Alhaayt deseaba ser un mortal en
este momento, sabía que no podía evitar lo que pasaría minutos después. Mientras
en la tienda del padre, los demás recién llegados buscaban como hacer negocios,
o por lo menos eso parecía lo que intentaban, a cambio de agua y comida. Los
tres beduinos que llegaron al pozo, se presentaron tranquilos, observaban a las
jóvenes, y uno de ellos parecía estar vigilante del entorno. El que asumió el
papel de líder pidió usar el pozo para cargar las alforjas con agua, Alanna-Zuhi
le cedió el paso y le permitió acercarse. Sus hermanas siempre detrás de ella.
Alhayyt a un lado de su protegida y amada, evaluando como hacerle entender que
debían alejarse pronto, pero sus susurros al oído de la chica, solo aumentaban
más los nervios de ella, en vista de una situación que escapaba a su rutina
diaria...
El padre de las chicas comenzó a
preocuparse por la insistencia de los beduinos. Les explicaba que no tendría
problemas en ofrecerles agua y comida, y que las piezas de valor presentadas,
las mantuviesen, ya que no era de su interés comprarlas. El líder del grupo a
manera de costumbre, le ofreció en retribución una bolsa con unas monedas
extrañas, y le pidió en nombre de Alá, las recibiese como tributo. Cuando
intentó salir de la tienda el padre de las chicas, se lo impidieron los que
secundaban al líder. Este extrañado ante la imposibilidad, se volteo a
reclamarle al líder. Este le manifestó que se quedara tranquilo, que no les
harían nada y que prontamente continuarían con su marcha por las arenas del
desierto. Le preocupaba no poder saber de sus hijas. La madre también estaba
muy intranquila. Denhaiut en la tienda trataba de mantener en calma a la madre,
a través de sus mensajes y su radiante luz, pero eso no iba a ser suficiente…
De repente venían caminando hacia
el pozo dos hombres de la comuna, a cargar agua para sus cabras. El hombre más retrasado
del grupo y cerca del pozo se les acercó, les dijo algo que no lograron
escuchar las chicas, y estos se alejaron rápidamente. Alanna-Zuhi en ese momento
comprendió que algo sucedería...
Al otro lado de las arenas
continuaba la marcha del grupo y el Príncipe. El hombre miraba con frecuencia
al cielo culminando el atardecer, mientras a su espalda se presentaba el ocaso
del sol. Refrescaba algo la tarde y veía a lo lejos y muy alto el ave al cual
hizo referencia. Señalaba a su acompañante en la cabalgata, pero este le
continuaba manifestando que nada veía. Le alegaba que eran los efectos del
desierto y que muchas veces al horizonte, percibían imágenes extrañas en esos
veranos candentes y en ocasiones prolongados. El Príncipe le insistía que si
solo él podía ver eso, simplemente era una señal que lo obligaba a buscar la
interpretación y el mensaje. Y a medida que el Príncipe continuaba la marcha,
sentía muy dentro de él que algo estaba por suceder...
Uno de los hombres sacó una daga
brillante, le indicó a las chicas lo acompañasen sin mediar palabra alguna. Los
otros dos hicieron lo mismo. Quedaron casi rodeadas, sin embargo la menor de
ellas, en un descuido de los hombres, logro cruzar el pozo, correr colina
arriba sin detenerse. Las otras dos fueron acorraladas para evitar la escapada.
El líder del grupo se acercó a Alanna-Zuhi y le manifestó no hiciese nada,
porque de lo contrario mataría a la otra. Esta asintió y abrazó a su hermana, manifestándole
que nada les pasaría. Mientras uno de ellos se fue corriendo a buscar los
caballos...
En la tienda mantenían cautivos
temporalmente a la familia. Los demás miembros de la comunidad se encontraban
pastoreando los rebaños de cabras y ovejas algo retirados, mientras unos pocos
estaban dentro de sus tiendas. Solo se veía al grupo recién llegado muy cerca
de la tienda del mercader y líder de la comunidad. Aparentemente para los demás,
era una situación normal el transitar de los beduinos y las oportunidades de
negocios frecuentes. Estaba cerca de culminar el día. De repente ingresó a la
tienda uno de los recién llegados, se acercó al líder y le susurro al oído algo.
Este se levantó y de manera gentil se disculpó por los acontecimientos. Le
manifestó que estaban listos a continuar su marcha y le agradeció al mercader
por las provisiones y el agua. Luego se marchó, atrás salieron los demás
acompañantes, eran cerca de ocho personas. Al salir de la tienda el padre de
Alanna-Zuhi, solo observó un grupo numeroso de beduinos, todos a caballo y con
la cara ligeramente cubierta. Todos armados con dagas y sables. Partieron rápidamente.
La madre salió prontamente a buscar a sus hijas. No las encontraba por ninguna
parte. Estaban llegando de pastorear los rebaños y les preguntó a los demás.
Nadie sabía nada de las chicas. Solo manifestaban haber visto un grupo numeroso
partir de la comuna rápidamente...
La hermana menor de Alanna-Zuhi
gritaba a lo lejos, bajando apresuradamente de la colina. La madre logro
avistarla, al igual que su padre. Gritaba el nombre de sus hermanas hasta que
lograron entender que les decía “se las llevaron, se las llevaron”. La madre
entró en shock y el padre la tomo del brazo, la abrazó para tranquilizarla. Luego
ella les contó lo sucedido. Uno de los hombres de la comunidad se acercó y le
manifestó al mercader que le pareció haber reconocido a alguien de ese grupo
cuando salieron en cabalgata. Se decía en algunas comunidades del desierto, que
había un grupo de beduinos que llegaron desde muy lejos, para comerciar con las
mujeres jóvenes de las comunidades. Es decir las secuestran, se las llevan y
las venden a hombres de muy lejos para sus satisfacciones personales o como
esclavas. Esto aterrorizó al padre y a la madre. Solo disponía de sus caballos
para salir detrás del grupo, pero también le advirtió al mercader lo siguiente,
estos hombres son muy desalmados. Hay uno que es el líder que a pesar de su
frialdad al hablar y dirigirse a las personas de manera gentil, es un asesino
nato y es quien manda en el grupo. El mercader le dijo que lo conoció, que no
olvida su rostro y que saldrá prontamente detrás del grupo. Su amigo le manifestó
la suerte que tuvieron en no haber sido asesinados, ya que por donde pasan,
aterrorizan y sacrifican a todos para no dejar testigos. También le manifestó
que es muy difícil seguir el rastro de los beduinos en las noches, así como el
peligro que representa si solo él se marcha...
Alhaayt seguía a las dos chicas,
siempre muy cerca y sumamente exaltado espiritualmente y de su ser interior. Sentía
y conocía muy de cerca la angustia que presentaba Alanna-Zuhi frente a esta
situación. No sabía cómo afrontar la eventualidad, dada sus emociones y su
vinculación interior que mantenía hacia su amada, muy a pesar de que ella
desconocía totalmente de su existencia. Las llevaban a caballo, cada una
montada con un jinete con el rostro cubierto, solo sus ojos permitían estar de
cara al viento nocturnal, sin saber a donde las llevarían, ni cual iba a ser su
destino...
Caía la noche y se avizoraba
posiblemente lluvias. No era la temporada ni la época, sin embargo la presencia
de grandes nubes oscuras y las centellas a lo lejos divisaban un temporal atípico
en el desierto. No era común las lluvias, más bien las tormentas de arena, sin
embargo los beduinos interpretaban esas señales como los sucesos en torno a las
manifestaciones de Alá, para el caso de los musulmanes y los islámicos. Para
los cristianos simplemente un acto de Dios para calmar las ansiedades de los
mortales. El padre de Alanna-Zuhi se encontraba en un estado de angustia,
tensión y rabia, por no haber previsto que un acontecimiento de esa naturaleza
podía ocurrir. La madre no cesaba su llanto, junto a su pequeña, que lo único
que manifestaba era el deseo de que sus hermanas regresaran prontamente. El
mercader debía esperar el amanecer para salir con un pequeño grupo, detrás de
esa caravana de forajidos, los beduinos mercantes de la vida humana. Denhaiut
se mantenía muy cerca de la madre y ahora veía a la pequeña hija como una ser
vulnerable, inocente y triste, por lo que a su manera buscaba como calmar ese espíritu
que estaba desmoronándose con el pasar de las horas...
El Príncipe y su grupo mantenían
el paso hacia el este a marcha lenta. A pesar de que en las noches deben
descansar, el Príncipe le manifestó a su gente que era necesario continuar, porque
presentía que debía llegar a su destino prontamente. Vio a lo lejos una
estrella fugaz pasar en ruta al Este...
El grupo de beduinos que
secuestraron a Alanna-Zuhi y a su hermana, se detuvieron cerca de la medianoche
en el medio del desierto. Obligados a protegerse de una lluvia que prontamente
caería, bajaron de sus caballos y prepararon unas tiendas provisionales. Las
chicas sentadas a un lado, solo se abrazaban conteniendo las ganas de llorar.
La mayor como siempre asumía un papel determinante y regio, para que su hermana
sintiese cierta protección temporal, aun cuando estaba lejos esa sensación.
Luego las metieron en una de las tiendas y el líder se dirigió a la mayor, le
dijo que ninguno intentaría nada contra ellas, pero que no intentase escapar, porque
lo lamentaría. Les dejo agua y comida y salió de la tienda. Las dos tomaron la
comida y el agua y previamente oraron, pidiéndole a Dios Todopoderoso les
ayudase a soportar tal situación. Rezaron un largo rato y sintieron cierta paz
y tranquilidad temporalmente, dentro de la tienda improvisada. Era Alhaayt que
a través de su ser interior y su aura inmensamente brillante, emanaba una
especie de flujo espectral sobre ambas, tratando de calmar sus ansiedades y sus
temores...
Al amanecer llegó la caravana del
Príncipe a la comunidad del mercader. Se presentaron respetuosamente y notaron
que un pequeño grupo estaban alistando caballos para salir. Preguntó por el líder
del clan o de la comunidad. El mercader salió a recibirlo, presentó sus
respetos por la investidura y el Príncipe se presentó. Le solicitó lo atendiera
en su tienda. El mercader le explicó que lamentablemente no disponía de tiempo
para atenderlo como le correspondía, en vista de una tragedia familiar. El Príncipe
le indicó que no sabía realmente porque había llegado, pero que siguió una
señal del cielo y vino a buscar respuestas. El mercader le conto brevemente el
percance sucedido la tarde de ayer. El Príncipe le preguntó si conocía a su
amigo el patriarca, lo describió de manera rápida y el mercader le manifestó
que si, que han hecho negocios, que es un hombre de palabra y respetable en las
dunas. Se acordó nuevamente de lo que el patriarca le manifestó a su despedida.
El Príncipe le propuso al mercader ayudarlo con su grupo, pero que necesitaba
provisiones, agua y descansar una hora por lo menos. Habían cabalgado durante
mucho tiempo y los caballos necesitaban descansar. Lo ayudaría a rescatar a sus
hijas sin importar lo que tuviera que arriesgar. Algo que no sabía porque lo
decía, pero que muy dentro de él, le indicaba que así debía ser. En su misión sentía
que Alá estaría junto a él...
Y este sin saber a lo que estaba
por ocurrir en los siguientes días, tentaba a su propio destino, a su suerte y
a lo que le depararía la vida durante ese camino, buscando conocer lo
inesperado, o tal vez sentir y palpar el sabor de lo que siempre ha querido
encontrar...
En el proximo capítulo se develaran misteriosas obras del Creador. Decisiones marcaran las vidas tanto de este ser espiritual, como de los protagonistas del cuento, y las aventuras de Alhaayt continuarán en este mundo que para muchos es tan simple o complejo como realmente lo podamos ver...
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