lunes, 16 de marzo de 2015

Unas palabras con Dios (II parte)…



Comenzare esta continuación al artículo anterior, en expresar y de acuerdo a un criterio muy personal, que Dios lo llevamos todos dentro de nosotros mismos. Siempre, en momentos buenos y en los no tan buenos. En la medida que nos encontramos con nosotros mismos, en esa misma medida seguimos comprendiendo los infinitos aspectos de la vida, que muchas veces no entendemos. Muchos de ellos se les adjudican nombres de todo tipo, calificativos, personales, inocentes y hasta sublimes. Es nuestra naturaleza, es como en la sociedad denominamos muchos acontecimientos y muchas veces (tal vez en la mayoría de los casos), no entendemos realmente que Dios está detrás de todo eso...

Cuando anhelamos o deseamos alcanzar algo, con mucha insistencia, planificando la estrategia para ello, calculando las probabilidades, manteniendo la vista puesta sobre el objetivo, se inicia un trabajo arduo en el cerebro motivando a nuestras neuronas, a sacar lo mejor de nosotros para encarrilar las acciones correspondientes, que nos lleven a cumplir dicha meta o las metas correspondientes. De igual manera nuestro corazón en ese instante aumento su ritmo cardíaco, cambia nuestro estado anímico, a veces nos ruborizamos, nuestros sentidos entran en un estado muy sensible como de alerta, muy pendiente de lo que pretendemos. Nuestro espíritu está exaltado, hay un aura positiva y un no sé qué diciéndonos en el fondo “ahora si lo voy a conseguir”. Así lo he sentido, así lo he vivido y así muchas cosas las he logrado conseguir y alcanzar...

Sin embargo luego de mucho tiempo y agradeciendo el haber alcanzado esos anhelos, esos deseos, independientemente que sean materiales, sentimentales, espirituales y hasta por apoyar causas justificadas, es que terminamos de entender que en el fondo de todas esas cosas, es el mismísimo Dios quien a través de nuestros pensamientos, corazonadas, instintos y acciones, nos da la fuerza, la fe, la esperanza y la voluntad interior, para que las alcancemos. Algunas se logran, se mantienen o duran mientras están presentes. Otras a pesar de haberlas logrado, en algunos casos se pierden en el tiempo, mas allá de ese deseo de alcanzarlas. Tal vez no porque no quisiéramos conservarlas, tal vez no porque pudiésemos haber perdido el interés, sino al decepcionarnos de ciertos aspectos congruentes. Simplemente porque creo que al cerrarse una puerta sin entender la razón, mas adelante otra puerta nueva se abrirá, ofreciéndonos algo más sorprendente, que esa que habíamos abierto anteriormente...

Dios definitivamente nos obliga a mirar, sentir, percibir, intuir, disfrutar, triunfar, fracasar y hasta lamentar, muchísimos aspectos de nuestras vidas. Solo para que entendamos en el tiempo que transitamos por nuestro camino, que todos los sacrificios y los avatares a los que nos vemos expuestos, durante el transcurso de nuestro camino por la vida, podamos apreciar, valorar, aprender y confiar en nosotros mismos y en Dios...

Día a día suceden un sinfín de acontecimientos a cada uno de nosotros, tal vez algunos a los que consideramos muy oportunos, interesantes y hasta pre-concebidos por nuestra naturaleza de sentido común. Pero hay otros aspectos que muchas veces pasan casi que inadvertidos, casi que ligeramente rápidos, sin mucho sentido de conciencia, que en el fondo de todo y luego de cierto tiempo, es que rememoramos y nos preguntamos “será que esto desde el principio era una causa perdida”. Tal vez si, tal vez nos había pasado un flash fugaz alertándonos que eso no se debía intentar, no se debía buscar, o no lo debíamos tratar de alcanzar. Eso pasa, eso sucede y eso cada uno de nosotros lo hemos vivido de diferentes formas y maneras. Algunos sencillamente lo toman como algo muy normal y otros lo tomamos como algo que fue importante. No importa realmente la trascendencia, eso queda al criterio de cada uno. El punto es que Dios también nos alerta, nos avisa, nos da tips, nos orienta sobre infinidad de aspectos y muchas veces le hacemos más caso a los agentes externos, que a nuestra intuición o al mensaje subliminal y espiritual que Dios nos ofrece...

Definitivamente Dios está dentro de cada uno de nosotros. De formas misteriosas se manifiesta. Encuentra los canales adecuados para que entendamos que siempre estará presente, sobre nuestras decisiones, no importa cuales, como, porque y donde sean que se realicen. No importa si son las adecuadas o las que propiciaran que fallemos. Esa es la naturaleza de la imperfección, esa es la naturaleza de la vida, esa es la naturaleza que nos permite crecer, vivir, experimentar, aprender de los aciertos y de los fracasos, la que nos lleva definitivamente a reflexionar, comprender y entender que debemos creer en Dios, tanto como creemos en nosotros mismos y en los mil y un intentos de continuar tratando de tener una mejor vida, mientras dure…

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