El día
despunto desde muy temprano, un extraordinario sol ilumina las calles de una
ciudad que inicia con su movimiento habitual, los equipos de limpieza desde muy
temprano pasan sus barredoras a fin de mantener las calles pulcras y visitables
con total notoriedad. Algunos con sus prisas, por tratar de cumplir aun con
tareas pendientes, compras, compromisos, e inclusive los que parten de viaje
para re-encontrase con sus familias. Mientras que otros con un estado emocional
relajado, solo intentan descansar, admirar los aspectos que mueven las personas
en una ciudad, apreciar la dinámica de la misma, así como tomar un desayuno
desde un café, un sitio donde puedan sentir armonía y pensar posiblemente en
las cosas que los mueven, los motivan y los llevan a encontrar quizás, lo que
por algún tiempo han estado buscando, intentando y hasta anhelando, y quizás soy
uno de esos entre tantos, quien encontró un motivo para aventurarse a una
tentadora y crucial realidad...
El factor
sorpresa por supuesto es fundamental en intentar despertar curiosidad, intriga
y mil preguntas acerca de esos aspectos que nos estimulan a querer saber más,
por tanto había que despertar esa flama que yace en el alma de esa chica, por
quien decidí yo comenzar a aventurarme en un viaje del cual tal vez no sé aun
donde culminará...
Como era
de esperar logre salir muy temprano del lugar donde pernocto, obviamente soy un
turista más en esta movida ciudad, llegue a un café quizás algo concurrido pero
donde preparan unos croissant rellenos de una delicia de queso cremoso con espinacas
y un toque de pimienta negra, acompañado de un jugo de fresas granizado, y por
supuesto no podía faltar un aromático té con sabor a frutas tropicales endulzado
con miel, bien caliente. La mañana no estaba fría, al contrario ya se sentía la
energía contagiante de un sol radiante, de camisa blanca a rayas y en punta,
una chamarra y jean de color negro ambos, decidí comenzar este nuevo día. Al
terminar mi delicioso desayuno tome dirección al edificio donde el día de ayer
pude localizar a la chica, si, a esa chica, esa quien me está llevando por esos caminos y senderos que nunca antes había
intentado. Pero yo siento que valdrá la pena, aunque sea en el intento, y
agradecerle al universo por semejante acontecimiento inesperado. Como de forma
muchas veces inadvertida y asombrosa nos llegan señales que ni siquiera
comprendemos...
A lo
lejos ya podía distinguir ese agraciado caminar, inconfundible en mi memoria, con
su cabellera suelta, chamarra y bolso negro esta vez, y pantalones bien
ajustados color beige que le destacan sus largas piernas, y una blusa color café
a rayas. Y por supuesto no faltaba más, un cinturón con una hebilla Gucci que
pude denotar, lo que complementaba su bella vestimenta. Definitivamente, una
chica muy coqueta. Esta vez venía con lentes oscuros, en este día de radiante
sol, todos teníamos la oportunidad de usarlos. Ella tan natural, tan ella
misma, obviamente me gustaba. Por donde la chica camina, todos los transeúntes y
desde los automóviles por lo menos admiran su bello transitar. Algunos la piropeaban.
Yo de forma discreta del otro lado de la avenida, solo comenzaba a considerar y
sincronizar sus movimientos quizás habituales, claro sin saberlos realmente, pero
con una indiscutible sensación de que debían ser así...
Espere un
rato, luego me acerque como muchos transeúntes y visitantes al edificio, como
uno más, había otro personal en la vigilancia de la recepción. Me presente
dando los buenos días y consultando si la señorita………. había llegado a su
oficina, en virtud de tener una cita prevista (de esas excusas que te permiten
llegar a cualquier lugar), y por supuesto el buen hombre me indico que sí, que
ella había llegado unos minutos antes, entonces le dije que saldría un momento
a buscar algo que había dejado en el automóvil, y así procedí a salir del
edificio...
Lo mejor
de todo es que necesitaba poder identificarme con las personas claves en toda esta
aventura, aquellas que de forma discreta me pueden dar la información mínima
necesaria, pero que obviamente no pueden identificarme aun a mí. Volví
nuevamente a ubicarme en un lugar estratégico donde no podía despertar
sospecha, solamente para esperar la posibilidad de que ella saliese a atender sus
asuntos de trabajo. No sabía realmente si fuese así, pero debía intentar algo y
eso fue lo primero que se me ocurrió. Paso cerca de una hora y efectivamente la
chica salía del recinto, tomo un taxi y partió, sin ni siquiera levantar la
vista. Entonces yo aproveche ese tiempo para salir a comprar un pequeño detalle
que debía hacerle llegar, y sin despertar sospechas, para comenzar a generar
intriga, algo de suspenso e interrogantes...
Así fue,
me dirigí muy cerca del centro de la ciudad, camine sobre las aceras de la
avenida, muy limpias y con buen espacio para ello, llegué sobre algunos locales
comerciales e inicie mi periplo en algunas tiendas, viendo y evaluando algunas
cosas, pero intentaba encontrar algo fuera de lo convencional, un detalle quizás
algo diferente pero significativo, que le diera un mensaje claro de un presente
y de sorpresa al mismo tiempo, justamente para disparar la chispa que llamase su
atención. Y entonces ahí estaba, tal vez esto pudiera generar el efecto que yo
buscaba sobre ella, un prendedor muy bonito con forma de una orquídea, una “Cattleya
Dorada” con un circón rojo en el centro, no muy grande, tampoco tan pequeña, la
adquirí, le pedí a la vendedora quién me atendió, lo colocara en una pequeña
caja, envuelto como un discreto regalo, luego escribí una nota muy poética y
respetuosa diciendo lo siguiente:
“Tú llegaste como el viento, ese quien mi
rostro discretamente rozo, me contagiaste de alegría, de una grata y misteriosa
sensación, y ahora no sé quién soy yo, sin embargo te dejo un presente, un
detalle, simplemente agradecido por llamar toda mi atención, tú silente
admirador”...
La
señorita quien me atendió solamente estaba observando lo que escribía en esa
nota que acompañaba el presente, sin decirme una palabra, simplemente interprete
su atención. Agradecí por su gentileza y me despedí. Tome rumbo hacia la
oficina, era muy cerca del mediodía y presumía si aún no había llegado la chica
a su oficina, debería estar muy cerca de almorzar. De esta manera llegue muy
cerca del edificio y no quise entrar, era mejor hacer llegar dicho detalle de una
forma poco habitual. Había un chico, un joven trabajando como expendedor de periódicos
y revistas muy cerca, me acerque y le pedí me hiciese llegar a la recepción del
edificio, con el vigilante o recepcionista el pequeño paquete, yo le pagaría
por su servicio. Le indique que debía decir y entregarlo al de recepción,
mientras yo le resguardaba el quiosco donde expendía sus revistas. Así fue, el
chico cruzo la avenida de manera muy tranquila, por supuesto viendo
eventualmente hacia atrás, donde yo estaba, y entonces entro al recinto,
minutos después el joven salió y me indico, “entregado y sin problema”. Entonces
le pague y le agradecí por su gesto. Luego de eso me fui a almorzar
relativamente cerca del lugar...
Y así la
tarde pasó sin mayor connotación, salvo por mí, con mis pupilas dilatadas,
emocionado con lo que acababa de hacer, preguntándome mil veces ¿Qué dirá? ¿Qué
pensará? ¿Cuál será su reacción? Y claro, yo me respondía positivamente a todas
estas preguntas, porque yo creía firmemente en lo que dicta e intuye mi corazón,
sin embargo quizás el punto no era lo que yo pensara, es lo que esta chica ha
de pensar a partir de ahora, claro, esa es la idea, motivar, intrigar y por
supuesto si despertase interés, simplemente intentar preguntar ¿Cómo llegó esto
hasta mí? ¿Y por qué para mí?...
Me
dispuse a ir tranquilamente caminando nuevamente hasta el edificio, estimando
la hora de salida de su oficina, sin necesidad de acercarme hasta la recepción
del mismo. Solo me quede observando desde un lugar prudente, para intentar ver
algo. Estuve solo unos veinte minutos, y efectivamente la chica salía del edificio,
el bolso negro sobre un brazo y en la mano izquierda llevaba la bolsa
contentiva del presente. Se quedó un rato viendo a ambos lados de la avenida, veía
la bolsa, la abría mas no sacaba su contenido. Nuevamente ingreso y se detuvo a
hablar con el de la recepción, solo lograba escasamente ver algunas
señalamientos, pero sin nada en concreto, y luego volvió a salir. Tomo a su
derecha y avanzo lentamente rumbo a alguna parte, pero efectivamente, había
causado el efecto esperado, ese de intriga y suspenso. La seguí discretamente
desde algo lejos, para no despertar ninguna sospecha...
Ella
mucho más adelante se encontró con otra chica, se saludaron, conversaron un
rato, y vi como las dos se acompañaban hasta que ingresaron a un
establecimiento. No iba a entrar, y preferí quedarme a lo lejos, simplemente
esperando algo...
Por lo
visto me pareció una eternidad, ya sentía cansancio y ansiedad, natural en
virtud de mi incursión, entonces decidí dejarla con su amiga en dicho
establecimiento, presumo entretenida, tomándose un café, una malteada, un
dulce, qué sé yo. Y tal vez hasta mostrándole la sorpresa, el detalle que le llego
a ella de la nada, en fin especulando yo acerca de eso, o quizás ni siquiera
hablaban de ello. Lo cierto del caso es que ahora yo era el intrigado, es parte
del juego, ese en el que me había ilusionado...
Decidí
entonces irme y planificar esta noche con mucho tacto el siguiente paso, uno
que despertase aún más intriga, más curiosidad, más suspenso y la invitase inclusive
a averiguar acerca de su bien llamado “Silente Admirador”, y puedo apostar, les
aseguro, llamare toda su atención...
Los
invito a esperar hasta mañana, y verán como continuo en ese inexplicable suceso
que me llevo a conocer a “La chica de la Pijama Roja”, y entonces quienes leen
esta bonita historia, podrán entender al final, el porque del título tan genuinamente
particular...
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