Era cerca del mediodía y el
inclemente sol de las dunas arreciaba con mayor intensidad, ya era la época del
verano ardiente del desierto. Donde los días se sentían mucho más largos que
las noches. Algunos beduinos prefieren esperar, acampar y protegerse a orillas
de pequeños oasis, también cerca de comunidades que habitan en el desierto,
para continuar luego sus rutas y sobre todo en estas épocas del año. La
caravana del Príncipe logró arribar a una pequeña locación, un tanto distante
de la comunidad de la familia de Alanna-Zuhi, aproximadamente a semana y media
de travesía, aun cuando el Príncipe no tenía previsto esa ruta en su itinerario.
Se presentó de acuerdo a los ritos y costumbres establecidas en las dunas, hizo
presencia ante el patriarca de dicha comunidad. Solicitó la posibilidad de que
les brindasen comida y agua, a cambio de algunas monedas y piezas de valor que
siempre llevan consigo para los negocios y trueques. De esta manera agradecería
la generosidad del líder de la comunidad. Este accedió y le permitió al
Príncipe descansara en su tienda, mientras que el resto del grupo descansarían
distribuidos en las otras tiendas de la comuna...
El patriarca de esta comuna
conocía bien a la familia del Príncipe y su ascendencia, por una ocasión en una
comunidad del desierto años atrás, en la que tuvo la oportunidad de negociar
con su padre, unos hermosos alazanes árabes que poseía, y de quien el padre del
Príncipe, un Emir muy respetado en ese país, se había aferrado, comprándolos
dado su gusto por estos ejemplares animales. Uno de los ejemplares montaba el
Príncipe. Ese hecho facilitó y propicio que el Príncipe y el patriarca tuvieran
un acercamiento y confianza más amena durante su estancia en la comuna. Hablaron
de negocios, de placeres, de su padre, de lo duro que es la vida en las arenas
del desierto y de las oportunidades que también brindan las dunas...
En la conversación al tocar el
tema de las bellas mujeres, el patriarca le hizo referencia a una hermosa joven
que convive con su familia, algo retirado de la zona donde están, y que esta
familia tiene como líder a un buen hombre judío, muy correcto en los negocios, atento
y servicial. Viven al igual que él, de los negocios en las dunas y de atender a
los huéspedes viajeros. Al Príncipe le pareció que no debía desviarse de la
ruta, pero le preguntó al patriarca que tan bonita era esa bella joven a la que
hacía referencia. El Patriarca le manifestó que si tuviera la edad de él, no
dudaría en acercarse a esa familia para cortejarla y hacerla su esposa. Esto
dejo dubitativo al Príncipe, aspecto que el patriarca noto, pero dejo que la
noche siguiera su curso. Entre beber buen licor, fumar y ser atendidos por las
hermosas mujeres del harén del patriarca. Pasaron la noche intercambiando y
conversando de todo los placeres de la vida. El Príncipe no tenía prisa en
partir ya que sus intenciones al salir de su oriunda ciudad, era conocer,
comercializar y encontrar algo que aún no podía describir...
Alhaayt como cada mañana, se
acercaba al aposento de las hermanas. Las veía dormitar y despertar al amanecer.
Ellas se levantaban a realizar los trabajos matutinos. Atendían a sus padres,
realizaban los oficios en la tienda, preparaban de comer, arreaban las ovejas y
las alimentaban, buscaban agua en el pozo y por las tardes dedicaban un tiempo
breve a sus cotidianidades y gustos de adolecentes. Muchos de los viajeros que
hacían parada en la comunidad, se deslumbraban por las hermanas, sobre todo por
Alanna-Zuhi, por ser ella la mayor y la más hermosa. Sin embargo siempre se
comportaron a la altura y todos los viajeros o transeúntes de las dunas,
conocían muy bien a su padre. Por lo que el respeto y consideración prevalecían
ante cualquier otro aspecto particular...
Denhaiut de igual manera siempre
estaba muy cerca de la madre de las hermanas. Esta sentía una premonición
acerca de algo que tal vez sucedería, producto de la sucedido la otra noche en
la fogata. Como toda madre y mujer de las dunas, su sexto sentido le decía que pasaría
algo, y que posiblemente no sería tan bueno. El ángel sabía que muy pronto las
cosas cambiarían, y que de alguna manera entre él y Alhaayt, debían ayudar a
superar esa situación. Algo que aparentemente esta previsto en el plano
espiritual, mas no en el terrenal, ya que los mortales solo y únicamente por
sus creencias y tradiciones, especulaban al respecto y presentían acerca de
esos eventos, dada sus costumbres al interpretar las estrellas y los mitos de
las dunas. Algunos a veces atinaban cerca a las premoniciones, y con otros
simplemente no ocurrían, pero por lo general siempre algo sucedía, cuando
estaban esos presentimientos al hilo de una posible situación eventual...
Esa tarde las dos hermanas
menores luego de tener las conversaciones triviales con Alanna-Zuhi, fueron
llamadas por su adorada madre, para que la ayudasen a realizar unas tareas en
la tienda. Alanna-Zuhi decidió salir a caminar cerca del pozo de agua, a
contemplar el atardecer en el desierto. No había ventisca, tampoco sonido
alguno, todo se encontraba en una calma aparente. El sol al ocaso bajo un cielo
resplandeciente, en ese tono rojizo confundido con las suaves arenas del
desierto, proporcionaban una sensación de placidez y cierta nostalgia peculiar.
Alhaayt siempre muy cerca de ella, en esta ocasión de frente, tanto que deseaba
percibir su aroma, anhelaba sentir su piel, escuchar los latidos de su corazón,
abrazarla y protegerla de cualquier eventualidad. Sabía que no había peligro
alguno, pero su espíritu inquieto sabía que pronto las cosas cambiarían. Su
aura resplandecía más que nunca y sus ojos irradiaban un brillo excepcional. La
hermosa joven veía el espectacular atardecer, pensativa, lúcida y al mismo
tiempo dubitativa ante sus pensamientos, ilusionada acerca de lo que anhela
para su futuro. No emitía palabra alguna, pero Alhaayt sabía que en sus
pensamientos había interrogantes, que su espíritu emanaba una calma aparente,
pero su corazón se encontraba con la ansiedad de toda joven, deseando un futuro
prometedor y esplendido. Ella sabía que bajo sus costumbres y tradiciones,
había muchos obstáculos que superar de acuerdo a su cultura. Sus ansias y
deseos de ser una mujer distinta, le costaría mucho más, dada las
circunstancias y las condiciones de vida, sin embargo tenía mucha fe en que
todo lo superaría, aun con los sacrificios debidos, para demostrarle a su
familia y a Dios, que con dedicación y perseverancia, todo lo que se proponen
los mortales, lo pueden alcanzar...
Al otro lado de las arenas el Príncipe
le manifestaba a su anfitrión, la necesidad de buscar a lo largo de su camino una
motivación, una de esas situaciones que le despierte el interés necesario para sorprenderlo
y al mismo tiempo, exista una razón para orgullecer a su padre, a quien venera
y respeta profundamente. El patriarca escucho con atención sus palabras, y lo
dejaba expresarse como quisiera, esperando el momento oportuno para darle el
consejo más sabio, que por sus años de vida, pudiera darle a alguien que está
buscando su camino con la venia y protección de Alá. Cuando llegó el momento de
su partida y dentro de la tienda, el patriarca tomo las manos de su nuevo
amigo, las beso y le dijo lo siguiente “en el camino encontraras todo lo que
necesitas para alcanzar tus sueños, sin embargo solo y únicamente dependerá de
ti, que tomarás y que desecharás. Y aunque errores cometas, bajo el manto de
Alá podrás descubrir muy dentro de ti, hacia donde, con que, quien, cómo y cuándo
forjar tu propio destino”. Nuestros destinos tal vez debían encontrarse y
agradezco por la vida hasta ahora he tenido, y aunque Alá no me dio la
bendición para tener un hijo varón, puedo interpretar que en algún momento de
esta vida, tendría la oportunidad de poder otorgar un sabio consejo a un joven
como tú. Espero encuentres tu luz y tu camino a lo largo de las dunas. Espero
consigas eso que tanto deseas. Que Alá y la fortuna te provean vida, dichas y alegrías...
El Príncipe partió con su pequeño
grupo, en una caravana hacia la ruta del nor-oeste, hacia ese amplio y
maravilloso desierto árido. Llevaban suficiente provisiones y agua, para recorrer
por lo menos dos semanas de travesía, hasta que encontrasen otro campamento en
las dunas, o un pequeño oasis que les permitiese descansar y continuar. Seguiría
su camino y travesía buscando su joya, buscando su premio, buscando su
motivación...
Mientras al otro lado de las
dunas, ya en una noche refrescante y apacible, Alanna-Zuhi conversaba en
privado con su padre. Le expresaba sus deseos y su visión de la vida que
quisiera tener. Estaba muy cerca de cumplir su mayoría de edad y se encontraba
apta para contraer nupcias, con el hombre correspondiente para formar su propia
familia. Su padre le decía que muy a pesar de sus costumbres y tradiciones,
optaba por permitirle escoger el pretendiente que para ella significara la
persona correcta. No habría imposición alguna, en virtud de que para él tampoco
hubo restricciones, en los años que cortejó a su adorada madre. Por eso en la
tribu lo consideraban un hombre realmente justo ante las circunstancias y
situaciones de la vida. Ella se ilusionaba con tener una familia acorde a sus
creencias, con una vida plena y tener los hijos que Dios permitiese. Vivir,
amar, enamorarse de su elegido, al igual que ella desea se enamore de ella, y
establecerse en cualquier lugar donde la prosperidad, la dicha y la fortuna les
bendijeran...
Alhaayt estaba a su lado
escuchando todas las palabras que salían de su corazón, que emitía a través de
sus labios, que expresaban los deseos y sentimientos de una hermosa joven,
tierna, sincera y noble, tratando de encontrar su camino y la luz hacia un
bienaventurado destino...
Al irse a dormir todos, Alhaayt decidió
alejarse un tanto de los predios y de la comuna. Sabía que Denhaiut también
estaba cerca de la familia. Necesitaba calmar sus ansiedades, necesitaba
tranquilizar su espíritu casi indomable, requería de paz y armonía para evitar
bajo cualquier situación, cruzar la línea entre los mortales y ellos como seres
espirituales. No entendía sus reacciones, por primera vez estaba experimentando
algo jamás antes previsto. Le tocaba el amor a su espíritu. Le estaba llegando
un éxtasis que no tenía explicación, pero recordaba que su protector y
cuidador, le había manifestado anteriormente, que solo y únicamente él, estaba
previsto para algo totalmente indescriptible. Lo que no sabía Alhaayt era que
El Creador había considerado todas sus interrogantes, sus dudas y sus momentos
de reflexión, aunado al hecho de su repentina llegada a ese universo maravilloso,
que le había dado cobijo, lo enseñaba cada momento divino y le había permitido
regresar al mundo de los mortales, para ayudar a los más necesitados. Sus
misiones y sus logros, le permitirían en el momento determinado, tomara la
decisión adecuada y lo marcaría espiritualmente. Solo tal vez le daría una
nueva oportunidad de retornar, para poder vivir lo que en sus inicios no logro ser...
En su soledad miraba hacia el
cielo. Comenzó a interpretar las señales de las estrellas. Hablaba a través del
nocturnal con “El Creador”, pidiendo lo iluminase, lo condujera por el buen
camino y le indicara que es lo correcto ante una situación que esta por
escaparse de su espíritu. Veía hacia las estrellas con humildad, nostalgia, hasta
con ternura, orando y meditando sobre su condición y sensaciones. Más allá de
ser un misionero del Creador, sentía que algo estaba por cambiar y que eso
podría traer consecuencias que desconoce. Ya su protector en la primera charla
que tuvieron a su llegada, le había manifestado que son seres especiales en el
Universo. Son seres con un destino escrito. Son seres netamente espirituales y
que no pueden jamás sentir o palpar, los mismos sentimientos y sensaciones de
los mortales. Pero Alhaayt era la excepción elegida por “El Creador”. Lo
intuiría a tomar la decisión. Así lo había previsto y así estaba escrito...
A la mañana siguiente llegaron
desde el norte una bandada de viajeros. Todos venían en camellos y daban la
sensación de pertenecer a esos grupos rebeldes, que andan por las dunas aprovechándose
de los mercaderes y comerciantes de las dunas. Llegaron directo a la tienda del
mercader de la comunidad. Las hermanas todas estaban en el pozo buscando agua
como todos los días. El mercader salió a atender a los visitantes, y estos se
presentaron y mostraron una serie de objetos algo valiosos y otros no, solo
para tratar de venderlos a cambio de agua y comida. El mercader muy a pesar de entender
la razón de ser de ellos en las dunas, y es propiciar cualquier oportunidad, y
atender de la mejor manera a los viajeros, presentía algo y le incomodaba. En
el pozo las chicas lograron ver que tres hombres se estaban acercando hasta el
pozo, tal vez para cargar sus alforjas del preciado liquido, pero Alanna-Zuhi sospecho
otra cosa por intuición. Alhaayt sabía que no venían con buenas intenciones y
trato de susurrarle al oído de Alanna-Zuhi, se retirasen de ahí, pero ella
interpretó con mucho temor que debía permanecer tranquila y proteger a sus
hermanas...
Un tanto a lo lejos en las
inmensas arenas del desierto, el Príncipe repentinamente montado en su alazán, paró
la travesía y todo el grupo se detuvo en el medio de la nada. Observaba de
forma extraña hacia el Este, justo sobre la salida del imponente sol. Pasó un
ave esplendorosa y de alas amplias a lo alto del cielo. Muy a lo lejos en ruta
hacia el este y sobre la salida del mismo sol. Volteo hacia su grupo. Luego volvió
a mirar al ave a lo lejos y está ya casi indivisible por el radiante sol. Le
manifestó a su guardaespaldas si lograba ver el ave. Este le manifestó que en
el cielo y en estas dunas, es muy difícil ver un ave, porque no hay agua cerca.
El Príncipe le señalo al cielo, aun viendo a lo lejos el ave. Este le dijo que
no veía absolutamente nada, que tal vez era una ilusión por el ardiente calor
del desierto. Les pregunto a los demás. Nadie veía nada, excepto él. Tomo la
decisión de ir hacia el este. Todos se miraron y no dijeron nada, pero su
guardaespaldas le manifestó que el agua de las provisiones duraba unos tres a
cuatro días. El Príncipe le dijo con seguridad, “encontraremos una tribu en el
camino, Alá nos protege”...
Y de esta manera voltearon su ruta
rumbo hacia la comuna de Alanna-Zihu. Sin saber cuál era su destino y que lo
motivó a ello. Pero había dentro de su ser interior, una voz que le decía que
esa tenía que ser la ruta, que allá estaba lo que buscaba, que su destino
estaba marcado por el ave y lo interpretaba como una señal que repentinamente llegó.
Se acordó entonces de su buen amigo el patriarca y su sabio consejo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario