viernes, 7 de agosto de 2015

Al ocaso, al final del día y al inicio de la penumbra nocturnal…



Sintiendo la anuencia de los vigilantes, ellos escuchan ese letargo sonido, ese que perturba, ese que anuncia, y ese que manifiesta, pero que inevitablemente necesita la noche, para avisar que se levantan los durmientes, esos que tal vez son almas gentiles, esos que tal vez son almas en pena, esos que tal vez vienen a llevarse a su universo, a esos que pendiente tienen una castigo, una deuda y un precio que pagar, por sus actos del pasado, tal vez turbulento, tal vez nada bien intencionado...

La radiante luz se fue hasta al otro amanecer, que tal vez volverá, y al ocaso apenas deja rastro con su estela rojiza, cual manto incandescente perdió vigor, perdió presencia y perdió brillo. Es así paulatinamente va apagando cual llama consume sus últimas estelas ardientes, y la penumbra hace presencia, arropando cada espacio, cada parte, cada lugar, y abriendo los ojos nocturnales. Los vigilantes despiertan, se levantan, inician su periplo, en la búsqueda, en la persecución, a esos que quieren evitar, que tal vez se arrepienten, pero que tarde es para huir de su pasado, de sus actos y del sufrimiento causado...

Nunca será temprano, nunca será tarde, en la penumbra de la noche, comienza un nuevo ciclo, una nueva cacería, una búsqueda incesante. El sonido sigiloso, apenas audible, apenas un murmullo, apenas lúgubre, inconfundible, atemorizante y consecuente en el medio de la nada, a la mitad de la noche, al inicio de la apacible penumbra nocturnal. Los vigilantes anuncian, los durmientes despiertan, los mortales huyen, inicia la cacería, inicia la persecución, no hay donde esconderse, no hay como ocultarse, no lo pueden evitar. Una vez más se cumple el presagio, se cumple la sentencia, se cumple la condena...

Una brisa gélida abraza los cuerpos, abraza la noche, abraza sin distinción, anunciando la hora, anunciando el momento, es hora de cancelar la deuda. Unos corren, otros intentan esconderse y solo algunos los esperan. Los vigilantes observan, en silencio, en agonía tal vez, un suplicio silente, tal vez un llanto ausente, de esas lágrimas de dolor, de esa pena ajena, de ese arrepentimiento que deja un amargo sabor. Los durmientes cumplen esa orden, esa misión, esa labor. Inmutados, cual ser indolente, sin cuestionar, sin preguntar, sin anunciar, solo acatando, solo llevando y solo arrastrando, al culpable, a los culpables, a los no bien intencionados. Les llegó su hora, les llego su momento, les llego su turno...

Horas eternas, horas largas, horas interminables. La penumbra de la noche alcanza su clímax, alcanza su momento, los alcanza a todos sin excepción alguna. Los vigilantes esperan, los vigilantes escuchan, los vigilantes presentes, no intervienen ni lo cuestionan. Levantan el polvo, levantan la bruma, levantan la tierra, sin razón alguna. Aumenta el sonido, aumenta el llanto, aumenta el arrepentimiento. Tarde es, tarde fue, tarde será. No lo vieron, no lo pensaron, solo decidieron. A todas sus horas les llega, a todos sus momentos los condena, a todos esa penumbra nocturnal les recuerda, que más tarde que temprano, los durmientes llegan, y solo les queda esperar su turno, esperar su condena, esperar llevar su cadena. No de gloria, no de triunfo, ni tampoco de pena...

Algunos lloran, algunos ríen, algunos se asustan. Todo se paga, todo se deja, todo tiene su condena. Unos por bien, otros por mal, y otros por no haber pensado, que la vorágine del pensamiento, del alma en pena, del espíritu alterado, no dejo al corazón bienaventurado elegir, decidir y tal vez dejar, que la acción desmedida, tal vez emotiva, tal vez sectaria, no viese en el momento las consecuencias. Esa misma vorágine llega tal cual boomerang, que regresa a su origen, luego de un vuelco que al olvido temporal se va, pero que al juez de los mortales no olvida, para sentenciar sus actos y a los durmientes ejecutar la pena...

Prontamente la bruma de la noche se dispersa, levanta sosegada la oscuridad, apenas el sonido de la noche se pierde, entra el anuncio que nuevamente la luz volverá, la vida llegara, los bien vivientes despertaran. Un nuevo comienzo de la vida inicia, un nuevo ciclo de avenencias, emociones, aventuras y decisiones, permitirán a los durmientes, regresar otra vez, tal vez en la siguiente penumbra, tal vez un tiempo más distante, tal vez un tiempo más lejano. Pero despertaran la siguiente vez, a buscar a aquellos, a buscar los culpables, a buscar los condenados, que en sus letanías, saben que más tarde que temprano, la penumbra de la noche, los alcanzara y pagaran así su condena...

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