martes, 2 de junio de 2015

Un breve cuento del Ángel Alhaayt - Capitulo 5 – Ilusión y Decisión…



Al llegar a los predios terrenales correspondientes, Alhaayt iniciaría como siempre una aventura más, un aprendizaje en esta vida espiritual y una labor al cuidar y proteger a aquellos que por lo general, se encuentran en la necesidad de ser asistidos y ayudados por la gracia del creador. Sin embargo esta sería una aventura un tanto diferente. El Creador así lo determinó, dada sus elocuentes charlas en los momentos de regocijo, pasividad y retorno al universo junto a él. Por todas esas inquietudes, sus aciertos y desaciertos en esa vida espiritual hasta ahora llevada y vivida. La vida y experiencia terrenal en sus labores de cuido y velo a los mortales designados, le ha permitido en todo este tiempo incuantificable, poder constatar, ver, si se quiere sentir, aunque ellos tienen esa prohibición, en estudiar a los seres mortales. Sin embargo este ángel tenía ciertos elementos que lo diferenciaban de sus otros compañeros. No culminó de buena manera su vida terrenal anterior, no pudo disfrutar de ciertas sensaciones y el Creador le ha dejado, permitido y admitido en su nueva vida espiritual, esa extraña y difusa memoria a sucesos que no logra recordar, o que tal vez vivió en otra vida anterior. De esas misteriosas obras de Dios, que solo y únicamente él puede tener la explicación debida...

Tres preciosas hermanas junto a sus adorados padres, habitan en algún lugar remoto en una zona desértica al Sur-Este de la Península Arábiga. Padres trabajadores, humildes, devotos, comparten dentro de una pequeña comuna nómada, muy cerca de un oasis, en el medio del árido y hostil desierto. Viven como comerciantes y criadores de camellos y ovejas. El padre un hombre de cierta edad, pero con un talante y una capacidad de trabajo envidiable. Muy justo y hábil gestor a la hora de hacer negocios entre los beduinos y transeúntes en ese desierto. La madre un ser humano sensible, noble, proveniente de una buena familia jordana. Tuvieron a sus hijas a lo largo de los diecinueve años que llevan juntos. La mayor y la más hermosa, de apenas recién cumplido los diecisiete años de edad, de nombre Alanna-Zuhi. De una personalidad sensible y romántica, herencia de su bella madre. De un carácter a veces determinante, solido y firme, heredado de su padre. Curiosa, risueña, ilusa, voluntariosa y decidida, con los sueños de su edad y con los deseos de llegar más lejos de lo que piensa cree es y se trata la vida misma en el desierto...

Sus otras dos hermanas de quince y catorce años respectivamente. Igual de hermosas y buenas hijas al fin, pero con sus inquietudes, inocencias y temores. Es común que en la cultura de los beduinos, de las sociedades del desierto y de las tradiciones en este mundo hasta indómito y difícil, las hijas de un patriarca y comerciante respetado, pasen a ser un objeto muy preciado para quienes ostenten ganar su corazón, su confianza y la dote de unir en lazos de sangre, a fin de afianzar nexos familiares y ampliar el patrimonio de las familias. Sin embargo Alanna-Zuhi tenía como idea y corazonada, que ella tenía el total derecho de elegir, de alcanzar sus sueños y de establecer cómo y cuándo determinar con quién compartir su vida. Algo no muy común en estas sociedades, pero sus padres le enseñaron y le inculcaron a través de su educación y su religión, que el corazón, el alma y el espíritu eran quienes determinaban, junto a las señales de Dios y el Universo, cuando, como y con quien resultaría ese momento trascendental. Tal como le ocurrió a sus padres en su juventud y en esos años en el que el padre, intento enamorar y conquistar, el corazón de sus abuelos maternos, muy a pesar de no compartir con la familia de su madre, las tradiciones y costumbres religiosas en Jordania. Al final predominaron los dictámenes de Dios y del corazón, con un poco de habilidad, integridad e inteligencia por parte de su amado padre, oriundo de una familia judía-israelita...

También son bastante comunes los mal llamados grupos de bandoleros, forajidos y extremistas beduinos del desierto. Aquellos que utilizan la ley del más fuerte, de los bienes materiales para comprar y adquirir lo que más desean, al precio que fuese. El padre sabía que siempre habría riesgos, que sus hijas podían estar expuestas a cualquier eventualidad, pero siempre confiaba y oraba ante Dios, porque a su familia jamás le ocurriese alguna tragedia, y que esta llegase a lamentar por el resto de su vida. Es ahí donde entra el Creador y envía a sus legionarios y ángeles protectores, Alhaayt y Denhaiut. Los protectores y cuidadores ahora de esta humilde y devota familia. Las hermanas menores de Alanna-Zuhi eran muy obedientes y siempre escuchaban a su hermana mayor. Esta siempre fue muy elocuente, educada, inteligente y hábil para esos momentos de dudas y temores. No lo sabía todo, pero siempre recibió el apoyo incondicional de sus padres. A la hora también de que por su espíritu y mente sintiera dudas, se encomendaba a Dios Creador del cielo y la tierra, así como a las palabras, enseñanzas y consejos de sus amados padres...

Alhaayt al llegar a estas tierras, sintió dentro de su espíritu una sensación extraña, como jamás había anteriormente sucedido. Esas sensaciones que predicen posiblemente un suceso o un evento trascendental. Todo ello estaba previsto por El Creador, aunque su ángel inquieto en su interior desconociera todo esto. Era a veces frecuente que su amado protector y cuidador, enviara dos o tres ángeles juntos a cuidar a algunas familias, sin embargo lo que no sabía Alhaayt era que su compañero Denhaiut tenía doble propósito, cuidar a la familia y velar por Alhayyt...

Todo estaba previsto en los planes del Creador, esta prueba y necesidad de someter a su ángel inquieto e intensamente curioso, meticuloso y hábil, a las misteriosas pruebas que eventualmente así se han de determinar, la fortaleza y debilidades de sus protegidos. Tanto en el mundo espiritual, como en el terrenal, siempre estaremos sujetos a aspectos que no tienen explicación muchas veces, pero que siempre alguna razón el tiempo otorgará. Designios divinos, cosas de Dios, alma, corazón y espíritu que se integran, se funden y se unen, en aras de encaminar aquellas decisiones difíciles y complejas, en esos momentos algo turbios, oscuros y avasallantes en nuestro ser interior. Ocurre acá y ocurre allá, aunque eso no lo entendamos, aunque eso no lo veamos, pero si lo podamos sentir, experimentar y hasta predecir...

Alhaayt cuando le tocó ver por primera vez a Alanna-Zuhi quedo prendado, altamente impactado y extrañamente ilusionado, con esa sensación que estaba prohibida para todos ellos. Se enamoro a primera vista y perdidamente de ese ser mortal, curiosamente sensible, de rostro y tez hermosa, de vivaces ojos y de una belleza interior como jamás y nunca antes hubiese visto en un mortal. Sabía y estaba consciente que nunca podría cruzar la línea establecida por El Creador. Entendía perfectamente que su misión en la vida terrenal, era de cuidar, velar, proteger y de alguna manera propiciar, que los mortales tuvieran la ayuda necesaria, para tomar aquellas decisiones que les permitieran continuar de la mejor manera en el camino a cumplir sus sueños, sus anhelos y su felicidad, aunque eso tuviera a veces un alto precio a pagar. Algo a veces incomprensible en este mundo pero muy frecuente en la gran mayoría de los casos...

Denhaiut observaba bien la reacción de su compañero de aventuras, desde un lugar donde Alhaayt no podía sentirlo, ni verlo. Sabía de antemano que posiblemente algo en algún momento le pasaría a este ángel. Ya anteriormente había percibido ciertas sensaciones que no les son permitidas a ellos. No precisamente en el aspecto del amor, pero si de otras que solamente le son conferidas y atribuidas a los mortales. Era extraño, pero también El Creador en una de esas tertulias a solas, ya se lo había manifestado, indicándole como debía vigilar y cuidar a su compañero de aventuras. Estudiaba la reacción y el estado emocional de Alhaayt, como nunca antes podía haberlo previsto en uno de ellos. No entendía las emociones a las que su compañero estaba inmerso, como tampoco porque su brillo aural aumentaba cada vez con mayor intensidad y cambios de tonalidad de color. Solo ellos pueden visualizar, percibir y sentir esos aspectos espirituales, que solo le son concedidos por El Creador...

Las hermanas de Alanna-Zuhi llegaron algo apresuradas del pozo de aguas, cargadas con sus recipientes y murmurando entre ellas cosas de niñas, cosas de inocentes, cosas de esos sueños y de esperanzas. Las observaba con ternura y ya sabía lo que le consultarían. Por ser la mayor intuía casi con mucha precisión lo que sus hermanas siempre querían saber. La curiosidad innata, vivaz e inocente de esos seres, pero hasta extraña, en un mundo y hábitat muy duro y hostil, y que gracias a la educación, formación y cuidado de sus padres, estas tres hermanas se diferenciaban de muchas otras niñas en cuanto a su vocación y esperanzas de alcanzar sus sueños. En la conversación sonreían y se veían muy risueñas, delicadas y llenas de vitalidad. Eso tenía sorprendido a Alhaayt, pero no dejaba de ver a esa chica, esa preciosa joven de quien quedo totalmente impactado y desarmado. No dejaba de suspirar y de emanar ese brillo de luz en su aura espiritual. Denhaiut solo se limitaba a observarlo relativamente de cerca, y Alhaayt ni siquiera percibía que su compañero lo vigilaba...

El padre de las niñas ha sido un hombre respetado y querido en las dunas, por su personalidad, por su arraigo al desierto y por su justo carácter a la hora de ayudar a su comunidad, como también a los errantes beduinos, que muchas veces llegan o pasan buscando algo de comer, y un lugar donde pasar la noche, luego de una extenuada travesía a través de las áridas arenas del desierto. Siempre decía que todo lo que la tierra les otorgaba, debían por derecho compartirlo, sin condición alguna, y que así como las dunas, las arenas, las provisiones, la comida, y la calidez y amor de su hogar, han sido siempre bendecidas en su entorno, pues de esa misma manera debe transmitir y dar parte de esa dicha, a todo aquel que entre el cielo y la tierra, así lo necesite y lo requiera. Todo lo que llega, ha de partir en algún momento. Y todo lo que parta desde su ser, solo se transforma para bien de otros. Es un mandato divino y es como Dios ha de establecerlo en la tierra de los mortales...

Por costumbre y tradición de acuerdo a sus creencias, fe y devoción al Supremo Creador, la familia cada noche oraba unida, alrededor de una pequeña fogata, dispuesta muy cerca de la tienda donde habitaban y se protegían del ardiente calor del día, y de aquellas noches heladas. Cuando el cielo totalmente despejado se iluminaba totalmente al brillo de las estrellas, que refulgían como diciéndoles que la vida y Dios, siempre les otorgaba la bendición por sus acciones y su voluntad de ayudar a los demás. Era la manera como le agradecían a Dios por todas las cosas otorgadas y por toda la dicha hasta ahora recibida. Sin embargo esa noche pudieron ver en el cielo, una extraña estela de luz con una tonalidad rojiza, pasando de Oeste hacia el Este, cosa que no era común, pero que el padre interpretó como una de esas señales que siempre quiso evitar ver. Este no dijo nada y solo agradeció al término de la cesión, para luego compartir la cena junto a sus seres amados, como cada noche siempre lo han realizado...

Alhaayt muy cerca velaba a toda la familia, así como también lo hacia Denhaiut desde otro lugar cercano. Ambos se vieron y se sintieron, asintiendo que todo estaba bien y que restaba la noche para proteger a esta noble familia, de las extrañas cosas que en la vida de los mortales, con cierta eventualidad sucede. De esas cosas que aunque parecen extrañas y hasta inconcebibles, simplemente suceden por alguna razón, que solo El Creador ha de saberlo y preverlo. Esa era la labor encomendada, ya que sabían de antemano la razón de su presencia en la tierra de los mortales...

A unos dos o tres semanas aproximadamente de travesía, se encontraban en pleno desierto descansando, un pequeño grupo de beduinos comandado por un Príncipe. Hijo de un Jeque muy potentado de una región a orillas del golfo pérsico, llamada Al Jubail. El Príncipe se encontraba en una de esas travesías por las áridas dunas, buscando aventuras, buscando mercadería, buscando placer, y buscando llevar a su respetado padre, parte de esas riquezas que se consiguen a lo largo de estas tierras hostiles pero sorprendentes. Un joven de tez fuerte, alto, con cierta educación, pero algo arrogante dada su ascendencia de familia. Este miraba a solas el cielo totalmente estrellado y con un brillo espectacular. Oraba en silencio pidiendo encontrar algo sorprendente en su periplo por las poderosas y áridas dunas. A veces caprichoso, a veces sensato. A veces obstinado y a veces confundido. Un joven buscando encontrar su camino y su destino, pero sin una guía espiritual precisa, más que la voluntad de alcanzar eso que muchos desean, sin saber precisamente que ha de ser. Solo la sensación y la percepción de algo que los motive y los impulse a continuar con esa búsqueda...

Los días pasaban en la comunidad desértica y cada vez el padre presentía que después de esa noche en la que visualizó esa estela rojiza en el cielo estrellado, algo sucedería. Eso lo preocupaba tanto, que en ocasiones lo encontraron sus hijas extrañamente retraído y perdido en sus pensamientos. Alanna-Zuhi sabía que algo le preocupaba, pero trataba de animarlo y manifestarle que todo estaría bien. Pero su madre también presentia que algo se avecinaba, intuición de mujer, de madre y de esposa en las arenas donde cualquier cosa puede pasar. Mientras Alhaayt cada día se aferraba más y más, a esa sensación jamás antes experimentada, de esas que desea vivirlas para siempre, de esas que necesita transmitirla, ahogándose en su pasión, en su dolor y en su amor, arriesgando sus vivencias y su compromiso con su amado Protector y Cuidador, el mismo Creador Supremo. Lloraba en silencio, suspiraba en silencio, emanaba más luz su aura a medida que los días pasaban, pero también estaba consciente, del precio a pagar por cruzar la línea que jamás y nunca debe pasar. Pero había una fuerza extraña que lo llevaba a ello. Y aun se mantenía del lado correcto de su vida espiritual...

Prontamente las cosas darían un giro sorprendente a algunos. Prontamente la vida que hasta ahora ha llevado en las dunas Alanna-Zuhi, sus hermanas y sus padres cambiarían drásticamente, sin saber o predecir que pudiese ser lo mejor o lo peor, pero era algo que estaba escrito. Era algo que estaba destinado a suceder, porque muchas veces la vida no es justa, no es perfecta y no es predecible, a lo que encontraran a lo largo de su andar. Alhaayt sabía que algo sucedería, y deseaba desde el lugar más recóndito de su espíritu intervenir, para así evitar a toda costa sufrimiento alguno, penurias y tristeza, sobre ese ser al que más allá de proteger y cuidar, lastimosamente se enamoro perdidamente, deseando ser un mortal y ganarse el corazón de Alanna-Zuhi, así tuviese que perder cualquier aspecto hasta ahora privilegiado ha sido para él...

En el próximo capítulo, se develaran acontecimientos y sorprendentes revelaciones, de un extraordinario ángel llamado Alhaayt y su aventura por el Universo Espiritual del Creador...

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