Saltando desde las bardas de aquellos senderos, sale reluciente rumbo al
ruedo, nuestro amigo “el andariego”, hoy vestido de gala, bailando entre un
montón de damas, bebiendo hoy más que ayer, quizás como nunca, señala la tarima
donde rinden oda al temible bandolero, y brinda con bota arriba, con su boca
abierta al licor pendenciero, y suena la maldita banda, cuando la muleta
embiste a la bestia, quien muge de rabia, porque a su lado él lo danza, con su
ágil maestranza, desliza entre lid y soltura, cual fandango en comparsas, y es entre
mil colores y banderillas punzadas, quien derrama la sangre, esa que sale de la
piel torneada, de esa musculatura bravía, de esos ojos que saltan, y dicen en
la faena, que viva la magia, que viva la tarde, olé al torero, olé al vino, olé
a la bestia, quien sabe ya cual será su destino...
Todos lo miran, todos lo alaban, todos se agitan, todos se abrazan, tercer
cuarto de tarde y apenas arde la empalizada, es el sainete quien baila, y baila
con muchas ganas, y embista a las damas, cual torero de la plaza, y mientras
ahí sigue esa faena programada, se oyen cantares, y es la maldita banda, quien
vuelve a sonar, desde la entarimada, porque el ilustre “mataor”, goza mil
capoteadas, es el olé a grito perplejo, es el olé en toda la condenada plaza, y
alzan las botas, y tragan y tragan, viva la vida, viva la danza, vivan las
damas, que entre escotes y nalgas, seducen a cualquier alma, la muergana quien
está muy encabronada...
Sueltan mil carcajadas, con gritos y coplas de mil almas desaforadas, es de
esas tardes relucientes, de ese sol inmaculado, porque es entre sol y sombra, que
se abaten mil ganas, las tribunas repletas, ya no cabe un puta alma, banderillas
van, banderillas vienen, y el toro lo embiste, a se caballo bien “tapao”, quien
con ojos bien cubiertos, no le importa cuánto lo han maltratado, porque es su gordo
jinete, quien lo lleva asustado, y es la puta pica, esa quien revienta a un
lomo sangrado, de esa pobre bestia, quien está intentando, acabar su jornada,
sin saber ni siquiera, que su muerte temprana, está casi asegurada, pero está el
sainete al frente, incitando al milagro, incitando a la bestia, para que no
caiga en la maldita jugada, y salve su alma, salve su piel, salve su porte, de
esta maldita gente, quizás despiadada, quienes por beber y gritar, desean ver a
la muerte, desean ver mucha sangre, entre la arena perenne y la curtida empalizada...
Son los trombones, son las trompetas, y es el oboe y es la muleta, que se
escucha sin desentonar un pasodoble entonado, y urgen mil centellas, y estallan
mil tonadas, más allá de la entarimada, y “el andariego” quien se hace, quien
bebió demasiado, pues entre risas y bailes, él danza al compas de esas
ardientes damas, con su flamenco él incita, a la burda y descarada plaza, y él
solo ve a la gente, quienes lo creen el sainete, el loco de la puta plaza, ese
quien deleita por mil bufonadas, pero se equivocan todos, es más sabio que el diablo,
es más temible que el santo, quien protege a esa alma desconsolada, por quien
abajo sangra, por quien abajo lidia, entre la arena, los capotes, vítores y gritos,
de esta encabronada plaza, y él mira a la bestia, a esos ojos brillantes, entre
rabia y un corazón incesante, quien lucha por su vida, más allá de esta faena,
porque a él lo eligieron, para llevar esta gran cruzada...
Ruedan mil vinos, entre mil botas mezcladas, hasta con jugo y licores
divinos, de dulce almíbar, de ese de alcohol bien caro, ese por quien levantas,
a cualquier enamorada, y beben mil hombres, y beben mil damas, quienes gritan
ole con ole, hasta quedarse sin ganas, y es el toro quien pierde fuerzas, y es el
sainete quien reza entre sus penas, entre esos gritos de alegrías y de azucenas,
por ver la sangre en el ruedo, el rojo vivo de esa pelea desaforada, para
admirar al de colores, quien baila al son de la entarimada, él hace lo suyo,
hace por lo que le pagan, es la faena perfecta, de un toro que lidia, al compas
del verdugo que inquieta, quien está pensando, en perdonar la vida, si la vida
de la bestia, pues salió batallador, con alma de hombre envalentonado, luchando
hasta más allá de lo que imaginaba, y siguen danzando, y siguen alabanzas, y siguen
los gritos, y sigue la maldita banda, sigue el capote, sigue la faena mejor que
mil zancadas, es la tarde perfecta, es el suspenso que tienta, evitar la
muerte, del padrote de la hacienda de los Arriaga, ellos son andaluces de sepa,
de tres generaciones en el arte de la tauromaquia...
Y llega a la tribuna la diva, la rubia platinada, vestida toda de negro,
con sombrero de ala ancha, con una blusa blanca y una rosa en el pecho, de
labios encamisados, de ese rojo sediento, por quien moriría cualquiera pendejo,
por sentir cualquier beso, y ella se empuja la bota, del hombre quien la
acompaña, un bufón de la calle, quien aparenta con sus sobras, por tener tanta
plata, pero al hablar se incomoda, y es el licor quien lo hace, ventilar sus
maromas, es más de lo mismo, es lo que siempre se ha visto, y “el andariego” ya
ha visto, por dónde van los colmillos, de esa astuta diabla, quien derrama
delirios, por donde pasa sus ancas, es alta, muy esbelta, buenota la cabrona,
indiscreta, sabe lo que tiene, y se alza entre mil gritos, pues de algo le ha
servido, la figura por quien ha mantenido, entre el gym, las frutas, la comida
y lo mil acertijos, de aspirar por quien brille al tino, por ese hombre quien
valga, lo que ella ha pedido...
Continúa la faena en la arena, continua la lidia sin penas, es el toro quien
va y encamina, a no perder su vista, por ese capote rojo-amarillo, con su patas
muy firmes y aun con mucho brío, y el andaluz lo tornea, lo capotea en la
arena, y baila divino el danzón, muy flamenco el cimarrón, y suena el pasodoble
al ritmo, de la banda que marcha con tino, todos bailan, todos gritan, olé,
olé, olé, el toro se luce, el de las luces lo asume, es la tarde perfecta, es
la magia del día, la gente lo aplaude, la gente lo grita, no mates la bestia,
el ha hecho la gran faena, y miran al gran jurado, un poco de ancianos
elitescos, los que llevan la batuta en la mano, quien muere, quien vive, y al
toro han perdonado, mil algarabías han sonado, el toro mira al sainete, el
sainete bendice sin creces, han salvado la bestia, merece una segunda mano,
ahora a curar sus heridas, se retira a una gran vida, pues vuelve a la hacienda
con porte, a procrear descendencia el padrote, y retirarse a la sombra del
roble, a esperar con sus años no estorbe...
Y lo cargan con vitores, con aplausos y alegrías, pues es el torero quien
trajo a este día, mil gritos, mil ofrendas, mil tragos y mil almas sedientas, por
una faena muy entretenida, es entre tumultos y birretes, que siguen los tragos,
siguen bebiendo desaforados, con mucho deleite, y con mucho torrente, es el
momento de cruzar a la gente, para alcanzar a la diva, a esa mujer por quien el
loco suspira, entre loqueros, borrachos e impertinentes, la diva lo mira, el
sainete la cruza, son miradas que derriten, los deseos de mil alicientes, pues es
el vino, son los tragos, es la gente, es su destino, buscar culminar en esos
caminos, juntar la magia de un romance, de un placer, del besuqueo y del poder,
entre un hombre y una mujer, quienes juegan hasta más no poder, a quien es el verdugo,
y quien cederá su derrier, y se toman de manos, y al bufón lo dejaron, y a las
afueras se apartaron, entre bebidas y tragos, hablaron de algo, de todo lo que
gustaron, y por los poros afloraron, el deseo de sexo, sudor y desnudos de
enamorados, pues es la tarde perfecta, pues el torero no mato, pero sacio la
pasión, y el andariego logró, matar su ilusión, a la diva platinada, pues la
hembra tiene lo suyo, y el sainete tiene lo de él, y pasaron una noche, entre
velas y diretes, no se cansaron sino hasta ese amanecer, que quedaron exhaustos
de tanto trinquete, fue amor, fue pasión, fue deseo, fue locura impregnada de
sexo y desinhibición...
Fue un martirio, fue un tedioso delirio, suspirar por la bestia, suspirar
por la vida, suspirar por la hembra, por quien cualquier loco no olvida, y fue
el loco por quien no pensaron, se llevaría el trofeo de un mejor regalo, una
tarde de faena, una tarde de gritos, allá en la arena, en una tarde de danza y de
brillo, como nunca antes había tenido, pues fue la vez que entrego su alma, a
esa diabla por quien valió la pena, morir por esa mirada, morir por mil
estocadas, olé una vez más, olé, olé y olé, por los mil fantoches quienes
gritaron en vilo, por esa bestia quien bailo con tino, al ritmo de un pasodoble
pero muy divino. ¡¡¡¡¡Olé!!!!!...
Woow! simplemente maravilloso y fascinante!!
ResponderEliminarMil Felicitaciones Esdras,abrazos cálidos y Bendiciones...
Me encanto!