Era una
tarde un poco nublada, con intenciones de llovizna como se vio en la fría
mañana, la brisa vespertina dejaba bailar las hojas entre los arboles con sus
numerosas ramas, los pinos erguidos solamente admiraban todo lo que a su
alrededor se movía, sin tan siquiera entender la dinámica de una ciudad aun en
tiempos de furor, en tiempos donde las festividades decembrinas se mezclaban
con la intensidad de buscar entre mil oportunidades, solo una que les
estimulara a alcanzarla. Esa era la apreciación de quien observaba desde una
silla de una heladería, degustando un buen cono con el mejor helado de chocolate
oscuro que había probado en mucho, pero en mucho tiempo...
No había
prisa alguna, no había preocupación acerca del trabajo, de compromisos, o de cualquier
otra circunstancia que alterase un ápice de mi estado emocional. Simplemente
disfrutaba de una tarde, de una caminata relajada por las calles de la ciudad,
donde convergen mil cosas y por supuesto ello me condujo hasta este placentero
lugar...
Entraban
y salían transeúntes, niños entusiasmados por los baños acaramelados, de
chocolate, de maní, avellanas y hasta de arequipe, sobre los conos de frio helado.
Era la temporada y había un poco de alegría contagiada entre risas, espasmos y
total algarabía. Y como en todo espacio público era inevitable que desde lejos,
contoneándose de manera sorprendente, coqueta, muy suelta y agraciada, una
sencilla chica, de buen vestir, de cabello suelto que pareciera danzar a través
de un adornado vals, se acercaba hasta el sitio donde yo pernoctaba. Una
chamarra de cuero beige moteado, una blusa blanca que dejaba entre ver unos
pronunciados senos casi perfectos, una bufanda de lana gruesa marrón oscuro,
jean a la moda ajustado a su cuerpo, delineando unas largas piernas insertadas
en unas largas botas color café, y por supuesto un hermoso cinturón de la misma
tonalidad de su chamarra, permitiéndose ver como “la chica”, si, esa chica, la que
es inevitable dejarla de ver, admirar e imaginar lo que en tu mente pueda explotar...
Como toda
chica agraciada y elegante, se dejaba mostrar un bolso, apenas lo podía
distinguir, de perfil bajo, del color similar a su chamarra, quizás un bolso Louis
Vutton, Carolina Herrera o tal vez una Versace, y aunque fuese una copia
comercial, igualmente se veía espectacular. Por supuesto quede extasiado, de
solo admirar su contonear, su silueta, su desenvolvimiento, dejándose admirar y
ver por todos los que cerca nos encontrábamos. Al llegar ella a la heladería,
yo pude percatarme sutilmente de su aroma, quizás un Gucci Premier, un La Vie
est Belle de Lancome o una Euphoria de Calvin Klane, una fragancia muy adictiva,
y más fue mi desdén y mi impresión aun. Mientras permanecí sentado observando
sus maneras, su agraciada forma de hacerse notar, y ella lo sabía, su mirada de
reojo la delataba, solo yo esperaba su salida, para galantearla, como se debe tratar
a una bella dama. Sentí mucha curiosidad, deseaba ver su rostro, sus ojos,
incluso sus labios, deseaba abordarla y solo dejaría que mis instintos y mi
alma condujeran a esa inevitable encrucijada...
Al ella
cancelar su cono con helado, introdujo en su bolso su monedero, lo cerro y
procedió a salir saboreando de igual manera un delicioso cono combinado, entre
quizás matriscella con chocolate oreo, yo podía ver los trozos de galleta.
Embelesada con la porción llevada a su boca, pude ver sus labios y una sonrisa
de picardía, de esas que interpretas “disfruta de mi mientras tú puedas”,
quizás soñador pero era lo que yo podía sentir. Se detuvo temporalmente en la
entrada de la heladería, meditando si sentarse al otro lado donde yo estaba, o
tal vez continuar con su contoneo por las calles, para que la siguiesen ver sin
poder tocar. Pues sí, ella decidió continuar y solo le pude desear que
disfrutase una buena elección para degustar. Ella asintió y agradeció,
dejándome una tierna mirada al nuevamente reanudar su andar. La sensación fue
muy placentera y entonces tome la decisión de ir tras de ella, improvisando de
forma discreta, como si también disfrutase de las vitrinas y aparadores del
comercio de esta ciudad...
De un
rostro simpático, una hermosa sonrisa, una tez limpia y apenas perceptible de rubor
y algo de maquillaje, labios con brillo color carne, insinuantes mas no
glamorosos, ojos color café no muy grandes, cabello largo a dos tonos, casi a
la cintura, entre color castaño claro y unos destellos casi rubios que le
hacían combinar con su vestimenta, toda una chica quien atraía las miradas sin
igual, entre hombres, mujeres y niños, y eso era simplemente de esperarse. Obviamente
como cualquier transeúnte intentaba mirarla con ansiedad y paciencia, logre
apaciguarme a pesar de estar motivado por alcanzarle. No era mi intención
abordarla intempestivamente, eso no era educado ni tampoco seguro, era
preferible en mi instinto, averiguar quién era esa chica, de donde venía o para
donde iba, llevar la estrategia con sutileza, pero algo me decía en el fondo,
que su alma algo pedía, buscaba e intentaba ese preciso día...
Caminamos
largo rato ambos, cada quien por su lado, disfrutando de las exhibiciones de
ropa, calzado, utensilios para el hogar, electrónica entre otras cosas. En
algunas ocasiones ella entro a algunas tiendas, quizás a preguntar por
cualquier cosa interesante, o tal vez por percatarse que alguien la venia
siguiendo sin saber porque o para que, por lo que presumo intento resguardarse.
Sin embargo nunca intente me viese como un acosador o que la estuviese
siguiendo con alguna mala intención, como tampoco desperté sospechas sobre mi
pequeña aventura. Mucha discreción y seguridad sobre mis acciones. Y así
pasamos no juntos precisamente una interesante tarde hasta que llegamos a una
edificación de oficinas. Ella ingreso al recinto y yo espere pacientemente en
un lugar donde no podía verme. Había suficiente tráfico sobre la zona, un día
trivial de trabajo, tal vez pausado por las festividades pero igualmente
notorio. Fue bastante el tiempo de espera. Cuando por fin ella salió, tomo inmediatamente
un taxi y se desvaneció en el tráfico normal del inicio de la noche.
Rápidamente me acerque hasta la recepción del edificio y con total seguridad me
acerque al vigilante para preguntar por una chica con un falso nombre inventado
(para intentar abordar y sugestionar al individuo), el cual referí me había
citado en la mañana ahí en ese edificio, en el piso tal, de la oficina tal. Por
supuesto le describí inteligentemente las características de la chica e
inmediatamente el hombre me dijo, no señor, usted se refiere a……….., ella se
acaba de ir en este momento, quizás lo estuvo esperando, y es en el piso abajo
al usted mencionado, el mismo número de oficina. Por supuesto le agradecí con
muy buenos modales y me retire indicándole pasaría nuevamente el día de mañana.
Había valido la pena tal aventura, conocía su nombre y su lugar de trabajo, ya
era bastante, ahora lo que continuaría era saber un poco más, y tiempo suficiente
era lo que yo tenía...
Me quede
pensando un buen rato, continúe mi ruta sin rumbo fijo, caminando y simplemente
hablando conmigo mismo, acerca de una pequeña aventura nunca antes prevista,
planificada, ni tan siquiera remotamente pensada. Fue como una droga, esa que
te sumerge hacia esas cosas que no entiendes pero te hacen sentir mejor,
desconectado de quizás una realidad, y presumiendo con total ansiedad, lo que
por tu mente no puedes dejar de pensar. Escenas, imágenes, momentos
surrealistas, inventivos y hasta intensos, llenos de candor y de adrenalina muy
efectiva, esa vinculada a la atracción y a los sentimientos. Las casualidades
definitivamente no existen, todo lo que sucede a nuestro alrededor siempre ha
de tener una explicación, aun cuando nosotros no comprendamos esas razones, o
esos momentos oportunos, fortuitos o intempestivos. El solo hecho de esa
sensación inicial, de mantener la calma e inclusive casi de atinar el lugar
específico de trabajo, me estimulo y lo interprete como una señal, que
obviamente no iba a dejar pasar, y aun habrá un mañana, aun habrá una remota
posibilidad y aun habrá una estrategia que me lleve a conocer, a “la chica” esa
quien despertó suspiros a través de su caminar...
Si,
mañana, precisamente mañana continuare narrando a través de un nuevo capítulo,
la aventura que me llevo a conocer a “La Chica de la Pijama Roja”...
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