón de su alma tal vez, simplemente para decirle muy adentro, es hora de partir quizás...

Deciden dormitar juntos, y abrazados sobre la arena por un rato más, sintiendo sus cuerpos por última vez quizás. Él la abraza tiernamente, la besa a su cuello, también a su espalda, inhala su aroma, a través de su cabellera. Le toma los senos por detrás, para no dejarla mover de su regazo, sin pedirle o decirle, ni una palabra de más. No hay dialogo, solamente sentimientos, ternura, romance, bondad, amor platónico fugaz, de una noche misteriosa, seductora y sublime frente al mar, dejando volar sus pensamientos y entregado simplemente, a adorarla por siempre hasta la eternidad...

En los albores de un nuevo amanecer es despertado por el graznido de una gaviota, quien pasa muy cerca de la orilla del mar. Mira a todos lados, se levanta intempestivamente. Mira a un lado de la playa. Mira al otro. Nada. Solo el mar es testigo presencial, junto a un cielo eterno estrellado. No hay rastros de su hermosa dama de la orilla del mar. Solo quedó el collar de perlas sobre la arena, como recuerdo de un amor sublime y fenomenal, quien en sus recuerdos ha de permanecer, hasta más allá de las mil y una eternidad, como un sueño de tentaciones y deseos, que se hizo realidad, en una noche extraordinaria, en la más absoluta soledad, a la orilla de una maravilloso mar, con la venia de un universo, quien lo ha complacido en sus ansias de amar, de ser amado y bendecido, por una misteriosa mujer, quien llegó de la nada, quien se fue sin dejar rastro, quien dejo en su alma, un maravilloso encuentro, de un amor y un romance, en una hermosa playa, de una costa extraordinaria, en esta tierra increíble de un país tropical...

A la espera del siguiente atardecer, y de una noche de pasión otra vez...