sábado, 25 de abril de 2015

No vivimos para entenderlas o comprenderlas. Solo para atenderlas y ser atendidos de igual manera, pero…



Desde que conocemos la historia de Adán y Eva, mucho se ha dicho, mucho se ha especulado, mucho se ha escrito. Un sinfín de historias, tragedias, cuentos, novelas, citas, romances y hasta estudios a lo largo de la historia de la humanidad, se han realizado para poder entender la naturaleza de la mujer y su vinculación al hombre, como complemento vital, fundamental y necesario. Todos estos temas han trascendido, desde el plano espiritual, sentimental, biológico, humano y universal. Todos tal vez acierten, todos tal vez nos llevan hasta conclusiones similares, y todos tal vez determinan que ambas partes son intrínsecas, complementarias y destinadas a encontrar esa vinculación, a través de aspectos coincidentes, similares, comunes, mas no iguales. Y simple, cada ser humano, independientemente de su género, somos diferentes y distintos. Vemos la vida de forma particular, aun cuando existan amplias posibilidades de coincidir en gran parte de esos aspectos que generalmente buscamos, con todas sus virtudes y todos sus defectos...


El romance, el sexapil, la atracción, la fragancia natural, las miradas, la curiosidad, las palabras, el tacto, la intuición y la determinación, son ingredientes fundamentales en el inicio de ese proceso de acercamiento, que permitirá las posibilidades de juntar dos seres que se atraen como un acto universal de Dios. Por supuesto hay casos de casos, situaciones de situaciones, eventos de eventos, pero al final, la esencia es la misma, es la de buscar la manera de llamar la atención y de generar el interés en ser atendido o atendida, para experimentar esa compatibilidad y las posibilidades de amar y ser amado...


Durante ese proceso inicial y en términos generales para la gran mayoría de las parejas, todo comienza a resultar atractivo, enriquecedor, sutil, delicado, complaciente, interesante, hasta intenso, con resultados positivos, pues se está en un proceso de indagación, de conocer de parte y parte, todos aquellos aspectos relevantes e importantes para cualquier acercamiento natural. Saber quién es quien, con todas sus virtudes y por supuesto con los defectos que se tienen. Es un aspecto natural de la vida. Cuando Dios decidió la creación de la vida, la naturaleza y el universo mismo, permitió que en la evolución y transformación de lo creado, sobre su marcha se realizaran los ajustes necesarios en la medida que avanzara su consolidación. Y por supuesto todos esos cambios, ajustes o acondicionamientos, van sobre acontecimientos, eventualidades y situaciones que la misma naturaleza humana, ha de encargarse de adecuarlas...


Mientras en el plano espiritual “EL AMOR” encierra o engloba cuatros elementos valiosos, esenciales y fundamentales, que convergen a su esencia misma. El amor es Sagrado e incuestionable, no tiene límites, es inmedible cuando definitivamente aflora, es benigno, bello, hermoso, placentero y no se presenta bajo ninguna condición externa, simplemente nace, se asoma y se manifiesta. El Espíritu de cada uno de nosotros, de cada ser vivo en este inmenso y asombroso planeta, está constituido de simplemente amor. Este llega cuando deba llegar, se manifiesta a veces de forma asombrosa, porque no avisa, no está a la vista, no es tangible y cuando aparece, es como una explosión interna inexplicable, se siente. Hacemos cosas que antes no las hacíamos, y eso ya es una señal. Cuando Nacemos o somos parte de ese proceso de la creación humana y continuidad sanguínea, venimos del producto del amor de dos seres humanos, del deseo y de la pasión mutua, más allá de cualquier otra analogía que en condiciones socio-culturales en la historia de la humanidad así se parezca. Y por último a veces simplemente vale la pena morir cuando se ama de verdad. Podemos dar la vida y Morir por el otro, para demostrar cuanto estamos dispuestos a sacrificarnos, bien sea en aras de que ese sentimiento siempre ha de prevalecer ante cualquier circunstancia o por la propia naturaleza de que somos humanos. Por amor a nuestra pareja, por amor a nuestros hijos, por amor a nuestros padres, o por amor a alguien que para nosotros representa algo más allá de una valiosa amistad. Ha sucedido y ha sido referenciado a lo largo de la historia de la humanidad...


Mientras dura ese periplo entre esas posibilidades, que difiere en algunos casos en tiempos, interludios, intercambios y encuentros en los caminos por los que andamos, continúan los aconteceres y avatares, situaciones y eventualidades, planes y sueños muchas veces postergados por las mismas circunstancias que a nuestro alrededor sucede. Pero otras veces pueden salir por la disposición y voluntad férrea en la determinación a alcanzar conjuntamente el deseo de lograr esos anhelos. Cada caso es particular, cada caso es circunstancial de acuerdo al medio donde se desenvuelve, de acuerdo a las condiciones y de acuerdo a la voluntad de ambas partes. Pero todo muy a pesar de que en general la finalidad es poder alcanzar cierto grado aceptable de felicidad, ya que esta es un estado mental y no absoluto, de fraternidad y de convivencia tratando en lo posible de alcanzar las metas interpuestas, es donde vienen los retos y los esfuerzos por superar los mil y un obstáculos. Y es que a todos por la naturaleza misma de seres imperfectos que somos, que convivimos en un mundo imperfecto, simplemente es de esta manera como participamos, trabajamos y aportamos con nuestro granito de arena, para hacer de ese pedazo de mundo donde convivimos, aceptable, más vivible y compartiéndolo con amor...


La mujer es un ser imperfecto por naturaleza propia, tanto como el hombre, pero intrínsecamente atrayente. Es un ser a veces complejo pero irremplazable. Es un ser a veces afable, cariñoso, afectivo, amoroso, pero a veces cruel, vengativo, sarcástico y hasta envidioso. Por supuesto en estos aspectos a veces triviales, muchas veces depende de las circunstancias, sin embargo esos aspectos generalmente están ahí, escondidos y guardados para cuando ellas consideren utilizarlos. No es una regla directa, no es un concepto asertivo, es más bien una generalidad, más no particularidad. No existe una regla divina, no existe un manual creado para entender parte de estas condiciones y por eso no debemos, ni tenemos que tratar de comprenderlas, ni de entenderlas. Más bien esforzarnos por atenderlas y de que se nos atienda. De que podamos llegar a un consenso de atención mutua, cubriendo gran parte de todas esas peticiones, sueños, anhelos, deseos y ganas de compartir, todo aquello lo que a lo largo del camino, nos permita superar todos y cada uno de los obstáculos que nos encontraremos. Para convivir de la mejor manera y amar sin condición alguna...


Aun cuando a través de las palabras tratemos de sintetizar, simplificar o englobar un resumen de la naturaleza misma de la mujer, como ser fundamental, vital y complementario, en el paso por esta vida, y que realmente dura poco, si lo comparamos con la edad de la humanidad, o de la edad promedio del ser humano, pues es absurdo invertir parte de ese tiempo valioso en contradicciones, discusiones, trivialidades de desgaste emocional y hasta situaciones que no dejan nada bueno, nada agradable o nada que nos permita seguir creciendo. Problemas siempre habrán, el secreto es no dejarse vencer por ellos y continuar superando los obstáculos. Es una actitud ante la vida y tal vez en esencia es mejor adoptar una actitud a ser tolerantes en el mejor sentido de la palabra. Ceder siempre habrá que hacerlo en algún momento. No quiero decir a ser complacientes en su totalidad. No tenemos la verdad absoluta, no somos perfectos, no podemos saberlo todo, pero lo que sí es cierto, es que podemos equivocarnos, admitir que posiblemente nuestros punto de vistas estén desviados de la realidad y entendamos al final, que no vale la pena enfrascarnos en posiciones intransigentes por simplemente imponer un pensamiento o una simple reacción en un estado emocional subido de tono...


A la mujer debemos tratarla con la delicadeza del caso, con sutileza, con cariño, con amor, con respeto, con la mejor de las intenciones, para que sienta seguridad, tranquilidad y confianza. Se sienta amada y querida, adorada y atraída, ilusionada y al mismo tiempo centrada en la realidad, porque existen momentos que solo llegan, más allá de las circunstancias, pero que la actitud que se deba asumir, será las más idónea y adecuada, para continuar manteniendo ese grado de felicidad al que cada uno de nosotros anhelamos y soñamos. Con las atenciones del caso y con los detalles más simples, pero que dejan ese sabor dulce en la sensación de con quién determinamos compartir la vida. Se trata de atenderse por igual, mas no tratar de entender o comprender ciertos aspectos que nos diferencian en género y en nuestra naturaleza misma...


Tocar y palpar su piel, sentir la delicadeza de su tez, percibir una mirada que puede decir mil palabras, escuchar los latidos de su corazón que poco a poco aceleran y emanan deseos de pasión, oler su fragancia natural en todo su cuerpo, degustar a través de un beso apasionado su dulce almíbar, que lleva en esencia el deseo de ir mas allá. Pasar nuestras manos de forma sutil por cada parte de su cuerpo, sintiendo como se eriza y se contorsiona esa hermosura natural, susurrar al oído palabras emotivas llenas de encanto y mensajes de amor incondicional,  mirar a través de sus ojos, que son la puerta a su alma, transmitir esa sensación de paz y bienestar en ese interludio, cuando todo se trata de empatía, confiabilidad, entrega total y amor natural. Simplemente interpretemos lo mejor de nuestro espíritu y de las señales que nuestros instintos nos envían. Todo fluye cual agua natural del manantial que nace de la afluente desconocida, brotando de la tierra, para así llegar a los sitios más desconocidos y recónditos de su ser. Es de esta manera como debemos atenderlas, es como debemos entenderlas, es como debemos comprender los deseos, sueños y anhelos del amor, cuando este se manifiesta sin previo aviso y nos indica con simples señales, cual posiblemente es la que elegiremos para tratar de compartir parte o toda nuestra vida...


Por último y para culminar este aporte, todas estas sensaciones, formas de expresión, manifestaciones de ese sentimiento, de ese deseo y de esa búsqueda incesante en todos nosotros, solo y únicamente son válidas, verdaderas, fehacientes y naturales, cuando de ambas partes y por la naturaleza misma de ellas, afloren, salgan, se sientan y se manifiesten de manera original, mutua y emotiva. Sin intereses ocultos, sin condiciones externas, sin cartas bajo la manga como se conoce popularmente en nuestras sociedades, en cualquiera de las partes, porque también eso a veces suele suceder y es cuando nos llenamos de decepciones, fracasos y dolor. Porque no tuvimos la capacidad de detectar esas señales a tiempo. Sucede también porque a veces nos enamoramos solos y solo queremos ver, lo que deseamos ver en ese momento. Sin embargo ello no sienta precedente, ni condicion alguna a que todo sea así. Debemos continuar buscando, debemos seguir intentándolo y debemos escuchar a nuestros instintos y a nuestras señales, que volverán nuevamente cuando así sea el momento y la persona adecuada. Y simplemente porque afuera en este mundo amplio, diverso, imperfecto, lleno de tantas personas, encontraremos a ese ser que complementara lo que todos y cada uno de los seres humanos, buscamos y deseamos encontrar. Y si fuese el caso no sea posible en esta vida terrenal, tal vez en la siguiente que nos otorgue el creador, lo podamos lograr...

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