jueves, 25 de junio de 2015

Un breve cuento del Ángel Alhaayt - Capitulo 7 – Cruce de caminos, destino y señales…



Alhaayt deseaba ser un mortal en este momento, sabía que no podía evitar lo que pasaría minutos después. Mientras en la tienda del padre, los demás recién llegados buscaban como hacer negocios, o por lo menos eso parecía lo que intentaban, a cambio de agua y comida. Los tres beduinos que llegaron al pozo, se presentaron tranquilos, observaban a las jóvenes, y uno de ellos parecía estar vigilante del entorno. El que asumió el papel de líder pidió usar el pozo para cargar las alforjas con agua, Alanna-Zuhi le cedió el paso y le permitió acercarse. Sus hermanas siempre detrás de ella. Alhayyt a un lado de su protegida y amada, evaluando como hacerle entender que debían alejarse pronto, pero sus susurros al oído de la chica, solo aumentaban más los nervios de ella, en vista de una situación que escapaba a su rutina diaria...

El padre de las chicas comenzó a preocuparse por la insistencia de los beduinos. Les explicaba que no tendría problemas en ofrecerles agua y comida, y que las piezas de valor presentadas, las mantuviesen, ya que no era de su interés comprarlas. El líder del grupo a manera de costumbre, le ofreció en retribución una bolsa con unas monedas extrañas, y le pidió en nombre de Alá, las recibiese como tributo. Cuando intentó salir de la tienda el padre de las chicas, se lo impidieron los que secundaban al líder. Este extrañado ante la imposibilidad, se volteo a reclamarle al líder. Este le manifestó que se quedara tranquilo, que no les harían nada y que prontamente continuarían con su marcha por las arenas del desierto. Le preocupaba no poder saber de sus hijas. La madre también estaba muy intranquila. Denhaiut en la tienda trataba de mantener en calma a la madre, a través de sus mensajes y su radiante luz, pero eso no iba a ser suficiente…
De repente venían caminando hacia el pozo dos hombres de la comuna, a cargar agua para sus cabras. El hombre más retrasado del grupo y cerca del pozo se les acercó, les dijo algo que no lograron escuchar las chicas, y estos se alejaron rápidamente. Alanna-Zuhi en ese momento comprendió que algo sucedería...

Al otro lado de las arenas continuaba la marcha del grupo y el Príncipe. El hombre miraba con frecuencia al cielo culminando el atardecer, mientras a su espalda se presentaba el ocaso del sol. Refrescaba algo la tarde y veía a lo lejos y muy alto el ave al cual hizo referencia. Señalaba a su acompañante en la cabalgata, pero este le continuaba manifestando que nada veía. Le alegaba que eran los efectos del desierto y que muchas veces al horizonte, percibían imágenes extrañas en esos veranos candentes y en ocasiones prolongados. El Príncipe le insistía que si solo él podía ver eso, simplemente era una señal que lo obligaba a buscar la interpretación y el mensaje. Y a medida que el Príncipe continuaba la marcha, sentía muy dentro de él que algo estaba por suceder...

Uno de los hombres sacó una daga brillante, le indicó a las chicas lo acompañasen sin mediar palabra alguna. Los otros dos hicieron lo mismo. Quedaron casi rodeadas, sin embargo la menor de ellas, en un descuido de los hombres, logro cruzar el pozo, correr colina arriba sin detenerse. Las otras dos fueron acorraladas para evitar la escapada. El líder del grupo se acercó a Alanna-Zuhi y le manifestó no hiciese nada, porque de lo contrario mataría a la otra. Esta asintió y abrazó a su hermana, manifestándole que nada les pasaría. Mientras uno de ellos se fue corriendo a buscar los caballos...

En la tienda mantenían cautivos temporalmente a la familia. Los demás miembros de la comunidad se encontraban pastoreando los rebaños de cabras y ovejas algo retirados, mientras unos pocos estaban dentro de sus tiendas. Solo se veía al grupo recién llegado muy cerca de la tienda del mercader y líder de la comunidad. Aparentemente para los demás, era una situación normal el transitar de los beduinos y las oportunidades de negocios frecuentes. Estaba cerca de culminar el día. De repente ingresó a la tienda uno de los recién llegados, se acercó al líder y le susurro al oído algo. Este se levantó y de manera gentil se disculpó por los acontecimientos. Le manifestó que estaban listos a continuar su marcha y le agradeció al mercader por las provisiones y el agua. Luego se marchó, atrás salieron los demás acompañantes, eran cerca de ocho personas. Al salir de la tienda el padre de Alanna-Zuhi, solo observó un grupo numeroso de beduinos, todos a caballo y con la cara ligeramente cubierta. Todos armados con dagas y sables. Partieron rápidamente. La madre salió prontamente a buscar a sus hijas. No las encontraba por ninguna parte. Estaban llegando de pastorear los rebaños y les preguntó a los demás. Nadie sabía nada de las chicas. Solo manifestaban haber visto un grupo numeroso partir de la comuna rápidamente...

La hermana menor de Alanna-Zuhi gritaba a lo lejos, bajando apresuradamente de la colina. La madre logro avistarla, al igual que su padre. Gritaba el nombre de sus hermanas hasta que lograron entender que les decía “se las llevaron, se las llevaron”. La madre entró en shock y el padre la tomo del brazo, la abrazó para tranquilizarla. Luego ella les contó lo sucedido. Uno de los hombres de la comunidad se acercó y le manifestó al mercader que le pareció haber reconocido a alguien de ese grupo cuando salieron en cabalgata. Se decía en algunas comunidades del desierto, que había un grupo de beduinos que llegaron desde muy lejos, para comerciar con las mujeres jóvenes de las comunidades. Es decir las secuestran, se las llevan y las venden a hombres de muy lejos para sus satisfacciones personales o como esclavas. Esto aterrorizó al padre y a la madre. Solo disponía de sus caballos para salir detrás del grupo, pero también le advirtió al mercader lo siguiente, estos hombres son muy desalmados. Hay uno que es el líder que a pesar de su frialdad al hablar y dirigirse a las personas de manera gentil, es un asesino nato y es quien manda en el grupo. El mercader le dijo que lo conoció, que no olvida su rostro y que saldrá prontamente detrás del grupo. Su amigo le manifestó la suerte que tuvieron en no haber sido asesinados, ya que por donde pasan, aterrorizan y sacrifican a todos para no dejar testigos. También le manifestó que es muy difícil seguir el rastro de los beduinos en las noches, así como el peligro que representa si solo él se marcha...

Alhaayt seguía a las dos chicas, siempre muy cerca y sumamente exaltado espiritualmente y de su ser interior. Sentía y conocía muy de cerca la angustia que presentaba Alanna-Zuhi frente a esta situación. No sabía cómo afrontar la eventualidad, dada sus emociones y su vinculación interior que mantenía hacia su amada, muy a pesar de que ella desconocía totalmente de su existencia. Las llevaban a caballo, cada una montada con un jinete con el rostro cubierto, solo sus ojos permitían estar de cara al viento nocturnal, sin saber a donde las llevarían, ni cual iba a ser su destino...

Caía la noche y se avizoraba posiblemente lluvias. No era la temporada ni la época, sin embargo la presencia de grandes nubes oscuras y las centellas a lo lejos divisaban un temporal atípico en el desierto. No era común las lluvias, más bien las tormentas de arena, sin embargo los beduinos interpretaban esas señales como los sucesos en torno a las manifestaciones de Alá, para el caso de los musulmanes y los islámicos. Para los cristianos simplemente un acto de Dios para calmar las ansiedades de los mortales. El padre de Alanna-Zuhi se encontraba en un estado de angustia, tensión y rabia, por no haber previsto que un acontecimiento de esa naturaleza podía ocurrir. La madre no cesaba su llanto, junto a su pequeña, que lo único que manifestaba era el deseo de que sus hermanas regresaran prontamente. El mercader debía esperar el amanecer para salir con un pequeño grupo, detrás de esa caravana de forajidos, los beduinos mercantes de la vida humana. Denhaiut se mantenía muy cerca de la madre y ahora veía a la pequeña hija como una ser vulnerable, inocente y triste, por lo que a su manera buscaba como calmar ese espíritu que estaba desmoronándose con el pasar de las horas...

El Príncipe y su grupo mantenían el paso hacia el este a marcha lenta. A pesar de que en las noches deben descansar, el Príncipe le manifestó a su gente que era necesario continuar, porque presentía que debía llegar a su destino prontamente. Vio a lo lejos una estrella fugaz pasar en ruta al Este...

El grupo de beduinos que secuestraron a Alanna-Zuhi y a su hermana, se detuvieron cerca de la medianoche en el medio del desierto. Obligados a protegerse de una lluvia que prontamente caería, bajaron de sus caballos y prepararon unas tiendas provisionales. Las chicas sentadas a un lado, solo se abrazaban conteniendo las ganas de llorar. La mayor como siempre asumía un papel determinante y regio, para que su hermana sintiese cierta protección temporal, aun cuando estaba lejos esa sensación. Luego las metieron en una de las tiendas y el líder se dirigió a la mayor, le dijo que ninguno intentaría nada contra ellas, pero que no intentase escapar, porque lo lamentaría. Les dejo agua y comida y salió de la tienda. Las dos tomaron la comida y el agua y previamente oraron, pidiéndole a Dios Todopoderoso les ayudase a soportar tal situación. Rezaron un largo rato y sintieron cierta paz y tranquilidad temporalmente, dentro de la tienda improvisada. Era Alhaayt que a través de su ser interior y su aura inmensamente brillante, emanaba una especie de flujo espectral sobre ambas, tratando de calmar sus ansiedades y sus temores...

Al amanecer llegó la caravana del Príncipe a la comunidad del mercader. Se presentaron respetuosamente y notaron que un pequeño grupo estaban alistando caballos para salir. Preguntó por el líder del clan o de la comunidad. El mercader salió a recibirlo, presentó sus respetos por la investidura y el Príncipe se presentó. Le solicitó lo atendiera en su tienda. El mercader le explicó que lamentablemente no disponía de tiempo para atenderlo como le correspondía, en vista de una tragedia familiar. El Príncipe le indicó que no sabía realmente porque había llegado, pero que siguió una señal del cielo y vino a buscar respuestas. El mercader le conto brevemente el percance sucedido la tarde de ayer. El Príncipe le preguntó si conocía a su amigo el patriarca, lo describió de manera rápida y el mercader le manifestó que si, que han hecho negocios, que es un hombre de palabra y respetable en las dunas. Se acordó nuevamente de lo que el patriarca le manifestó a su despedida. El Príncipe le propuso al mercader ayudarlo con su grupo, pero que necesitaba provisiones, agua y descansar una hora por lo menos. Habían cabalgado durante mucho tiempo y los caballos necesitaban descansar. Lo ayudaría a rescatar a sus hijas sin importar lo que tuviera que arriesgar. Algo que no sabía porque lo decía, pero que muy dentro de él, le indicaba que así debía ser. En su misión sentía que Alá estaría junto a él...

Y este sin saber a lo que estaba por ocurrir en los siguientes días, tentaba a su propio destino, a su suerte y a lo que le depararía la vida durante ese camino, buscando conocer lo inesperado, o tal vez sentir y palpar el sabor de lo que siempre ha querido encontrar...

En el proximo capítulo se develaran misteriosas obras del Creador. Decisiones marcaran las vidas tanto de este ser espiritual, como de los protagonistas del cuento, y las aventuras de Alhaayt continuarán en este mundo que para muchos es tan simple o complejo como realmente lo podamos ver...

No hay comentarios:

Publicar un comentario