Capítulo VII – Sortilegios y encuentros de un pasado, en un presente (III
parte)…
En un tiempo muy lejano, pero muy
lejano, una hermosa mujer, muy cercana a una familia vinculada un imperio,
estaba por explorar acerca de esas sensaciones e ilusiones, concernientes a una
vida conyugal, a sus responsabilidades dentro de un núcleo familiar, y acerca
de los sueños por ser elegida por el hombre ideal, para construir su propia
familia, su propio legado, sus hijos, y el amor idealizado en su alma, entre tantos
hombres que la pretenderían en lo sucesivo. Sin embargo eran tiempos muy difíciles,
pugnas por territorios y por poder, eran los tópicos álgidos de su tío, quién
era el Emperador de turno en el Imperio Inca. Y este debía asegurar la
continuidad de su monarquía, de su legado, de su patrimonio, tomando las
decisiones más convenientes, mas por intereses familiares, que por los
designios de un corazón enamorado...
Ella era un tipo de mujer un
tanto diferente al estereotipo de su comunidad. Sus rasgos eran hermosos y muy
finos. Alta de estatura, de cabellera color castaño claro y muy larga, el matiz
de su piel de color canela casi perfecto, y de ojos extrañamente claros, grandes,
muy similar al color de la miel. En definitiva, ella era muy diferente a las
demás mujeres de su pueblo originario. No se sabía nada acerca de su padre, fue
criada por su tío y adoptada como una más de la familia. Su madre quedó
embarazada desde muy joven, y no se conoce muy bien la historia de su
desaparición en la adolescencia, cual duró cerca de cinco años. Cuando la madre
retornó al pueblo de origen, luego de ese tiempo desaparecida, fue reconocida
por su hermano mayor en una caminata del aún no monarca por la plaza. Este quién
ya estaba muy cerca de asumir las riendas del imperio. Por razones obvias y posteriormente
a ese encuentro fortuito, luego de hablar de los pormenores acerca de la niña
quien acompañaba a su hermana, les permitiría vivir junto a su familia. Y es
así como esta pequeña Princesa, se convertiría en alguien por quien años
después, se hablaría de ella, como la Princesa de “La leyenda del reflejo de
las Serpientes”...
El oro en esa época, era
utilizado por los monarcas del Imperio, para adornar y marcar el estatus social
y jerárquico de las familias ligadas al poder, tanto en lo militar como en lo
religioso, así mismo también a las personas con un alto conocimiento en la
comunidad, es decir, a los consejeros y sabios de la élite monárquica. Por
tanto la Princesa, quien fue como posteriormente se le llamó, debido a esas circunstancias fortuitas, más no por su
relevancia por la ascendencia familiar, tuvo mucho que ver con la historia misma,
y del cuento que pasó a ser parte de una leyenda, que dio comienzo con su
aparición al inicio de su etapa como mujer, pero que no culminaría en esa época
justamente...
La niña creció junto a la
primogénita del tío. Ambas fueron educadas como hermanas, como un miembro
igualitario de la familia, más allá de ciertos aspectos poco característicos de
las mismas. No habían rasgos parecidos entre las niñas, y menos entre ellos,
salvo ciertos detalles con su madre. Pero sus ojos transmitían algo más allá de
lo inexplicable. Había cierto misterio y encanto, había delicadeza, sutileza y
sensación de regocijo, muy dentro de esa niña. Esa fue la razón que prevaleció
en el Emperador, en hacer respetar su decisión. Él la consideraría alguien muy
especial, muy a pesar de no tener características parecidas a ellos, ni a su propia
gente...
Un orfebre nativo de la
comunidad, un servidor de la realeza monárquica desde muy niño, un simple
hombre del pueblo, reservado, hijo único, inteligente y muy trabajador, un día
de esos inexplicables, pero de esos que solo el universo, tal vez tiene que ver
con las conspiraciones divinas, se presentó ante la realeza a solicitud del
Emperador. No era él precisamente quien debía presentarse, pero su maestro le
encomendó la tarea inmediata, dada las limitaciones físicas que tenía para ese
momento el maestro en sí. El maestro estaba sufriendo de ciertas
convalecencias. Al llegar el joven ante su majestad, este dio el saludo y las
reverencias correspondientes. El Emperador fue informado acerca de los
pormenores de la salud del maestro, e inmediatamente dio instrucciones para que
fuese atendido por el curandero o medico de la familia real, ya que el maestro
orfebre real, era su amigo personal desde la infancia...
El Emperador solicitó a este
discípulo, la tarea de informarle al maestro la necesidad de hacer unas piezas de
orfebrería especiales, tanto para su hija primogénita, como para su sobrina, ya
que por razones desconocidas, ambas cumplirían los dieciocho años el mismo día.
El mismo día de la celebración del solsticio de invierno, el 24 de Junio. Se
tenía previsto la realización de una ceremonia pública, actos como parte de las
tradiciones culturales de esta emblemática civilización. Y otro de corte familiar
en los aposentos reales, algo apartado del pueblo y en la noche, junto a las
familias vinculadas a ellos, a fin de hacer la presentación oficial de las
jóvenes, ante los aspirantes a la dote. Por tanto era necesario que los
atuendos y la presentación de ambas jóvenes, estuviesen a la altura de la realeza
monárquica, tal como lo establecían sus costumbres...
El joven era muy creativo y
metódico en el proceso de fabricación de piezas de orfebrería. Era un discípulo
ejemplar, muy callado y observador, atento y disciplinado. Solamente solicitó
la posibilidad de ver a las privilegiadas, para poder evaluar sus características
e informarle al maestro, acerca de sus ideas y lo que debían considerar para el
diseño de esas piezas. Ambas jóvenes debían lucir unos atuendos muy especiales,
posiblemente para esa ocasión. El Emperador solicitó se hiciesen algunos
bocetos o muestras previas, para tomar él la decisión directamente. Esto estaba
fuera de lo normal, ya que esas tareas solo y únicamente eran competencia de
las mujeres, es decir, era su esposa la responsable de encargarse de esos
detalles, ya que el Emperador estaba más vinculado a los problemas políticos,
militares y religiosos, no de aspectos caseros. Pero así lo decidió entonces el
monarca, era él y más nadie, el responsable de los atuendos de sus hijas, así
las veía siempre desde que eran niñas...
El joven fue conducido a una sala
especial por uno de los sirvientes del Emperador. Mientras el monarca salía de
su instancia, para atender otros asuntos relevantes, acerca de las políticas
del Imperio y las alianzas con sus más fieles súbditos. El sirviente le pidió
al joven esperase hasta que las jóvenes fuesen traídas hasta ese otro ambiente.
Quedó solo y se limitó a observar cada mueble, figuras, detalles, tapices,
materiales, y colores dispuestos en ese bonito salón. Estaba en el Palacio
Imperial, y eso no le era permitido a cualquiera...
La primera en llegar fue la
primogénita. No le era permitido hablarle, salvo ella le preguntase algo. La
joven era de una estatura promedio, no muy alta, cara redonda, tez morena,
rasgos faciales bonitos, mas no atractivos, contextura media, y tímida. Ella
mostro sus manos, sus pies, con cierta delicadeza, luego ella levantó su rostro
y solamente le indico ciertos detalles que a su criterio, ella pretendía le hiciera
para la ceremonia. Posterior ella le preguntó su nombre, y él se lo dio. Por
último le manifestó que lo veía muy joven para semejante responsabilidad. Él
simplemente asintió y no le replicó. Esa era la costumbre, estaba frente a la
realeza, y a ellos no se les responde, a menos pregunten. Ella lo estaba tanteando
y la acompañante de la hija del Emperador se dio cuenta. Esta sonrió disimuladamente.
Ese encuentro duró algo cerca de una media hora, y estuvo bajo la presencia de una institutriz real, quien
no habló en lo absoluto. Luego ellas se marcharon a sus aposentos privados...
Quedo nuevamente solo, tal vez
por unos diez minutos o un poco más. No le era permitido salir del recinto,
salvo con un guardia o un sirviente. Sentía mucha curiosidad, sin embargo
permaneció cauto y tranquilo, muy cerca de una de las puertas, observando un
tapiz sobre una de las paredes. Era como si estuviese absorto en las figuras y
las señales mismas del tapiz. Sentía un subliminal mensaje en su subconsciente.
De pronto sintió una voz a su espalda, como un susurro, una delicada melodía
universal, nunca antes escuchada. Volteo lentamente y se encontró directamente con
los ojos de la otra joven. Fue una chispa inmediata, un encuentro luminoso y
mágico. Ambos quedaron absortos en pensamientos simultáneos, era un lenguaje
solo descifrado por la intensa mirada de ojos que no parpadeaban, y que se adentraban
esas miradas directo a sus almas. Sus pupilas estaban dilatadas del asombro. La
institutriz quien acompañaba a la joven Princesa, llamó su atención, al verlos
perplejos sin hacer mas nada que mirarse. Se había dado cuenta del efecto entre
ambos, y sabía que eso no estaba permitido. Fue el comienzo de esta historia en
ese momento...
Luego de ese momento inusual, él
no sabía cómo mirarla o como poder describir a esa admirable joven mujer, por
quien había quedado totalmente deslumbrado. Ella en igualdad de condición, tomo
la iniciativa y le mostro sus manos, con dedos estilizados y largos, una piel
aterciopelada casi perfecta, y esos ojos que no podía dejar de observar, unos
labios provocativos y con ese matiz a durazno. Ella era diferente, y nunca
antes había podido ver a una mujer con esas características. Por supuesto él
era de su misma estatura, buen porte, de ojos negros y color de piel canela, también
algo inusual en algunos de ellos, pero su padre era lo suficientemente alto, con
características muy similares, que se mantienen en los genes de su raza. Su
padre era oriundo del norte, muy cerca de la zona costera, pero desde muy joven
se asentó en estos predios y su vinculación con el Emperador, data desde esa época
de la niñez, cuando ambos compartían aventuras de niños, y responsabilidades
otorgadas igualmente por sus padres...
Él intentó mantenerse concentrado
en su trabajo, detallarla bien y poder visualizar algo especial para las
jóvenes, pero quizás para ella, para esa Princesa, debía diseñar algo
totalmente diferente, hasta lo ahora realizado en el taller a través de los
años. Debía ser una pieza especial, una joya que debía lucir en la misma
proporción de su belleza, de su encanto, de su mirada especial. Ella por su
parte sentía un hormigueo extraño, su corazón latía con mayor rapidez, no
emitía palabra alguna, porque sus palabras llegaban a él, a través de las
miradas. Estaban destinados por alguna conspiración universal, a estar juntos,
aun cuando entendían los obstáculos, limitaciones y condiciones de ambos, ante
la envergadura e importancia de su familia, y de las condiciones de él mismo al
respecto. Pero en ese momento ambos determinaron sin mediar palabra alguna,
encontrarían la manera de alcanzar su unión, para el resto de la eternidad...
El tiempo que permaneció junto a
ella, fue como eterno. La institutriz entendió la situación, aun sin haber
emitido palabras por ninguno de los dos, que pudiera delatar ese sentimiento
surgido a través de un encuentro fortuito o casual. Sin embargo la despedida
fue como una dulce melodía de no acabar, de esas que en silencio, aun se
escuchan gritos a lo lejos. De nostalgias a través de sublimes miradas, del
sentir de dos corazones, sin contacto alguno, imposible de lograr en ese
momento, prohibidos de intentar, porque la muerte pudiera ser inevitable al
contacto con la realeza. Sin embargo, ya era imposible separar esas dos almas
destinadas a una lucha permanente por esa felicidad noble, lejos de las
decisiones políticas, existenciales, tradicionales, e injustamente en esos
casos, injustificadas por considerar que el amor en esos tiempos, jamás pudiera
ser una condicionante, ante las luchas por el poder, por la supremacía, por la hegemonía
de una estructura social predominante en la historia misma de esa civilización...
El joven al día siguiente, le
informó acerca de la solicitud del Emperador a su maestro. Este se encontraba
en mejor estado de salud, había sido atendido, tal como lo exigió el monarca.
El maestro preguntó a su discípulo acerca de las jóvenes, también sobre sus
apreciaciones particulares, así como las exigencias del Emperador. Este le
explico absolutamente todo. Entonces solicitó a su maestro, le permitiese
atender de manera personal, el diseño de las joyas para la sobrina del monarca,
con la finalidad de dedicar gran parte del tiempo en hacerla, en mostrar su
mejor propuesta, acorde a la belleza de la joven. El maestro le pareció una
buena idea al principio, pero luego le preguntó - ¿Porque tanto interés en esa
joven? - Entonces el solamente emitió una expresión - “la belleza de un alma,
jamás será sustituida por cualquier joya del mundo, pero una joya finamente adecuada,
solamente ha de ser para un bella alma”...
Fue entonces cuando su maestro entendió
que esa joven había causado un impacto muy profundo sobre su discípulo. El
maestro solamente le manifestó - “Tú debes ser muy cauteloso y discreto” - El
Emperador es mi amigo personal, pero no permitirá que cualquiera intente
acercarse a sus más apreciadas hijas, incluyendo a su sobrina - Sé que ella es
muy hermosa, la conocí cuando era adolescente, y le manifesté al Emperador, que
su belleza trascendería en nuestro pueblo y su imperio. Fue cuando él me indico
que había un plan para ella, cuando llegase su momento, y que nada, ni nadie, podrían
impedir el plan que tenía concebido desde su niñez. Cuando se trata de estrategias
y planes concebidos para mantener la hegemonía de su legado, él es capaz de
cualquier cosa, incluida la muerte de quien se oponga o interfiera en sus
planes. Ten cuidado…
Semanas después, las piezas y los
atuendos fueron mostrados al Emperador, tal como se estaba previsto. Convocaron
al maestro y su discípulo a una breve reunión en el palacio imperial. El
emperador quedó muy complacido con los trajes primero que todo, los brazaletes,
y las demás joyas elaboradas para los atuendos. El atuendo de la hija era de lana
de alpaca, muy fina, de color blancuzco con rojo, destacando el color de su tez
del rostro. El atuendo de la sobrina era de color beige con verde, destacando
su larga cabellera clara y el color de sus ojos acaramelados. Cuando el discípulo
sacó las piezas especiales de manos, hechas en el más delicado y puro oro para
cada una de las jóvenes, el Emperador quedó asombrado de los anillos. El de su primogénita
era una pieza única, con una piedra roja muy emblemática y sobresaliente, que
guardaba concordancia con los zarcillos, la gargantilla, los brazaletes y la
túnica de la joven. Sin embargo sus ojos brillaron cuando pudo apreciar los
anillos de su sobrina. Un par de serpientes enlazadas y muy bien contorneadas,
adaptadas a esos dedos largos de la joven dama. Con detalles muy elaborados
sobre el cuerpo de las serpientes, su cabeza estaba formada por la unión de los
dos anillos, terminando en dos pequeñas piedras preciosas extrañas, de color verde,
poco vistas en la región, quienes hacían de sus ojos. Al separarlos con
delicadeza, podía ver la inscripción del nombre de la joven Princesa, al igual
que los otros anillos. Pero en este caso, el anillo destacaría sobre las
delicadas manos de su adorable sobrina. Felicitó personalmente al maestro, y
este simplemente asintió su cabeza sin emitir ninguna palabra. Así lo había solicitado
su discípulo...
Cuando las chicas se presentaron
en el gran salón, llegaron con la institutriz quien acompañó a la sobrina
inicialmente al recinto, la vez anterior. Esta miró de reojo al joven y con su
mirada, dejo todo en claro para el joven. El Emperador les solicitó probasen
los atuendos en su presencia. Les pidió a los demás presentes se ausentaran
temporalmente del salón. Quedaron en el recinto el monarca, la institutriz y el
maestro. La institutriz ayudó a colocar cada atuendo, accesorio y piezas, por instrucciones
del maestro. Al terminar de vestirlas, ambas jóvenes mostraron su mejor sonrisa
a su querido padre. Este quedó sumamente complacido, aun cuando su sobrina
destacaba en belleza y porte con su primogénita. Sin embargo emitió un
veredicto de sorpresa y asombro de belleza por igual en ambas jóvenes. Ellas
quedaron agradecidas y contentas con su manifiesto...
Luego de eso, solamente quedaban
por hacer algunos pequeños ajustes en los trajes de ambas. Las joyas quedarían aún
en manos del maestro. Necesitaba pulirlas un poco más y dejarlas en custodia
hasta llegase el día del evento. Entró nuevamente el discípulo al recinto, a
solicitud del maestro y permiso del monarca, para guardarlas en los
compartimientos donde originalmente venían. Al entrar al salón nuevamente, las jóvenes
estaban por salir a través de otra puerta, pero ambos jóvenes pudieron verse
discretamente, y en sus miradas hubo alegría, fuego, seducción y placer, por
volverse a ver una vez más. Nadie notó esas miradas, excepto la institutriz...
Restaban veintiún días para el
acontecimiento, para el evento familiar y la presentación de las jóvenes para
la dote. Únicamente esos futuros amantes, posibles destinos de vida cruzadas,
dispondrían de esos veintiún días, para determinar o intentar cualquier deseo
de escapar, juntarse, o tal vez mirarse por última vez. Sin embargo sus propios
destinos y el universo mismo, les tenía preparado una jugada, que jamás pudieron
ni remotamente imaginarla llegar...
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