Tal vez cuando menos lo esperamos
nos sorprende. Tal vez por la ansiedad y anhelo en nuestro interior, se presenta,
pero no fue lo esperado. Tal vez lo dejamos pasar por alto, simplemente por no
verlo. Tal vez llegó, nos dio una bofetada, nos sacudió y sin embargo no llegamos
a sentirlo o percibirlo. Tal vez una señal de esas que a veces llamamos
divinas, lo anuncio, pero estábamos tan ofuscados a una eventualidad externa,
que nos dejó. Tal vez nunca imaginamos que pudiera ser posible, y llegó sin
aviso, sin sorpresa, sin entenderlo, comprenderlo o asimilarlo. Tal vez era
como decía un aclamado y respetado escritor latinoamericano, “Crónica de una
Muerte Anunciada”, pero con todo eso, era tal la insistencia que estamos
dispuestos a morir con las botas puestas luchando...
A veces las cosas suceden por
alguna razón implícita, por alguna razón natural, por alguna razón espiritual.
Nada absolutamente sucede sin razón alguna, aún cuando en esos momentos, e
incluso tiempo después, no logremos comprenderlo, pero realmente es así. El
Creador tal vez sea el único que sabe porque suceden esas eventualidades, sin
embargo en el plano terrenal jamás podremos comprenderlo. Muchos de nosotros
acudimos, nos refugiamos, tenemos la esperanza de una intervención a veces
divina, a veces muy espiritual y muchas veces de que Dios nos dará en su
momento oportuno, la razón, la solución, la respuesta, pero definitivamente no
es así. El Creador no interviene, no resuelve, ni tampoco bajará, se aparecerá
y nos dirá que hacer. Ese no es su trabajo. Hasta que no entendamos y
comprendamos que es un ser espiritual magnánimo y generoso, que nos guía, nos
ilumina, nos orienta y nos llena de inmensa fe, esperanza, amor y comprensión, pues
no será de otra forma. Nos da las señales para que seamos nosotros los que
tomemos el camino adecuado, las decisiones idóneas o inequívocas, según sea el
caso. Nuestra actitud y nuestra conducta determinan como asumimos esos momentos,
y de esta manera afrontamos todo aquello que nos dé una razón para ello, para
continuar, para arriesgar, para intentar o para dejarlo. Por todo aquello que
nos impulsa y nos determina a vivir y a experimentar esas vivencias, y esos
momentos...
Todos tenemos esos momentos
inesperados, a veces sorprendentes, alegres o tristes tal vez. Todos en algún
momento de nuestras vidas tenemos esos momentos a veces oportunos y a veces
inoportunos. Todo muchas veces sucede en un preciso y específico momento. Se
vive, se siente, se percibe, se intuye en un momento del tiempo, en un segundo,
en un instante. Luego de ello tal vez sentimos o percibimos situaciones
parecidas o similares, pero jamás las mismas. Tenemos momentos naturales y muy
humanos. También tenemos esos momentos que llamaría espirituales y ciertas
veces con un nivel de sensibilidad que escapa a nuestra comprensión. Nos pueden
dar ganas de sonreír y alegrar nuestra vida. También nos pueden dar ganas de
llorar y sentirnos tristes. Nos puede generar una sorpresa de tal magnitud, que
reaccionamos de una forma inusual o hasta dejarnos mudos, en shock,
paralizados. Somos bastantes vulnerables a cualquier reacción, más allá de
nuestras personalidades, de nuestras conductas, e incluso de nuestras
frialdades ante ciertos aspectos de la vida, porque así también existimos y nos
conducimos muchas veces...
Somos producto de nuestra
cultura, de nuestras costumbres, de nuestra sociedad, de nuestra formación y
educación, de nuestras verdades y de nuestras mentiras. No somos dueños ni amos
de la verdad, no la tenemos, no la conocemos, no la poseemos. Simplemente en
nuestro paso por ella, asumimos y decidimos, sea por una buena razón o por un inequívoco
argumento, poseedores de nuestra apreciación. A veces acertamos y muchas veces
nos equivocamos. Sean en esos momentos inesperados, o en aquellos momentos que
propiciamos, para bien o para mal. Estamos poco tiempo y de paso. No lo sabemos
al llegar, no lo entendemos mientras crecemos y nos formamos, no lo
comprendemos al ser adultos, y muchas veces creemos que estamos ahí sin saber
que estamos prestados en un tiempo determinado...
Mientras podamos vivirlo,
disfrutarlo, sentirlo, verlo, percibirlo, intuirlo, amarlo, quererlo, compartirlo,
entregarlo, obsequiarlo y cualquier otra reacción o actitud, ante todos los
momentos inesperados, sencillamente todos esos momentos alegres, tristes,
armoniosos, sublimes, extraordinarios, contradictorios, esperanzadores,
comprensivos, sensitivos, temerosos y hasta tentadores, hemos de permitir que
la naturaleza humana, nuestro ser espiritual, el universo y Dios mismo, seamos
y sea testigo de que siempre estaremos expuestos y nunca preparados para lo
inesperado, para todo aquello que no veamos venir, sentir o intuir. Creemos a
veces estar preparados, pero no es cierto. Hemos de dejar que fluya en el
tiempo y esos momentos que llegaran, tarde o temprano. Sabemos que “el tiempo
de Dios es perfecto”. El nuestro no lo es, porque en el plano terrenal, nuestro
mundo no es ni será perfecto jamás...
Es una apreciación y una manifestación
que llegó en un momento. Alguna razón ha de existir para que pudiera expresarlo
de esta manera. Evito hoy día tratar de entenderlo, simplemente dejo que fluya,
dejo que llegue y dejo que salga de la mente, del entendimiento racional, del espíritu
mismo, hasta del corazón, como una señal o tal vez como una manera de soltar a
través de estos medios hoy disponibles, que algunos percibimos nuestros
momentos de esta manera. Muy a pesar que luego de tantos y tantos intentos por
comprenderlos y hasta por entenderlos, llegamos y preferimos dejar que sea
expuesta una humilde apreciación de esos “Momentos Inesperados”...
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